La actriz israelí, Natalie Portman (31), nunca imaginó que su regreso a Jerusalén, en su debut como directora, pudiera ser objeto de una controversia religiosa. No tanto por el guión de la película, una adaptación de «Una historia de amor y oscuridad», la novela autobiográfica del escritor hebreo Amós Oz, sino por el lugar elegido para recrear los tiempos del Mandato Británico en Palestina.
Se trata de los barrios de Mea Shearim y Nahlaot, habitados por crecientes comunidades de ultraortodoxos judíos, cada vez más visibles e influyentes en una ciudad considerada santa, venerada y reclamada también por cristianos y musulmanes.