El director de cine iraní exiliado, Mohsen Makhmalbaf, se atrevió a viajar a Israel no sólo para presentar un filme realizado en el país, sino para pedir a las autoridades del Estado hebreo que renuncien a atacar a Irán.

«Yo los quiero, pero por favor, no ataquen a Irán, esa no es la solución, no haría más que agravar la situación», afirmó Makhmalbaf durante una conferencia de prensa realizada para presentar su último filme, «The Gardener» (El Jardinero), en el Festival Anual de Cine de Jerusalén.

Makhmalbaf, obligado a exiliarse y amenazado de muerte, preconiza un diálogo cultural entre Irán e Israel, dos países enemigos que prohíben a sus respectivos ciudadanos visitar al otro.

Según el cineasta, «no servirá de nada amenazar con atacar instalaciones nucleares iraníes, como hacen regularmente dirigentes israelíes».
«Es mejor ayudar a las fuerzas democráticas iraníes», aconsejó, subrayando que el uso de la fuerza no soluciona nada.

«Después de más de 60 años, ustedes todavía no encontraron la solución con los palestinos, porque los políticos de ambas partes son inmaduros, no comprendieron aún que la raíz del conflicto se encuentra en la cultura y la religión», insistió.

Su última película, filmada en forma de documento-ficción en la ciudad de Haifa, al norte de Israel, en los célebres jardines del Centro Mundial de los Bahai, una religión sincrética fundada hace 170 años en Irán, donde sus miembros son perseguidos, ilustra su visión del mundo.

«Yo no soy religioso, pero es imposible no tener en cuenta el factor religioso, su energía, y tener una visión únicamente laica de los problemas», explicó el cineasta.

«Elegí a los bahai porque tienen un enfoque tolerante y no violento que podría servir de ejemplo a otras religiones establecidas», agregó.

Makhmalbaf nació en Teherán hace 56 años. Participó activamente en las manifestaciones contra el Sha de Irán, fue arrestado a los 17 años y pasó cuatro años y medio en la cárcel. Actualmente está radicado cerca de Londres.

Después de la revolución de 1979 pudo dedicarse al cine. Pero su enfoque y sus intentos de burlar la censura encolerizaron a las autoridades.

Primero tuvo que exiliarse en Afganistán y luego en Tayikistán, donde continuó filmando. Luego se instaló en París durante cuatro años y señaló que en varias oportunidades, «las autoridades iraníes enviaron asesinos para matarme».

«Después de mi visita a Israel, no tengo dudas de que habrá una campaña en mi contra presentándome como un agente del Mossad o de la CIA», advirtió.

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