A la fotógrafa israelí Dina Goldstein se le ocurrió la idea de retratar a sus heroínas de los cuentos de hadas con toda la crudeza de la vida real.

¿Cómo luciría una princesa si tuviera que lidiar con una enfermedad, sufrir financieramente o afrontar el envejecimiento?, fue la pregunta que se hizo la artista hebrea para fotografiar a las princesas más conocidas de los relatos para niños con todo el rigor de la realidad.

«Mi proyecto 'Princesas Caídas' nació de una profunda rabia personal contra ese dicho 'y vivieron felices por siempre' con el cual nos alimentan durante nuestra infancia», afirmó Dina Goldstein en un diálogo con el portal de fotogragía «Cargoh.com», citado por el diario «The Jerusalém Post».

Según la fotógrafa, la inspiración para dar origen a su sombría obra fueron sus hijas, a quienes les despertó el interés por las princesas, y la noticia de que su madre sufría de cáncer.

«Entonces empecé a imaginarme lo que le ocurriría más tarde en la vida - a las princesas - luego del 'y vivieron felices por siempre'. Naturalmente tendría que enfrentar los mismos desafíos que todas las mujeres modernas», explicó.

Goldstein agregó que buscó «una manera burlarse por medio del arte del mensaje idealizado de los relatos para niños».

«El disparador fue la conjunción de los dos sucesos contrapuestos que marcaron mi vida», añadió.

Dina Goldstein es una fotógrafa israelí que reside en Canadá con su marido cineasta y sus dos hijas pequeñas, y que celebra sus 20 años en esta rama artística trabajando en un libro retrospectivo.

Para Goldstein, la fotografía no está destinada a producir una estética que recuerda los cánones de belleza actuales, sino a evocar y arrebatar los sentimientos de vergüenza, ira, shock y la empatía del observador con el fin de inspirar una idea más real de la condición humana.

La experiencia de Goldstein como fotógrafa documental complementa su fotografía conceptual donde se funden mutuamente lo técnico y lo creativo.

La artista afirma haber aprendido que «la espontaneidad y la falta de control son las mejores fuentes de inspiración».

Esto le inspiró confianza en sus instintos para nutrir lo más fugaz de sus valores, como su identificación y solidaridad con el dolor humano, lo que obliga al espectador a contemplar las tragedias de la vida real como los sueños fallidos, la contaminación y la degradación de la naturaleza, las guerras, las enfermedades, la extinción de culturas y la falacia de aspirar a la eterna juventud.

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