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Esta es la bomba; esta es la mecha

Hace justo un año, en la Asamblea General de la ONU, Bibi trazó una línea roja sobre el dibujo de una bomba con una mecha encendida. Su gesto fue popular e irrisorio a la vez - varios políticos israelíes lo adoptaron en diferentes ocasiones para criticar su política -, pero vino cargado de seriedad. Irán, aseguró gráficamente, se acercaba peligrosamente a obtener una bomba atómica. EE.UU y la Unión Europea le escucharon y aumentaron las sanciones económicas a la República Islámica.

Este semana, las cosas se plantean muy diferentes para Bibi. Ahmadinejad no está, las sanciones a Irán hacen efecto en su economía pero no en su programa nuclear militar. Así lo informan la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) y los servicios de Inteligencia más competentes del mundo.

El régimen de los ayatolás resolvió cambiar de táctica, no de estrategia. Ahmadinejad había sido reelecto en elecciones fraudulentas y luego de una intensa represión a cientos de miles que sentían las sanciones en sus bolsillos y exigían un profundo cambio en el orden de prioridades del país. Las críticas aumentaron; a ellas se unió el Consejo de Seguridad de la ONU.

Los líderes de Teherán aprendieron la lección: es imposible desarrollar un proyecto nuclear militar mientras éste sea el principal centro de atención en los medios, y menos en tiempos de Internet y redes sociales. Programas nucleares militares se llevaron a cabo en pleno secreto en todos los países sin preguntarle a la ciudadanía si valía o no la pena; nunca fueron un asunto público presupuestario a debatir antes de comicios electorales, si es que los había. El affaire Ahmadinejad no podía volver a repetirse.

Hassan Rohani resultó ser la persona ideal para encuadrar ese círculo: habla perfectamente inglés, se doctoró en la Universidad de Glasgow en Derecho Internacional y durante 16 años (1989-2005) encabezó el equipo negociador del programa nuclear de su país con la AIEA y las potencias occidentales.

En 2003, dos años antes de finalizar su cargo, Rohani presentó sus recomendaciones al Consejo Supremo liderado por Alí Jamenei. Entre ellas, destacó que Irán no podría continuar con su proyecto nuclear, preservar sus instalaciones, desarrollar sus capacidades ya adquiridas y transformar las amenazas occidentales en oportunidades, basándose únicamente en su alianza con Rusia y el Movimiento de Países No Alineados y explotando a su favor los desacuerdos entre sus opositores sin reforzar al máximo su posición legal dentro de los estatutos de la AIEA y controlar la crisis social y económica del país. En pocas palabras, una política totalmente opuesta a la que llevó Ahmadinejad.  

El tiempo es un factor determinante en la política. La realidad obligó a Jamenei a modificar la didáctica para lograr sus aspiraciones. Rohani le acaba de dar una lección a Bibi sobre política internacional. Abrió vías de negociación diplomática con Obama, consiguió que Teherán y Washington estén de acuerdo sobre la conveniencia de recorrer dicho camino en vez de seguir fomentando el alejamiento y los ataques verbales, logró que muchos en la comunidad internacional se muestren dispuestos a dar opción a la diplomacia para eliminar las asfixiantes sanciones y tensiones que desestabilizaron a su país, consiguió silenciar a críticos tradicionales como Arabia Saudita, modificó su retórica, escribió tuits felicitando a los judíos por sus fiestas, condenó a su manera el Holocausto y logró aislar a la dirigencia israeí, la cual definió - con razón - de «hipocresía» su aparente giro hacia la moderación.

Con ese escenario llegará Bibi esta semana a su encuentro con Obama y a su intervención ante la Asamblea General. Esta vez no le ayudarán bombas y mechas dibujadas al mejor estilo del Pájaro Loco. Deberá reforzar su mensaje recordando antecedentes como el de Corea del Norte, que aprovechó un acercamiento diplomático en 2005 para acelerar su programa nuclear y un año después realizó su primera prueba atómica. Tendrá que advertir que Rohani utiliza la táctica de hablar y ganar tiempo para avanzar en su estrategia de dotarse de armas nucleares.

Pero a diferencia del año pasado, el tiempo esta vez no juega a su favor. El efecto causado por una bomba y una mecha dibujadas entonces sobre una cartulina, es muy poco actualmente para competir con un Oriente Medio en llamas, con el tartamudeo de Obama, la ONU y la UE frente al uso de armas químicas en Siria, con la apatía de la comunidad internacional ante las más de 100.000 víctimas - casi 10.000 niños - en esa guerra civil, y la euforia y las expectativas despertadas por el tono conciliador de Rohani.

En su empeño de denunciar a Irán, Bibi corre nuevamete el riesgo de conseguir una reacción contraria que aisle a Israel en un esfuerzo diplomático global totalmente vinculado, además, a su eterno conflicto con los palestinos, mientras varios miembros de su partido y su coalición ya hablan abiertamente de apartarlo si hace concesiones territoriales y no anexiona Cisjordania.

En el horizonte israelí se divisan elecciones.