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Realidad, sueño y fantasía

La realización del sueño milenario se materializó finalmente hace escasos 65 años. El anhelo del pueblo judío de tener un estado propio, donde sus habitantes pudieran vivir protegidos y seguros y realizar sus aspiraciones nacionales, se concretó con la declaración de la independencia del Estado de Israel en 1948.

Un pueblo que había sido víctima de persecuciones, expulsiones, abusos, matanzas, y hasta del peor asesinato masivo en la historia de la humanidad, se puso de pie y se aventuró a normalizar una situación que lo había condenado a permanecer a merced del beneplácito y misericordia de gobernantes extranjeros.

La tierra que fue testigo de las narrativaas de los patriarcas hebreos Abraham, Isaac y Yaakov; del regreso de los hebreos de la esclavitud de Egipto; de los salmos del Rey David y la sabiduría del Rey Salomón; de la valentía de los profetas de Israel, abrió sus brazos a las olas de nuevos inmigrantes y exiliados que llegaron a sus costas en busca de refugio, salvación y amparo.

La Tierra Prometida dejó de ser una metáfora para convertirse en la salvación tanto para los cientos de miles de judíos sobrevivientes de los aún calientes campos de exterminio de la Europa nazi como para los judíos que escaparon temerosos por sus vidas de los países árabes del Norte de África y de Oriente Medio.

El joven Estado, que enfrentó amenazas existenciales desde su primer día frente a la ofensiva militar de varios países árabes que buscaban su aniquilación, fue sobrellevando con éxito los desafíos constantes de un vecindario hostil y de una naturaleza que no lo bendijo con recursos naturales abundantes.

Pero la derrota no era una opción ni el abatimiento una alternativa. La superación y la tenacidad vencieron todos los obstáculos y los pronósticos más pesimistas.

La democracia como estilo de vida se fue afianzando; la educación de las nuevas generaciones se adoptó como un imperativo; la igualdad de oportunidades para todos se convirtió en la norma y el desarrollo del capital humano se transformó en el recurso natural por excelencia.

Llegaron nuevos desafíos provocados por quienes seguían, y siguen, negándole al pueblo judío el derecho a un Estado. Pero también llegó la paz con Egipto, la paz con Jordania y el firme compromiso de seguir apostando a la paz con el resto de los vecinos, a pesar de todo.

Y así, en escasos 65 años, el pequeño Estado se convirtió en un ejemplo de libertad, de desarrollo económico y en uno de los mayores productores mundiales de tecnologías de avanzada.

El sueño superó quizás la más optimista fantasía de aquellos soñadores milenarios, forjando una nueva visión de un Estado moderno y libre que es hoy ejemplo para las naciones del mundo.