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El Estado Judío según Stav Shaffir

Stav ShaffirStav Shaffir es una pelirroja de 28 años que vive en Tel Aviv y estudiaba Filosofía e Historia de la Ciencia. En 2011 alquilaba una habitación en el sur de la ciudad pero tuvo que marcharse debido a un aumento repentino del 50% que le exigía el dueño.

Indignada, Stav decidió que algo en la sociedad israelí no funcionaba como es debido y tenía que cambiar, y que ella, con sus pocas posibilidades, no estaba dispuesta sólo a reclamar. Fue entonces que se instaló en una pequeña carpa en el Bulevar Rotschild con un cartel que decía «¡Basta! ¡El pueblo exige justicia social!». De allí en adelante Israel y Stav comenzaron a vivir otra historia.

Durante el ardiente verano de 2011 todos los medios de comunicación buscaban a esa diminuta muchachita, una mezcla israelí de la ingenuidad de Juana de Arco con el entusiasmo de La Pasionaria. En una de tantas entrevistas, Stav contó sobre su íntima amiga, Ayelet, de 31 años, que estaba divorciada y sufría una enfermedad crónica en el hígado. Hacía entonces dos semanas y media que vivía con su hijo de 8 años en otra carpa sobre el césped del Parque de la Independencia de Jerusalén. «La deslojaron; no podía pagar el alquiler, estaba en la calle y a nadie le importaba», explicó Stav con lágrimas en los ojos.

Ayelet trabajaba asistiendo a ancianos y cobraba 1.400 shékel mensuales. Por su enfermedad recibía una ayuda del Estado de 1.500 shékel, así que se vio obligada a pasar el mes con 2.900 shékel. «El cuarto en el que vivía le costaba 2.500 shékel y apenas le sobraba para comer, mantener a su hijo y comprar medicamentos. ¿Cómo en nuestro país puede suceder algo así?", preguntó Stav furiosa ante los medios.

Según datos de la Oficina Central de Estadísticas, el precio de la vivienda en Israel aumentó un 50% desde 2009. Alquilar en Jerusalén un departamento de 50 metros cuadrados sin remodelar desde hace 20 años cuesta unos 4.500 shékel por mes.

El Bank Hapoalim informó que desde 2010 los precios en general subieron un 32% en Tel Aviv y un 17% en Jerusalén. Un informe publicado el pasado mes de noviembre de 2012 indicaba que el 20% de la población en Israel vive bajo el umbral de la pobreza, con unos ingresos mensuales medios de 3.400 shékel, uno de cada cuatro niños pasaba hambre.

Para las clases media y baja comprar en el súper se convirtió en una misión imposible. Un estudio del Centro de Investigación e Información del Parlamento israelí determinó que desde 2007 los precios de los alimentos aumentaron un 12,7%, tres veces más que en la Unión Europea y EE.UU. Productos de consumo diario como leche, yogurt y queso cottage - que marcó el inicio de las protestas - subieron desde entonces un 15,5%, 46,2% y 41,3% respectivamente.

La crisis que sufren los ciudadanos contrasta con un crecimiento económico anual de Israel de casi 4%, y una tasa de paro de 6%. «Nosotros, los jóvenes, estamos hartos de cargar con el país entero sobre nuestras espaldas y ver como otros sectores que reciben ayuda o facilidades del gobierno - grupos de interés, magnates, gente que tiene conexiones con dirigentes o burócratas, ultraortodoxos y habitantes de asentamientos en Cisjordania - viven en un Israel aparte», señaló Stav. «¿Cómo puede ser que sólo 18 familias monopolicen las empresas más poderosas del país y concentren toda su riqueza?», agregó.

«Nosotros organizamos entonces las protestas contra el gobierno por los precios abusivos de la vivienda y la carestía de la vida. Levantamos las primeras carpas; colgamos nuestras reclamaciones y exigencias en las redes sociales. La gente se sintió identificada, despertó y reaccionó». Tiendas de campaña como la de Stav se contaron por centenas y se instalaron en casi todas las ciudades de Israel.

El «fenómeno Stav» llegó a tener alcance nacional y le provocó serios dolores de cabeza a Netanyahu, que trató de silenciar las manifestaciones sacándose del bolsillo medidas para contentar a los jóvenes. Pero su operación de márketing no funcionó y sólo contribuyó a intensificar la revuelta social. Hasta madres de familia con sus bebés, junto a esposas de policías y bomberos, marcharon por las avenidas para protestar contra los desorbitados costos de vivienda, salud y educación. En uno de los calcinantes sábados de agosto de 2011 llegaron a sumar casi medio millón de indignados en la mayoría de las ciudades israelíes

Stav y sus compañeros encendieron la mecha. Israel fue escenario de concentraciones multitudinarias. El proyecto nuclear de Irán, la «primavera árabe» y el eterno conflicto con los palestinos se dejaron de nombrar en esa revuelta social. Los jóvenes no se dejaron llevar más por los miedos exteriores que pretendían provocarles los líderes de turno; no estaban dispuestos a renunciar a Israel, sólo pretendían cambiar su orden de prioridades.

La próxima semana, en la apertura del nuevo Parlamento, Stav Shaffir prestará juramento como la diputada más joven de la historia de Israel.

Ella aprendió muy bien la lección de que la única lucha que no se gana es la que se abandona.