Cannot get Tel Aviv location id in module mod_sp_weather. Please also make sure that you have inserted city name.

Lluvia, urnas y políticos

Las próximas elecciones del 22 de enero no nos ofrecerán nada nuevo porque nosotros divagamos desde hace años con nosotros mismos. Desde hace tiempo perdimos muchos de los valores de la vida sobre los cuales existimos. Dejamos que cualquier estupidez burbujee dentro nuestro, mientras que de cada mentira hicimos de cuenta que es una verdad absoluta.

Al final, la cara de nuestro liderazgo es nuestra propia cara. Si a alguien le conviene mirarse al espejo, entenderlo e interiorizarlo, es a nosotros mismos.

La compleja realidad de Israel con sus vecinos es el parámetro y la demostración de las cosas que perdimos; otro espejo de los intentos fracasados por traducir una vida de calidad a una existencia impuesta. Ella no detuvo el desmoronamiento moral de nuestra dirigencia ni el camino hacia un horizonte bloqueado.

Es difícil que suceda, pero en las dos semanas que faltan para los comicios, la sociedad israelí tiene una nueva oportunidad de recomponer el código de sus valores. En la calle, en la casa, en los pubs de los viernes, entre el ser humano y el prójimo, entre el hombre y sus amigos. Retornar a una solidaridad humana, prestando atención a las cosas obsoletas que socavaron nuestras almas.

Katsav, Hirschson, Deri, Ramón, Benizri y Liberman, entre muchos otros, fueron alguna vez electos y son otro espejo de lo que nosotros no deseamos ver en nuestras vidas descompuestas y ávidas de publicidad y placeres.

Todo se vuelca hacia todo, del hogar a la calle, de allí al Ejército, al Estado Mayor, y de allí al Gobierno. El delito y la corrupción se convirtieron en parte inseparable de nuestra realidad, y aún dándonos cuenta, parece ser que sólo hacemos oír nuestras voces apagadas para conformarnos a nosotros mismos y a nuestras conciencias.

Todo lo que elegimos vivir en los últimos años nos golpea en nuestras caras. La sensación es que tampoco en los próximos comicios no cambiará nada. El exámen de conciencia que deberíamos hacer antes de ellos no lo haremos hasta el final. Y por eso, en la próxima operación militar chocaremos con la misma historia: nuevas víctimas inocentes en la retaguardia y en el frente.

Nuestras vidas se convirtieron en una indiferencia cotidiana y prolongada. Ni siquiera la intensa lluvia de esta semana pudo purificar nuestras almas.

Yo personalmente, no necesito a Biibi, Yvet, Shelly, Tzipi, Yair, Eli, Naftali o Zehava para que me narren en las propagandas televisivas las vicisitudes del pueblo de Israel en su tierra. Como todos, lo veo durante ya demasiado tiempo escribiendo la trama con nuestra sangre, la de nuestros hijos y nietos, desperdiciando oportunidad tras oportunidad para tratar de recomponer la realidad en la que vivimos.

Lo vi en el ardiente verano del 2011 sumergido en carpas y vociferando en calles y avenidas, ancianos y jóvenes manifestando, atacados de una conciencia social momentánea, cantando, regresando felices a sus casas para que luego no ocurra absolutamente nada.

Para nuestro líderes la voz del ciudadano bueno se apagó. Las voces de gente extraordinaria y honesta se hundió en el mar del conformismo y los lujos, en el océano de aquellos que cínicamente nos venden ilusiones falsas, en el río de la política por sobrevivir y no en el verdadero deseo de cambiar social y políticamente el camino a seguir dentro de dos semanas en adelante.

La paz continuará adormecida y solitaria; y nos murmurará desde lejos: «se los dije, se los vaticiné, les advertí». Pero se irá y nos dejará en el olvido reflexionando qué nos favorece, qué nos perjudica, cuál es nuesta realidad, cuál es nuestra fantasía, dónde está la fábula, dónde la verdad, qué mentiras son convenientes rechazar y cuánto invertiremos en recomponer esta sociedad, donde el pez apesta desde la cabeza, pero esa cabeza es como nuestro propio rostro.

El resultado de las próximas elecciones será un triste resumen intermedio de la histora del Estado de Israel.

Afuera azota el temporal, ciudadanos desamparados abandonan sus casas cubiertas por el agua con las cabezas gachas.

Mientras tanto, nuestros hijos y nietos juegan con bolas de nieve.

En dos semanas más, a las urnas.

Muchas gracias señores politicos por los servicios prestados.