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Ni Bibi ni Abu Mazen

Mahmud Abbás y Binyamín NetanyahuNetanyahu se muestra confiado y preocupado a la vez. Esta semana se veía como alguien que encontró el punto de equilibrio entre la derecha y la izquierda, entre las aspiraciones de Kerry y la predisposición de la dirigencia israelí. Ahora es Mahmud Abbás quien debe mostrar su sincera voluntad de volver a negociar.


Bibi tiene más un motivo para estar satisfecho. Otro día en su oficina finalizó en calma. Nuevamente encontró una cierta armonía entre el consenso nacional y los extremistas.

«Kerry - pensó Netanyahu - pretendía mucho más. Él me presiona por un congelamiento total en la construcción de asentamientos, incluyendo Jerusalén Este, mientras se lleven a cabo las tratativas. Recibió menos de la mitad y sin Jerusalén». «Ahora - agregó -, la pelota está en la cancha de Abu Mazen. Di el primer paso en mi discurso en Bar Ilán, el segundo cuando congelé los asentamientos y Abbás ni se movió, el tercero cuando me opuse a un Estado binacional. ¿Qué hizo Abu Mazen desde entonces? Se peleó con Hamás. Lo reconocen en la ONU pero no en Gaza. Yo me presenté a elecciones y formé un nuevo Gobierno. Él hace años que habla de elecciones y de democracia, pero si los palestinos van a las urnas, gana Hamás. Ahora es su turno. Veamos de lo que es capaz».

Así se ve la realidad desde el escritorio de Bibi. El problema es que hay otras maneras de observar la situación. Por ejemplo la real: Netanyahu lleva casi cuatro años y medio al frente del Gobierno. Todo un récord político como para seguir echándole siempre la culpa de todo a los demás.

En menos de la mitad de ese tiempo, por ejemplo, el Ejecutivo de Olmert construyó cerca de diez mil viviendas en Cisjordania y Jerusalén Este, llevó a cabo dos guerras y recibió honores de realeza en el mundo. Logró que se convoque una cumbre en Annápolis a la que asistió medio planeta. La imagen internacional de Israel ascendió. Olmert hablaba de paz mientras invadía Líbano; posteriormente también Gaza; consiguió traer a los líderes europeos más importantes a su casa en Jerusalén sólo por una noche para lograr un armisticio y éstos le brindaron elogios cuando las bombas de fósforo todavía no se habían diluído sobre la Franja.

¿Y Bibi en cambio? También congela, también se congela y también recibe golpes de todas partes. Obama no lo toma en cuenta y se lo pasó a Kerry, para los judíos ultraortodoxos es un traidor, la izquierda lo culpa de las enormes brechas sociales y la mayoría de los miembros de su propio partido se oponen a la fórmula de dos Estados y proponen anexar Cisjordania. ¿Qué le queda? El Congreso norteamericano, AIPAC, Sheldon Adelson con sus casinos, y la dirigencia judía comunitaria que siempre dice amén a cualquier pavada que pronuncie cualquier primer ministro israelí.

No pocos ciudadanos se cuestionan ahora porqué votaron por la derecha. Y todo ello, sin la valoración que hubiera recibido la izquierda. Por lo menos si hubiese podido negociar con los palestinos. Pero no puede. Abu Mazen se tambalea, Hamás se fortalece, y todo antes de que Kerry proponga algo y no venga sólo a escuchar. Para eso basta hablar por teléfono.

Paralelamente, la posición de Israel en el mundo sigue en descenso: los norteamericanos continúan insatisfechos, el mundo árabe se dio vuelta; los europeos no son capaces ni de declarar a Hezbolá como organización terrorista, las izquierdas protestan, las derechas andan descontentas, en Irán ganaron los «moderados», los habitantes de los asentamientos se sienten decepcionados, y los palestinos cada vez más desilusionados.

¿Quiénes están satisfechos? Los extremistas de ambos lados. Sólo ellos se muestran conformes porque, por lo visto, por fin podrán convencer a las mayorías que tenían razón. Que los Acuerdos de Oslo no valen ni el papel en el que fueron firmados. Que los asesinatos de Sadat y Rabín fueron sólo la antesala de lo que le sucederá a cualquier líder que intente dialogar y hacer concesiones para llegar a un acuerdo definitivo.

Estamos vivenciando una época en la que - como dijo Voltaire - el fanatismo es un monstruo que osa llamarse hijo de la religión. Las ventanas de oportunidades también tienen límites, nos advirtieron durante años. La historia no perdona a quienes no la toman en cuenta. Así es en Oriente Medio; jugamos de sábado a sábado.

Ahora Bibi cree que recibió un intervalo. Él ya hizo lo suyo.«Kerry - piensa para sí mismo - cree que puede mediar entre la exigencia de los palestinos a las fronteras del '67 y nosotros. Ya veremos. Que traiga a Abu Mazen a las negociaciones. Se le acabaron los pretextos. Veremos que dirá esta vez. Él sabe que sólo yo puedo conducir a los israelíes hacia decisiones difíciles, pero necesito un socio para ello. Vamos a ver si lo logra. Israel demostró que tiene predisposición para dar pasos significativos. Ahora es el turno de Abbás».

Se equivoca otra vez. Se acabaron los turnos. Generalmente cuando llega el tiempo en que se podría, es porque pasó el tiempo en que se pudo.

Y en este tiempo ni Bibi ni Abu Mazen pueden.

En el horizonte ya se vislumbra el Estado binacional con todas sus consecuencias y efectos secundarios. Es una verdadera lástima. El esfuerzo sionista merecía algo mejor.