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Si la vida te da limones…

Obama se encontró con un gobierno palestino demasiado dividido como para tomar decisiones y con un esquivo gobierno israelí de derecha lo suficientemente fuerte como para tomarlas, pero sin ninguna voluntad de hacerlo. El refrán dice: "Cuando la vida te da sólo limones, haz limonada".

Mientras que, por un lado, el presidente Obama y la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, lograron hacer bien un montón de cosas en materia de política exterior, por el otro, han generado un gran lío en lo que respecta a las relaciones entre Israel y Palestina, provocando el alejamiento de todas las partes y un nulo progreso.

Su actuación ha sido inconsistente - exigiendo primero una congelación en los asentamientos para luego dar marcha atrás -,carente de imaginación y políticamente cobarde. Sin embargo, aquellos actores con los cuales les ha tocado interactuar han resultado ser un completo fiasco: un gobierno palestino demasiado dividido como para tomar alguna decisión realmente importante y un esquivo gobierno israelí de derecha lo suficientemente fuerte como para tomarla, pero sin ninguna voluntad de hacerlo.

Pero cuando en la vida uno no encuentra más que limones, entonces hay que hacerle caso al viejo refrán: "Haz una limonada".

El equipo de Obama está en un aprieto. La Autoridad Palestina, tras haber perdido la fe en Israel y en EE.UU, está presionando a la ONU para que se decida a reconocer un Estado palestino independiente dentro de las fronteras de 1967 en Cisjordania y Gaza. Una vez que eso se logre, podría iniciar una campaña mundial de presión sobre Israel para que retire a sus colonos y a sus fuerzas de seguridad ya que de lo contrario debería enfrentar una serie de sanciones y la deslegitimación.

Obviamente, Israel se opone. Y EE.UU no está dispuesto a brindar su apoyo a una resolución unilateral de ese tipo, lo cual provocaría el distanciamiento entre Israel y los judíos norteamericanos. Pero tampoco tiene intenciones de vetarla, ya que de esa forma sólo lograría complicar su posición en el mundo árabe-musulmán.

Como alternativa, EE.UU está tratando de que las partes reanuden las negociaciones sobre un acuerdo global basado en los términos propuestos por el presidente a mediados de mayo: dos Estados para dos pueblos, con las fronteras de 1967 como punto de partida y libertad absoluta para decidir sobre los canjes de territorio que israelíes y palestinos acuerden realizar adicionalmente. Pero si las partes se niegan a aceptar esta propuesta - y de hecho, se resisten, por ahora -entonces no cabe duda de que marchamos hacia un fatal accidente a producirse en la ONU durante septiembre.

¿Qué hay de la posibilidad de un enfoque diferente?

Si los palestinos desearan volver todo el problema a su punto de partida - la ONU -, estaría plenamente de acuerdo. Pero, en este caso es necesario pensar en términos mucho más amplios, empleando una mayor dosis de imaginación.

El 29 de noviembre de 1947, la ONU aprobó la Resolución 181 de la Asamblea General, procediendo a la partición de Palestina en dos estados para dos pueblos -denominados "Estados Árabe y Judío independientes". Esto es lo importante. Exactamente así es como la Resolución 181 describía el resultado deseado de una partición: un estado "árabe" al lado de un estado "judío".

¿Y por qué no simplemente actualizar la Resolución 181, obteniéndola del más prestigioso "Consejo de Seguridad"? Podría ser una simple resolución: "El Consejo reafirma que el área de la Palestina histórica debe ser dividida en dos estados para dos pueblos: un Estado árabe palestino y un Estado judío. La línea divisoria deberá basarse en las fronteras de 1967 con ajustes de fronteras mutuamente consensuados y acuerdos de seguridad para ambas partes. Este cuerpo reconoce el Estado palestino como miembro de la Asamblea General e insta a ambas partes a entablar negociaciones para resolver todas las cuestiones pendientes". Muy simple.

Cada parte obtendrá algo esencial siempre y cuando sea capaz de otorgarle a la otra lo que demanda. Los palestinos habrán de obtener el reconocimiento de Estado y su afiliación a la ONU, dentro de límites provisionales, con el voto a favor de Israel y EE.UU. En tanto, los israelíes obtendrán el reconocimiento formal por parte de la ONU como estado judío, con el voto a favor de palestinos y árabes.

Además, los palestinos tendrán la posibilidad de negociar sobre la base de las fronteras de 1967, mientras que Israel recibirá la garantía por parte de la ONU y EE.UU de que la frontera final habrá de delinearse en una serie de negociaciones entre las partes, con intercambios de territorios, por lo que, en teoría, el 5 por ciento de Cisjordania, donde vive el 80 por ciento de los colonos, podría ser canjeado por porciones de la Israel anterior a 1967.

Ambas partes dispondrán del marco necesario para la reanudación de negociaciones factibles. El primer ministro israelí, Bibi Netanyahu, declaró ante el Congreso de EE.UU. estar plenamente preparado para una solución de dos Estados y para afrontar concesiones dolorosas, a cambio del reconocimiento de Israel como un Estado judío con fronteras defendibles. El presidente palestino, Mahmud Abbás, ha insistido en que las fronteras de 1967 sean la base para cualquier negociación, expresando su voluntad de negociar con Israel en calidad de estado soberano equivalente.

Mientras tanto, EE.UU, en lugar de permanecer aislado en un rincón junto a Israel, puede obtener crédito de la reanudación exitosa de las conversaciones sin necesidad de permanecer estancado en la cuestión de los asentamientos.

Septiembre puede resultar una confrontación de suma cero con consecuencias potencialmente desastrosas, o bien, todo un progreso transformador si se realiza correctamente. Los israelíes y los palestinos están jugando a determinar quién es más valiente. La dirigencia palestina de Cisjordania no desea en realidad lograr la resolución de la ONU, lo cual podría desencadenar el total descontrol de las fuerzas populistas que bien podrían terminar aplastándola. Los israelíes saben que un bloqueo completo a los palestinos en la ONU, sin ningún tipo de contrapropuesta, podría provocar una serie de consecuencias terriblemente dañinas en el contexto de un Oriente Medio ya en estado de agitación.

Un acuerdo reconociendo el Estado palestino formulado en los términos de las preocupaciones de Israel no sólo ayudaría a ambas partes a dar marcha atrás en su camino al abismo, sino también a concretar una histórica solución de dos estados en 2011.

Fuente: The New York Times - 24.6.11
Traducción: www.argentina.co.il