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Prohibido decir "ocupación"

Estimados,

¿Por qué el movimiento de protesta social en Israel no menciona la palabra "ocupación"? ¿Será porque el uso de ese polémico término reduciría drásticamente el número de manifestantes?

Decir "ocupación" provocaría desacuerdos y terminaría por fragmentar la revuelta. Tal división convertiría a la protesta en una entidad política, borrando de esa manera su carácter popular.

Así que lo que debemos hacer es preguntarnos acerca de la otra función que desempeña la ocupación: la que viene a complementar aquellas "necesidades de seguridad" y "cuestiones ideológicas" que siempre aparecen como por arte de magia cuando hacemos reclamos económicos y sociales. Pareciera que el "NO" quisiera decir en realidad "SÍ"; es decir, si se prohíbe decir "ocupación" a fin de evitar la divsión de la opinión pública y la desunión del movimiento de protesta, se deduce que el rol de la ocupación es justamente dividir a los manifestantes y eliminar así toda posibilidad de reclamos en contra de ella.


La ocupación constituye el medio a través del cual la partición popular gana y conserva poder político. Ese modo automático según el cual el público queda dividido cada vez que se menciona la palabra, permite a los dirigentes, que están a favor o en contra, perpetuarse en el poder con relativa facilidad. Cada vez que una facción política consigue formar un gobierno, reúne diversos sectores con estrechos intereses partidistas y encomienda a su líder el cargo de primer ministro. O sea que la ocupación permite al gobierno salirse con la suya en asuntos que nada tienen que ver con lo que ocurre realmente en los territorios; cualquier queja sobre cuestiones socio-económicas capaz de convertirse en una protesta popular, como en el caso actual, corre peligro de desvanecerse y desaparecer frente a esa bendita/maldita palabra que hoy no se pronuncia.

Los sentimientos radicalmente concentrados que contiene ese "vocablo prohibido" hacen de la ocupación un activo electoral invaluable. El uso de trampas ideológicas y bíblicas apropiadas evoca todo un ambiente histórico-ideológico. De esa manera, la ocupación se transforma en un instrumento político imposible de confiscar, aun cuando su final podría mejorar la vida de muchas de las personas que se ven perjudicadas a consecuencia de ella.

No es casualidad que el esquema mismo del capitalismo extremo, una política basada en la fragmentación continua de la sociedad por la competencia entre las personas, esté directamente relacionado a la ocupación. Cualquiera que recorra Cisjordania puede ser testigo de las manifestaciones geográficas del capitalismo. La cantonización, la proliferación de puestos de control y el control burocrático del tráfico son todos componentes de la separación, diseñados para dificultar la supervivencia y perpetuar el dominio por parte de la autoridad central.

Asimismo, el "libre mercado", una de las cuestiones principales abordadas por el actual movimiento de protesta social, está íntimamente vinculado con el proceso de división y fragmentación. Junto con ese caos relacionado al concepto de "mercado", se hace un uso irónico y extremo de la palabra "libertad": el trabajador se ve obligado a competir con sus pares en todo momento, sabiendo que la victoria de uno entraña la derrota del otro. ¿Se puede realmente aplicar el término "libertad" a principios que defienden la idea de competencia constante y de lucha sin cuartel por la supervivencia entre individuos?

Durante su primer mandato, Netanyahu solía utilizar frases que revelaban su tendencia a dividir las partes de la población para reforzar su autoridad: "La izquierda se olvidó lo que significa ser judío", decía, o "Ellos tienen miedo". Desde entonces, aprendió una importante lección maquiavélica: Haz lo que creas conveniente, pero declara sólo lo que el público quiere oír. Esto lleva a que su actual mandato sea mucho más disgregante. En vez de afirmar palabras de desunión y polarización, ahora prefiere dedicarse - en sociedad con Liberman - a promulgar leyes nacionalistas en la Knéset cuyo único objetivo es dividir a la población.

Las actuales protestas tienen su origen en la sensación de aislamiento provocada por la división de la sociedad israelí. La ocupación, símbolo de esa desunión, no se menciona en las carpas de los manifestantes pues amenaza con anular cualquier reclamo de justicia social. Pero esa paradoja no resuelta puede también ser la causa de su final.

"El pueblo exige justicia social" puede interpretarse de muchas maneras. Mientras los mensajes no sean claros y las dudas a la hora de tomar decisiones determinen que se ahorre en palabras, nadie sabrá a qué realmente aspira y cómo hacer para conseguirlo.

Bibi entiende muy bien esta situación. Mientras tanto, sabe que el tiempo en ese sentido juega a su favor; nombra comisiones y espera. De no haber sorpresas, las próximas elecciones serán dentro de dos años; una eternidad en términos de Oriente Medio.

¡Buena Semana!