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Netanyahu enjaulado

Solo en su discordante oficina, sin un mensaje claro ni dirección, Netanyahu espera un milagro que lo salve de la campaña de liquidación política que Liberman lleva en su contra. El líder de Israel Beiteinu puso a Netanyahu en el poder y ahora amenaza con echarlo.

La seguridad en la oficina del primer ministro en Jerusalén se ha visto reforzada, por lo cual se les solicita a los visitantes que se quiten los zapatos, como si se tratara de la entrada a una mezquita o a un aeropuerto norteamericano. Los estrictos controles se ajustan al espíritu de la época: Binyamín Netanyahu atrincherado en su despacho, defendiéndose de la amenaza del mundo exterior, a medida que su capacidad de gobierno se debilita cada vez más.

Tal como Hosni Mubarak debe haberse sentido durante las dos semanas entre el inicio de las manifestaciones en El Cairo y su renuncia. Los símbolos del gobierno permanecen en su lugar: el suntuoso palacio, el desfile de limusinas, los batallones de guardaespaldas y las llamadas internacionales de los líderes de todo el mundo; pero el poder de influencia se ha agotado.

Netanyahu, a diferencia de Mubarak, no tiene que enfrentar a cientos de miles de manifestantes que exigen su renuncia. Pero su situación, así y todo, comienza a parecerse a la de su depuesto amigo. En lugar de liderar, permite que se le impongan las decisiones. Los nombramientos de Benny Gantz y Ron Prosor, como Jefe del Estado Mayor y Embajador ante la ONU, respectivamente, así como la reducción de los impuestos sobre la gasolina, se llevaron a cabo a pesar de su oposición inicial. Fue obligado a hacerlo.

El ambiente político es opresivo. La desintegración del Partido Laborista no contribuyó a la gobernabilidad y estabilidad, tal como Netanyahu prometió, más bien, las ha impedido. El ministro de Exteriores, Avigdor Liberman, continúa intimidándolo públicamente, haciéndolo quedar como un trapo de piso que ni siquiera es capaz de designar a un asesor cercano como delegado diplomático. Diputados del Likud, liderados por el vice primer ministro, Silvan Shalom, advirtieron a Netanyahu que el aumento de los precios en los artículos de primera necesidad y servicios públicos habría de costarle las próximas elecciones a su partido.

La popularidad de la presidenta de Kadima, Tzipi Livni, sigue escalando, y Liberman continúa consolidando su posición como líder de la derecha, mientras el Likud se ha quebrado desde dentro por los desacuerdos acerca de la presión a las organizaciones de izquierda y a la comunidad árabe. Hoy en Israel es difícil mantenerse a la altura del lema de la campaña del Likud: "nacionalistas y liberales". Hay que elegir.

Los líderes mundiales le están dando la espalda al primer ministro. La canciller alemana, Ángela Merkel, llegó a Israel con el objetivo de reprender a Netanyahu por el estancamiento en el proceso de paz. No ha habido ninguna invitación por parte de sus homólogos en el extranjero. Netanyahu logró sacar a su gran rival, Barack Obama, fuera de la región, negándose a prorrogar la moratoria en la construcción de asentamientos. Obama se plegó, dando marcha atrás a su propia iniciativa de paz, sólo para regresar con pleno vigor como el gran profeta del cambio y la democracia. Su temprano zigzagueo en la crisis de Egipto es algo que se ha olvidado: su corazón siempre se mantuvo del lado popular, victorioso, de los manifestantes. Algo similar sucedió con el premier Itzjak Shamir, quien se encargó de despachar de vuelta las propuestas del presidente George Bush padre, al rechazar una cumbre internacional de paz, sólo para volver a enfrentarse con él más tarde, cuando ya había alcanzado un gran dominio después de la Guerra del Golfo, en 1991, y la caída de la Unión Soviética.

La revolución egipcia ofreció a Netanyahu un momento propio de Churchill. Es la razón por la que fue elegido. Los votantes confiaron en su habilidad para tomar la decisión correcta, en contraste con Livni, la principiante. Y no lo consiguió. Su expectativa de que Mubarak rechazaría con éxito a los manifestantes no fue satisfecha. Su apoyo al presidente de Egipto ha demostrado que se preocupa de verdad por sus amigos. Ciertamente, todo eso está muy bien, pero en política no se otorgan premios a los fans del equipo perdedor. Mubarak se fue, dejando a Netanyahu con sus temores de un "segundo Irán" en Egipto y con sus llamamientos a ampliar el presupuesto militar de Israel, a construir la "Fortaleza del Néguev", y a crear opciones alternativas al Canal de Suez. Incluso si sus predicciones resultan ser correctas, no son compartidas por la población; la Bolsa de Tel Aviv no se cayó y la depreciación del shékel fue minúscula. El "mundo" percibe a Netanyahu como un fósil de una época que está desapareciendo delante de nuestros propios ojos.

Antes de las elecciones, Netanyahu había prometido que era capaz de gobernar el país. El estado se encuentra en muy buena forma: No hay guerras ni ataques terroristas y la economía está creciendo bastante bien. Pero la población siente que las cosas están marchando bien por su propia cuenta, que no hay un Jefe de Estado por encima que sujete las riendas y tome decisiones. A los ojos de Netanyahu, esa es su tragedia. Incluso cuando todo parece estar bien, él no logra hacerse con el crédito y nadie lo alaba.

Solo en su discordante oficina, sin un mensaje claro ni dirección, Netanyahu espera un milagro que lo salve de la campaña de liquidación política que Liberman lleva en su contra. El líder de Israel Beiteinu puso a Netanyahu en el poder y ahora amenaza con echarlo. Una acusación penal en contra de Liberman no servirá de nada. Aryeh Deri controlaba una maquinaria política y llevó a Shas a la victoria electoral, incluso después de haber sido procesado. No hay ninguna razón para que Liberman obre de manera diferente, si el Asesoror General del Gobierno, Yehuda Wainstein, decide procesarlo.

Netanyahu necesitará de un milagro mucho más grande para ser visto como políticamente relevante y recuperar su influencia. Por ahora, se dedica a hacer tiempo tomando decisiones sin sentido, tales como nombrar al "comité de gobierno" para renovar el régimen. No podría haber señal más clara del debilitamiento político del primer ministro.

Fuente: Haaretz - 20.2.11
Traducción: www.argentina.co.il