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¡Un minuto!


1.194 días y noches de espera por una señal de vida de Guilad Shalit aparecen en un videocassette de un solo minuto. Un minuto que encierra respuestas a tantas preguntas, pesadillas e ilusiones de sus padres y nuestras.  


Ese minuto no tiene precio; ese minuto está por encima de palabras, tratativas y especulaciones. Ese minuto en el que se verá a Guilad vivo y hablando, es lo mínimo que le debemos a la familia de Shalit, que se desespera ya más de tres años interminables en un callejón sin salida.

Guilad Shalit cayó prisionero durante su servicio como soldado. Tantas veces escuchamos de nuestros gobernantes declaraciones como "El Estado de Israel hace lo imposible por regresarlo a su casa". Tantas veces oímos la insistente mantra "Guilad es el niño de todos nosotros".

Ese cassette es el instante para un exámen de concreción de declaraciones y tiempos; es la ocasión de amortizar las palabras. La pregunta si veinte palestinas detestables valen un video, es irrelevante y está demás. ¿Acaso diez terroristas es un número más satisfactorio? ¿O tal vez, cinco? Una señal de vida no tiene precio.

La posibilidad de los padres de un soldado prisionero de ver el rostro de su hijo e intuír qué es lo que le está pasando no tiene precio. No hay forma de regresar un prisionero a su familia cuando éste está vivo, no hay manera de devolverle la vida en libertad que se merece, sino pagando un precio, y el pago se efectúa en un marco de intercambio, como corresponde a las partes involucradas.

El dolor de las familias que han perdido a sus seres queridos en manos de dichas terroristas es profundo, terrible y no disminuye con el correr de los años. Pero la noticia de que en Gaza se encuentra un prisionero vivo en condiciones deplorables de encierro, es también dolorosa y aberrante.

Cada día que pasa sin su presencia es insoportable. No debemos desperdiciar la oportunidad de saber qué le sucede, no podemos abandonar los esfuerzos para liberarlo, tenemos prohibido dejarnos vencer por la indiferencia y olvidarlo. Es imposible permitirnos llegar a lo peor: que Guilad Shalit sea el Ron Arad N° 2.

"Yo espero que termine el calvario en el que me encuentro. Espero que hagan todo lo posible para que pueda festejar Rosh Hashaná y Sucot en casa", escribió Guilad a sus padres en Septiembre de 2006 en su primera carta desde el cautiverio.

Aún cuando estas palabras, y las que se escucharán en el videocassette, fueron dictadas por sus capturadores, debemos hacer lo imposible para que regrese por fin en su casa.

1.194 días son demasiados.  

Fuente: Yediot Aharonot - 1.10.09
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il