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¡La hipocresía turca!


Cuando una propaganda falsa se difunde actualmente en Turquía contra Israel, vale recordar la forma en que se comportó este país con la minoría kurda en los años '90.

Además de todas las mentiras, los insultos, demostraciones de odio y altanería que Turquía nos endilga, lo que más me indigna es la serie dramática que se transmite por la televisión estatal turca mostrando como soldados de Tzáhal asesinan sin piedad a niños en Gaza. Confieso, me enfurecí al ver partes de dicha serie, cuya trama se basa, aparentemente, en los acontecimientos de la operación "Plomo fundido".

Como alguien que cubrió el operativo, y fue testigo presencial en el terreno, no pude sino verificar la similitud desenfrenada y los medios cinematográficos invertidos con el fin de crear intencionalmente una narrativa fabricada y maliciosa cuya esencia es enseñar como niños y ciudadanos palestinos ingenuos e impotentes son asesinados a sangre fría, en manos de criminales de guerra que se comportan como soldados de las SS durante la Segunda Guerra Mundial.

Esta narrativa, diseñada especialmente a la medida política-religiosa del partido del régimen turco en el gobierno, está destinada a deflagrarse y arderá por años en las mentes y corazones de cientos de miles de turcos. Por ello, en el devenir del tiempo, los estragos de la serie serán mayores que todo proceso diplomático o económico, llevados a cabo hasta el presente en nuestra contra, por el gobierno de ese país.

Pero mientras veo fragmentos de la serie y escucho en turco los gritos de los actores caracterizados como soldados de Tzáhal hacia sus "víctimas", acudieron a mi memoria las impresionantes escenas de diferentes situaciones de las cuales fui testigo hace 18 años. También en ese momento hubo soldados que gritaban groseramente y disparaban sobre niños y mujeres que trataban de huir de ellos. Sólo que aquéllo no era una serie televisiva; eso sucedió en realidad; lo vi con mis propios ojos. Soldados y oficiales vestían uniformes del ejército turco y las víctimas eran refugiados kurdos cargando baldes y jarras, que trataban de llegar a un manantial en la montaña sólo para llenarlos de agua.

Con los turcos en el terreno

Me encontraba en ese entonces, como enviado del periódico Yediot Aharonot y el semanario Time americano, en una zona apartada en el este de Turquía. Mi misión era cubrir las penurias de los kurdos y los iraquíes que huyeron masivamente después de la primera Guerra del Golfo hacia las montañas en la frontera Turquía-Irak.

Como se recordará, al término de dicha guerra, en invierno del '91, los kurdos se sublevaron en el norte de Irak. En su ingenuidad, creyeron en las habladurías difundidas por oficiales del gobierno del presidente Bush padre en lo referente a la culminación de la lucha contra Sadam Hussein y tomaron las armas para vengarse de él y de su ejército que cometieron atrocidades, expulsar al ejército iraquí derrotado del norte de Irak y levantar finalmente, ellos mismos, una zona autónoma.

En contados días sus sueños se rompieron en pedacitos. Los movilizados de Sadam fueron derrotados por los americanos en Kuwait y en sur de Irak, pero en el norte quedaron suficientes tanques, helicópteros de guerra y artillería que aplastaron a los insurgentes kurdos en poco tiempo. Los americanos, siempre tan gentiles, respetaron el cese de fuego y no intervinieron aún cuando el ejército irakí avanzó hacia el norte, bombardeó, destruyó y arrasó sin contemplaciones ciudades y aldeas kurdas. 

La vecina Turquía resultó ser el único refugio hacia donde podían huir los miles de kurdos despavoridos y carentes de viviendas. La parte de la frontera turca-iraquí, aledaña al lugar de la contienda, pasa por una alta cima montañosa que en febrero del '91 estaba cubierta por una gruesa capa de nieve. Cuando lo refugiados la escalaron con gran esfuerzo, chocaron con unidades militares turcas que bloquearon el camino.

Los soldados turcos les permitieron, sin embargo, penetrar en zonas que estaban bajo la soberanía de su país, pero les prohibieron descender de la montaña. El entonces primer ministro, Turgut Ozal, fue inquebrantable en su determinación de no dejar que cientos de miles de refugiados kurdos se adhiriesen a la comunidad kurda de Turquía. Ozal temió que el agregado demográfico "iraquí" potencie esta minoría que contaba con 14 millones de personas. El gobierno turco tuvo dificultades entonces, y también hoy, en enfrentarse a los reclamos secesionistas con la insurgencia y con los atentados que emergen desde el sureste de Turquía, la región donde convive la principal concentración kurda-turca.

Como consecuencia de esta política turca intransigente, decenas de miles de familias kurdas quedaron en la nieve sobre la línea de la cordillera: mujeres, hombres y una multitud de bebes, niños y ancianos; sin agua, sin alimentos y sin amparo a las terribles inclemencias del tiempo. Cuando llegué ya no quedaban árboles ni arbustos en el terreno. Los refugiados los cercenaron para calentarse y cocinar el poco alimento que trajeron con ellos, o que les arrojaban los aviones de carga británicos y americanos.

A las laderas de la montaña, cercano a una aldea, estacionaron servicios de asistencia, camiones repletos de mantas, carpas y alimentos enviados por el gobierno turco y organizaciones internacionales. También médicos y enfermeras turcos y europeos estaban allí para colaborar. Pero sólamente tractores especialmente potentes podrían trepar por un camino sinuoso, cubierto de nieve. Los contados tractores que trajo el ejército turco aportaron una ayuda insignificante para decenas de miles de refugiados apretujados cuerpo a cuerpo bajo rollos de plástico y ropas hediondas para calentarse.

El principal problema era la falta agua para beber y cocinar. En la cima de la montaña y sus laderas no había ni siquiera un pozo o manantial. En la base de la montaña corrían algunas fuentes caudalosas, pero el ejército turco se negó sistemáticamente a permitir a los refugiados descender hacia ellas. Los kurdos intentaron derretir la nieve en agua para beber, pero afrontaron otro problema: la nieve de la montaña llegaba mezclada con una inmensa cantidad de carbonilla, que el viento transportaba desde los pozos de petróleo incendiados por el ejército iraquí en Kuwait y en sur del país. Tres a cuatro bebés, cuyos padres les daban de beber de este agua, a falta de otra alternativa, morían cada noche. También adultos enfermaron de disentería y muchos de ellos murieron.

Informar con objetividad

En uno de esos días, mientra caminaba en la cima de una montaña, ví un grupo numeroso de mujeres y niños de refugiados descendiendo por uno de los wadis, tratando de ocultarse entre las grandes rocas. Llevaban en sus manos baldes y jarras de plástico. Comprendí que intentaban llegar a un fuente. Estaba a medio kilómetro de ellos, junto con otros reporteros. Nos detuvimos y los observamos, curiosos de ver si lo lograban.

Cuando el grupo llegó a una distancia de contados metros de la fuente, aparecieron algunos soldados turcos gritando y enarbolando sus rifles. Por lo visto, su intención era expulsarlos y devolverlos a la cima de la montaña. Pero las mujeres y los niños se desentendieron de ellos y comenzaron a llenar sus baldes. Repentinamente, los soldados callaron, se arrodillaron, apuntaron sus rifles hacia el grupo y dispararon a quemarropa.

Una de las mujeres se desplomó y un niño saltó hacia el refugio. El resto dejó sus baldes y huyó hacia la cima de la montaña mientras las balas rechinaban sobre sus cabezas. Cuando regresé a Israel, un editor de "Yediot Aharonot" me mostró una furiosa carta de protesta que le escribió el embajador interino de Turquía en Israel.

El diplomático turco, Ekrem E. Güvendiren, leyó mi reporte en el que informaba lo sucedido y protestó duramente. Entre otras cosas escribió (en inglés, y la carta se encuentra en mi poder): "Como representante de un país democrático no necesitamos y no solicitamos alabanzas de reporteros extranjeros que trabajan en Turquía. Nosotros les brindamos toda la ayuda requerida. Pero a cambio de ello, exigimos que sus informes sean objetivos y responsables".

Estas fueron las palabras, fruto de la elocuencia de un representante oficial del gobierno de Turquía, un gobierno hipócrita que hoy no duda en ensuciarnos con sus mentiras.

Para ver la nota sobre la serie, presiona aquí:
http://www.youtube.com/watch?v=NTgcZNg-ZDo

Fuente: Yediot Aharonot - 16.10.09
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il