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¡Créanme!


"Quiero propulsar las negociaciones con los palestinos. Soy capaz de traer un acuerdo de paz definitivo. Tengo una amplia predisposición política para solucionar el conflicto", dijo Binyamín Netanyahu. "¡Créanme!"

Repitió ese mismo mensaje en Washington y Jerusalén, y agregó: "...grandes renunciamientos, espíritu solidario, concesiones territoriales; vengan, comencemos las negociaciones y asombremos al mundo...".

Habrá que creerle. Líderes políticos se miden por esos mensajes públicos que están dispuestos a defender frente a cámaras y micrófonos. La intención muestra que existe una correlación entre lo que se dice en los escenarios y las insinuaciones discretas en oficinas privadas. Conclusión: Las palabras de paz de Bibi están destinadas a preparar a los partidos políticos y a la opinión pública israelí para su próxima movida. De ella habló con Barack Obama en la Casa Blanca.

Netanyahu tiene varios incentivos:

Estrategia. Parecería que Bibi se prepara para una guerra contra Irán y Hezbolá el próximo verano. Prueba de ello es el incremento en el presupuesto de seguridad y la preparación de la retaguardia para el enfrentamiento. Aún así, si finalmente no decidiera atacar, debe estar preparado. Es preferible para Israel combatir en menos frentes y neutralizar enemigos por medio de la vía diplomática.

Popularidad. Una encuesta publicada por el periódico Haaretz determina que la mayoría de la población israelí anhela un acuerdo con los palestinos y está dispuesta a dialogar con Hamás, pero prefiere que las negociaciones las encauce un gobierno de derecha. Netanyahu es popular; actualmente no existe ningún dirigente que amenace quitarle el afecto de la ciudadanía. Si consigue avanzar en el proceso político, responderá a las expectativas públicas, así como lo hizo con su declaración sobre "dos Estados para dos pueblos".

Política interna. Bibi duda que el Partido Laborista consiga salir bien parado de su profunda crisis. Ello podría acabar con su coalición gubernamental y dejarlo en manos de sus "socios naturales" de la ultra derecha, que se oponen a cualquier acuerdo. Además, apartaría a Ehud Barak - a quien Netanyahu necesita para la posible confrontación con Irán - del ministerio de Seguridad. Bibi debe arrojar un hueso políticó a Avodá para que permanezca en su gobierno.

Política internacional. El aislamiento de Israel preocupa y se agrava. Negociaciones reales con los palestinos, especialmente si vienen acompañadas de la "generosidad" prometida por Netanyahu, alejarán de Israel el Informe Goldstone, el peligro de boicot o sanciones y contribuirán al reestablecimiento de relaciones correctas con Europa, Turquía y Jordania.

Es cierto, Bibi puede motivar a todo el mundo y hacer correr el tiempo con diálogos fútiles hasta que resuelva si ataca o no a Irán, o hasta que Obama tenga que invertir su agenda en preparar la reelección, y lo deje en paz.

Netanyahu sabe que nadie le cree, y responde: "Yo no anhelo un proceso sólo para negociar. Mi objetivo es finalizar el asunto. ¡Créanme!". Él podrá confundir a los periodistas, que lo máximo que harán es escribir en su contra; pero resulta difícil aceptar que trate de engañar al presidente de EE.UU con falsas promesas.

La propuesta de Obama es clara: Una lucha política frente a Irán y el respaldo de seguridad para Israel - en diversos aspectos incluso mayor que en la época de Bush - en compensación a una retirada de los territorios y un Estado palestino.

Netanyahu lo entiende; pero de todas maneras se empecinó en reunirse personalmente con él para decirle que desea un avance en el acuerdo con los palestinos. Habló de "pasos concretos" y publicitó sus promesas. ¿Porqué hacerlo, si no tiene ninguna intención?

Bibi está solo. Su socio palestino, Mahmud Abbás, lo rechaza. Sus selectos ministros no se muestran entusiasmados: Barak empuja la movida hacia Siria, Liberman menosprecia las negociaciones con los palestinos. No resulta claro si puede confiar en alguien que lo secunde para poder llegar a un acuerdo, así como Beiguin contaba con Dayán o Rabín con Peres. Todo político necesita un diplomático experto; un Henry Kissinger. Barak y Olmert negociaron en solitario y se derrumbaron.

Pero estos problemas son solucionables. Cuando Netanyahu convenza a sus escuchas sobre sus serias intenciones y presente un plan de paz convincente - no sólo consignas -, el sistema político se reordenará; los adeptos al arreglo con los palestinos, le brindarán su respaldo.

Ese es su desafío. Habrá que creerle. Veremos si logra convencer a Abu Mazen.

Fuente: Haaretz - 19.11.09
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il