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El regreso de la "Orden Hannibal"

Las consecuencias del caso Shalit vuelven a abrir el debate en la sociedad israelí sobre la legitimidad de la "Orden Hannibal" de Tzáhal que permite, ante el intento de secuestro de un soldado, disparar contra los raptores aún haciendo peligrar la vida del cautivo.

En estos días, un coronel de uno de los regimientos más sofisticados de Tzáhal, afirmó que dio órdenes claras a sus fuerzas instaladas en la frontera de la Franja de Gaza para que ante cualquier intento de secuestro persigan inmediatamente a las células terroristas y disparen aún poniendo en peligro la vida del soldado prisionero.

La  indecisión de Tzáhal sobre cumplir o no con la llamada "Orden Hannibal" continúa más de veinte años. El acatamiento de la misma fue tomado en cuenta, en su tiempo, por los soldados en el sur del Líbano. Sin embargo cuando entes judiciales formularon al ejército preguntas al respecto, los oficiales de Tzáhal respondieron de forma evasiva. También intervino la censura y durante años se pusieron numerosos obstáculos para publicar investigaciones periodísticas al respecto.

En 2003 la oscuridad se disipó y la "Orden Hannibal" fue publicada en el periódico "Haaretz". En el ejército explicaron que a raíz del daño político y de seguridad que puede originarse por un secuestro, la medida es justa dado que las consecuencias a largo plazo del precio a pagar por la liberación de un soldado pueden ser mucho más trágicas que el rapto propiamente dicho. De todas maneras, se suscitó un escándalo público y al cabo de dos años fue derogada.

La nueva orden rezaba que presumiendo que el soldado cautivo podría encontrarse rodeado por sus secuestradores, por ejemplo dentro de un mismo vehículo, estaba prohibido dispararles.

En Junio de 2006 se produjo el secuestro de Guilad Shalit. Aún durante el mismo, el comandante de uno de los tanques identificó en la frontera con Gaza a un grupo de personas cruzando la cerca desde Israel hacia el oeste, regresando en dirección a Rafah. El oficial solicitó autorización para disparar sobre los que huían, pero debido a la confusión en la red de comunicación no consiguió hablar con su superior, la única persona autorizada para dar una orden de tal magnitud.

Finalmente, el vice-comandante del escuadrón autorizó disparar únicamente con ametralladoras. El tanque estaba demasiado lejos de los fugitivos y dichas armas no dieron en el blanco. Posteriormente se supo que las figuras identificadas por la dotación de tanques, eran dos de los secuestradores armados conduciendo bajo amenazas a Shalit hacia el interior de la Franja de la cual no regresó hasta hoy.

Este episodio involucra un difícil dilema ético. Sin embargo, quien fuera entonces jefe del equipo de investigaciones del secuestro, el General (retirado) Giora Eiland, insinuó en su informe que en su opinión, la comandancia superior debería haber permitido disparar en ese caso. Actualmente, tres años más tarde, el comandante de regimiento de Nahal, Coronel Motti Baruch, dice cosas similares.

Según Baruch, sus órdenes para los soldados son precisas: nadie cae prisionero, aún cuando en el esfuerzo de impedir el secuestro, se ponga en peligro la vida del soldado secuestrado.

El Coronel Baruch tiene suficiente experiencia militar como para decidir ante tales situaciones. Sus superiores lo entienden y también sus soldados. En el mes de enero pasado, al comienzo de la operación "Plomo fundido", un comandante de batallón de la división Golani, exigió a sus combatientes que "ningún soldado del batallón 51 cae secuestrado bajo ningún precio. El gendarme se inmola con una granada sobre sus raptores pero no se entrega".

Aunque ésta no sea la política oficial, Israel endurece su postura con relación a los secuestros.

El cambio en el accionar de varios oficiales de Tzáhal se produce debido al trauma en la sociedad israelí y la diversidad de opiniones que se suscitan alrededor del caso Shalit. En la esfera política se busca una actitud diferente y se aguardan las resoluciones de la Comisión Shamgar, encargada de recomendar normas rígidas para posibles negociaciones con organizaciones terroristas en el futuro. En el terreno, la comprensión se traduce en esfuerzos por hacer lo imposible, todo lo que esté al alcance, para evitar un nuevo secuestro.

Podrían llevarse a cabo un sin fin de debates éticos sobre si está permitido poner en peligro la vida de un soldado en circunstancias como estas. Pero en la lógica de un comandante, que ve a Shalit prisionero de Hamás más de tres años y comprende el daño estratégico a largo plazo, es difícil creer que aún quedaron muchas dudas.

La primera misión de los soldados de Tzáhal en la frontera con Gaza es evitar incursiones de terroristas que atentan contra ciudadanos. Posteriormente, y este debe ser el orden de prioridades, evitar secuestros. En el caso de realizarse uno, se debe tratar de impedirlo, incluso poniendo en peligro la vida del soldado cautivo.

Después del secuestro de Shalit, y de sus consecuencias en la sociedad israelí, parecería que cada vez más soldados y civiles estarán de acuerdo con el comandante de regimiento de Nahal. Quizás incluso aún más con la descripción de la cruda realidad del comandante del batallón 51 de Golani.

La "Orden Hannibal" parece hoy ser más vigente que nunca.

Fuente: Haaretz - 22.12.09
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il