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¡Bibi te extrañamos!


Tanto lo extrañábamos que llegó el momento de gritarlo con voz clara y diáfana:
¡Por favor Bibi de antes, regresa a nosotros lo más rápido posible! ¡Vuelve y sálvanos del Bibi actual!

¿Quién hubiera imaginado que lo extrañaríamos tanto? ¿Quién soñó que en las noches tropicales lo recordaríamos con añoranza; que nos fundiríamos en la nostalgia de aquellos días tan bellos junto a él? ¿Quién creería que llegaría el día en que desearíamos con toda el alma que regrese?

Pero sucedió. Tanto lo extrañábamos que llegó el momento de gritarlo con voz clara y diáfana: ¡Por favor Bibi de antes, regresa a nosotros lo más rápido posible! ¡Vuelve y sálvanos del Bibi actual!

El Bibi de antes era fuerte; tenía un jefe de administración llamado Avigdor Liberman que ponía en práctica las determinaciones del patrón. El Bibi actual tiene un jefe que se llama Avigdor Liberman que lo hace girar en su dedo mayor.

El Bibi de antes dominaba a sus ministros; a la versión actualizada no la toman en cuenta ni siquiera los parlamentarios.

El Bibi actual se levanta todas las mañanas con nuevos proyectos que se elucubran por detrás de su espalda; se sorprende todo el tiempo, un minuto después que todos, como un pobre bombero que corre de incendio en incendio - que encienden sus ministros - con el propósito de apagar las llamas.

El Bibi de antes no le temía a nadie; el actual camina sigilosamente debajo de la alfombra y trata de contentar a todo el mundo.

El Bibi en su primera versión era claro y podíamos contradecirlo. El actual abraza a Ehud Barak y lo consiente con cigarros de primera calidad que compran el silencio de su partido.

El Bibi de antes llegaba a decisiones (erradas) con rapidez y estoicismo. El actual duda, vacila, se confunde, sufre, tartamudea, cavila, brinca entre las cláusulas y sólo cuando el alimento cocinado se quema, y los demás resolvieron por él, se asusta, se pliega, desdibuja su mirada, pestañea a derecha e izquierda y da un salto adelante y dos para atrás. ¡Cuánta energía! ¡Por favor, un poco de compasión para el hombre.

El Bibi antiguo era un disertador extraordinario; el actual tiene sólo dos palabras en su léxico: "amenaza iraní".

¡Cómo deseábamos que hubiera un Bibi nuevo, responsable, en el que pudiéramos confiar, que nos conduzca hacia lo seguro!

Pero lamentablemente, nos damos cuenta que la versión actualizada nos conduce como un chofer ebrio, y nos desmorona al abismo con tanta rapidez que podemos sentir el soplo del viento en nuestros rostros.

No hay táctica, no existe la estrategia, el futuro no se vislumbra; sólo un presente efervescente y difuso que nos invade como la tierra en Haití antes que comenzara a temblar.

Quizás no sea él; talvez somos nosotros quienes cambiamos; nosotros que callamos, que observamos mudos las patrañas del gobierno; como si se tratara de una serie cómica con buen guión para programas satíricos y no de nuestra vida real.

Y así, cansados, abatidos para lograr movilizar algo y avergonzados, nos encerramos tras la puerta de nuestra fe con la esperanza de que suceda un milagro.

Fuente: Yediot Aharonot - 18.3.10
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il