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Atragantados con dulce de leche


En "El Gaucho" de Herzlía, antes del partido, hablábamos sobre lo mucho que había alardeado Maradona a sus jugadores. Según Diego, Dios estaba con él y los argentinos obligarían a Alemania a correr detrás de la pelota.
 

Qué fácil es hablar y qué difícil respetar a un rival con tres mundiales y cuatro subcampeonatos. Al final, los germanos hablaron en el campo con una contundencia que dejó sin argumentos a un conjunto tan falto de creatividad como su técnico.



Nos juntamos a pesar de todo. Dicen que el fútbol no es una cuestión de vida o muerte, que es algo mucho más importante. Entonces no podíamos fallar; aún sabiendo que la selección de Diego todavía no se había enfrentado a ningún rival serio y que muchos hinchas ya veían al equipo y lo comparaban con el Mundial de 1986.



Los más temerosos de entre nosotros pronosticaban - entre empanadas y chorizos - apuros ante una Alemania fuerte en el centro de la cancha y mortal por los laterales, justamente el gran problema de Argentina.



El caos táctico de la celeste y blanca se evidenció con un grupo desesperado y sin ideas y en la cara de cada uno de nosotros que bajábamos de a poco los tambores y nos atragantábamos con el dulce de leche en cada gol alemán.



No tardó mucho en adivinarse una mala tarde para Argentina. Nos encontramos disfrutando y cargando con la eliminación de Brasil, pero la alegría se convirtió en desolación. La fortaleza sudamericana, evidenciada hasta los cuartos de final, fue apabullada por Holanda y Alemania sin excusas posibles.



La primera jugada teutona terminó en 1-0. Los últimos 25 minutos fueron desesperantes, con los jugadores confundidos y nosotros impotentes y amargados.



Esperábamos una reacción de Maradona en el segundo tiempo. Habría sido lo normal. Las banderas volvieron a agitarse y las trompetas a sonar. Argentina tomó algo de aire, siempre conducida por Messi, que intentaba solucionar el descalabro en la mitad del campo. Pero él solo no podía. Era imposible.



Las fieras de Maradona acabaron como gatitos, el Pelusa acabó mudo y nosotros petrificados.

En el 2014, en Brasil, será más difícil, aunque nosotros en la Tierra Prometida siempre creemos en milagros.