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Esos extraños mails que recibo

Me llamó una amiga para preguntarme qué opinión me merecía el affaire Wikigate. Me despaché a gusto. Le hablé de las teorías del pensador francés Paul Virilio, en especial aquel concepto que se refiere a la "bomba informática" en El Arte del Motor, que conozco bien ya que es un autor que doy como material obligatorio en la universidad donde enseño.

-¿Y tus alumnos entienden eso? Yo no entendí nada... Y cortó.

Una segunda amiga me llamó para contarme que estaba contenta y casi feliz.

-¿Entraste en un talle 38, -le pregunté-, o volvió a estar de moda el rosa Dior?

-No, estoy así porque se "cayeron todos los velos". El rey está desnudo. ¡La verdad va a triunfar!.. Y también cortó.

Me quedé con la idea de un rey desnudo. ¡Qué feo! Si lo mejor que tienen los reyes es la ropa, las coronas y esas capas. Rápidamente me imaginé al futuro rey de Holanda, Guillermo de Orange, el marido de Máxima, tal como Dios lo trajo al mundo y no me gustó. Juro que no me gustó. Ni siquiera creo que me guste la imagen del futuro rey de Inglaterra, también Guillermo, de veintiocho años desnudo. Si un Guillermo -Willy para los amigos- desnudo me resultaba feo, dos me resultaban peor.

Por fin una tercera, luego de casi ningunearme porque yo no aparecía en ninguna información clasificada, me expuso su teoría, que ella creía original. Treinta años antes Andy Warhol ya había vaticinado que en un futuro todos tendrían quince minutos de fama.

Ella se refería al recientemente encontrado Julian Assange, como el irresponsable que obtuvo "cinco minutos de fama".

Cuando quise contestarle algo de mi propia cosecha, ya no la de Paul Virilio, aunque probablemente teñida por su lectura, me contestó: -No, no tengo tiempo para hablar por teléfono. Mejor te encuentro en el chat de siempre.

Mientras me dirigía a la computadora para encontrarme con ella y veinte personas más en el chat, no pude abstenerme de revisar mis mails. Abrí el enviado por mí a mi persona, pero no escrito por la que esto escribe. Ya estoy acostumbrada a recibir mails originados en mí pero escritos vaya a saber por quién.

En ese momento me entero de que para los de esa lista, la otra Liz -la virtual- es una delgaducha "por privación voluntaria de comida, no naturalmente"; que me manejo con modales aprendidos recientemente y que soy más que bipolar: tripolar.

¡Epa! Extraño ¿no? Respondí que estaba de acuerdo con lo escrito y agregué: -"Liz es eso y mucho más. Es cuatripolar, utiliza para paliar tanta polaridad cuatro medicaciones traídas del extranjero y lo de los modales aprendidos recientemente está por verse. Cuando nadie la observa y ante la ausencia manifiesta de colaboradores, se rasca. Se rasca a dos manos las extremidades inferiores hasta llegar a las superiores. De modo tal que más parece un orangután que persona. Por si esto fuera poco, recomiendo poner atención a sus literaturas por resultar azas eclécticas, fruto de su "compulsión" a la lectura, impulsada desde muy pequeña por su rama paterna. En una palabra: no es una persona normal".

Envié el mail a toda la lista. También me llego a mí, puesto que yo y la otra -la virtual- estamos en la misma serie. Inmediatamente me contestaron -todos- que estaban de acuerdo y que si antes no quisieron expedirse por motivos ya conocidos por un mail anterior -que no recibí- "ya era hora" de decirlo. Felicitaban la iniciativa.

Agregaban un par de calificaciones que por respeto a mí no hago públicas.

Me consuela pensar que Hilary la debió haber pasado mucho peor que yo en su momento.

Después de todo, siempre intuí que los de esa lista pensaban esto de mí. Desconocía que yo -la Liz virtual- también pensara lo mismo que ellos.

Mi tía fue clara y taxativa. Hizo dos afirmaciones al respecto que transcribo. La primera: -Prefiero los programas de chismes de la tarde donde por lo menos conozco a la gente. No sé quién es la enfermera de Kadafi y ya no me acuerdo quién es Kadafi.

La segunda: -Después de todo, nena, siempre se pueden pedir disculpas como lo hace el Señor -perdón si te ofendí-; no fue mi intención; no creas todo lo que dicen... cuando vuelve de Miami.

-¿Quién es ese señor, tía?

-Es el señor R. F, el de los chocolates. Vos sabés, nena, que a mí no me gusta eso de andar dando nombres.

En un ataque de vehemencia arrebatada, volví a la lista donde se me nombraba como próxima a la familia de los primates superiores y escribí: -"El vestido de boda de la mujer de Macri no le quedaba bien. A pesar de ser bonita, le ensanchaba la cintura". Esta vez el moderador de la lista no me dejó entrar. ¡Menos mal!

Pensé en la frase: "Nada nuevo bajo el sol" del Eclesiastés, y completé "a pesar de las Nuevas Tecnologías.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 12.12.10
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