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Se les fue de las manos

El régimen de los ayatollas iraníes está fuera de todo control.

Tras demasiados años jugando al gato y al ratón con un Occidente cobarde, pusilánime, valga decir acojonado, un Ahmadinejad surfeando por la cresta de la ola, sus oponentes, liados con la manta a la cabeza, dando indicios de inmovilidad peligrosa y con sus vecinos regionales, valga señalar a China, Rusia y Pakistán además de Corea del Norte, todos ellos entregados al comercio sucio atómico consistente en vender aquello que no debió estar en manos tan peligrosas, Irán hoy está a punto de poner el mundo de rodillas y al borde del precipicio nuclear, un abismo atómico hasta la fecha bajo control de estados que garantizaban su buen uso y controlaban con rigor sus efectos.

Irán es hoy no solo un estado gamberro, sino un peligroso experimento que se ha ido de las manos a Occidente, la ONU y la OTAN por su propia ineficacia y también, por qué no decirlo, por fantasías peligrosas de ciertos personajes capaces de vender su alma democrática al universo de la perversión más abyecta, lúgubres y patéticos alquimistas del buenismo bajo el pomposo título de la "Alianza de las Civilizaciones" con Rodríguez Zapatero al frente.

Algún día habrá que pedir cuentas y procesar a individuos como este que con su forma de entender las relaciones internacionales han inyectado legitimidad a quiénes ni la merecían ni debieron figurar en panel alguno de estados limpios y homologables con el resto y han consolidado con su apoyo un experimento que puede llevar a la humanidad a otra conflagración de proporciones inusitadas y terroríficas.

Ahora ya no caben las prisas, tiempo hubo de haber hecho lo necesario mientras Irán acumulaba pretextos para lograr sus propósitos abusando de la mentira, persecución de la oposición y enviando amenazas constantes contra Israel seguros de que iban a salirle gratis.

¿Y ahora qué? ¿Quién le pone el cascabel al gato? Es tarde para las sanciones por cuanto siguen adelante con su programa, también es tarde para alcanzar acuerdos y pactos que frenen un programa secreto que a voces habla alto de sus intenciones. También es tarde para poner de acuerdo a la partes interesadas en no permitir que dure un día más esta situación.

¿Qué queda entonces? Una salida: la intervención armada. No hay resquicio para otra cosa y lamentablemente la humanidad pierde otra ocasión más de resolver un problema antes que estalle. Otro fracaso más para sumar al catálogo de derrotas y naufragios humanos que hunden a las naciones y sus sociedades y las llevan a callejones sin salida por no haber hecho antes las tareas necesarias.

¿Quién será el primero en apretar el botón? Adivínenlo. ¡Acertaron otra vez! Y luego les llaman imperialistas y acusan de "imperio". ¿Por qué no se hizo nada antes de llegar a esta situación?

¡Cobardes; malditos y cabrones cobardes! Se les fue de las manos pudiendo haberle puesto límite. Eso dirán un día muchos.

Miguel Martín
Zaragoza