
Sin embargo, dado que las mujeres sufrieron los decretos persecutorios y fueron víctimas de los tormentos, la congoja, el dolor, y la fustigación en el exilio, no pueden apartarse de recordar el dolor. Necesitan de la lamentación para prepararse a la Liberación.
Ya el profeta Jeremías nos dice en el capítulo 9: 17-21: “Esto es lo que ha dicho el Eterno de los ejércitos: ‘Pórtense con entendimiento, y llamen a las mujeres que salmodian endechas, para que vengan; y envíen [aviso] aun a las mujeres diestras, para que vengan, y para que se apresuren y levanten sobre nosotros una lamentación. Y que nuestros ojos dejen rodar lágrimas y nuestros propios ojos radiantes destilen aguas. Porque la voz de lamentación es lo que se ha oído desde Sión: “¡Cómo se nos ha despojado con violencia! ¡Cuánto nos hemos avergonzado! Porque hemos dejado el país; porque han desechado nuestras residencias. Pero oigan, mujeres, la palabra del Eterno, y reciba su oído la palabra de la boca de él. Entonces enseñen a sus hijas una lamentación, y cada mujer a su compañera una endecha. Porque la muerte ha subido por nuestras ventanas; ha entrado en nuestras torres de habitación, a fin de cortar de la calle al niño, de las plazas públicas a los jóvenes’.”
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