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Nakba sí, Nakba no

La llamada Nakba no fue un desastre natural. Fue el resultado de la derrota militar y política, a consecuencia de decisiones políticas particulares cuya ejecución quedó bajo la entera responsabilidad de los países árabes que declararon la guerra a Israel en 1948.

Los esfuerzos de los miembros de la extrema derecha israelí por prohibir a los ciudadanos árabes del país la conmemoración de la Nakba están destinados al fracaso. También las iniciativas de la extrema izquierda para convertir la Nakba en un día de conmemoración conjunta para todos los ciudadanos de Israel llevan el mismo sino.

Israel no es un estado binacional, y con todo el debido liberalismo y humanismo, es difícil considerar la victoria y la derrota de la misma manera.

Se puede pensar que la mayoría judía muestre respeto por el luto de los palestinos. Pero es algo difícil de lograr debido a la forma en que la narrativa palestina ha presentado hasta aquí la Nakba. Los liberales israelíes necesitan poseer la suficiente honestidad intelectual para hacer frente a ese problema.

En primer lugar, el concepto mismo de "Nakba", palabra árabe que significa "catástrofe" o "desastre" - como si los acontecimientos de 1948 hubiesen sido producto de un desastre natural y no el resultado de la acción humana - difumina el contexto histórico de los hechos. La llamada Nakba no fue un desastre natural. Fue el resultado de la derrota militar y política, a consecuencia de decisiones políticas particulares cuya ejecución quedó bajo la entera responsabilidad de individuos determinados.

En segundo lugar, en el mundo árabe, en general, y entre los palestinos, en particular, existe una gran renuencia a tratar el Holocausto. No obstante, ellos pretenden encontrar ocasionalmente comparaciones entre la Nakba y la Shoá. Pero el hecho mismo de la comparación resulta moralmente inconcebible: Lo sucedido con los palestinos desde 1947 hasta 1948 constituyó el resultado de una guerra en la que fueron derrotados, mientras que el Holocausto fue el asesinato planificado y metódico de civiles en masa. Los 6 millones de judíos de Europa que fueron exterminados durante la Shoá no habían decidido ir a la guerra para enfrentar a Alemania. De hecho, los judíos alemanes fueron buenos patriotas alemanes, y muchos de los judíos de Europa del Este consideraron la cultura alemana como la cúspide de la civilización europea.

En tercer lugar, la cuestión más importante: el discurso palestino no tiene en cuenta el hecho de que han sido las decisiones políticas árabes las que ocasionaron un terrible daño a los palestinos. Existen cientos, si no miles, de artículos y libros en árabe sobre la guerra de 1948, y también hay análisis de expertos acerca de las razones del fracaso militar árabe. Pero hasta la fecha no existe voluntad de enfrentar un simple hecho: la decisión de ir a la guerra oponiéndose a la resolución de la ONU sobre la partición de Palestina fue un terrible error moral y político por parte del mundo árabe.

Si los palestinos y los países árabes hubieran aceptado el plan de partición, el estado árabe de Palestina se habría establecido en 1948 y no se habría conocido el problema de los refugiados. No fue el establecimiento del Estado de Israel lo que provocó el problema de los refugiados, sino más bien el hecho de que los árabes decidieron declarar la guerra contra la creación de un Estado judío en parte de Palestina.

La búsqueda de reconciliación por parte de los israelíes puede lograr del lado árabe la decisión de enfrentar finalmente estas cuestiones. Así como resulta imposible separar la deportación de 12 millones de alemanes autóctonos de Europa del Este después de 1945 del ataque de Alemania a Polonia en 1939, también es imposible ignorar la dimensión moral de la resolución árabe de ir a la guerra en contra de la idea de partición.

Cuando se declara la guerra y se pierde, hay consecuencias que se deben enfrentar, aun cuando los ganadores deban ser considerados todavía responsables de sus propios actos.

Si realmente vamos camino a una solución de dos estados, debería esperarse un poco de autocrítica del lado árabe, algo equivalente a lo que el libro de S. Yizhar, "La historia de Hirbet Hizah" - sobre la expulsión de los pobladores árabes por una unidad de Tzáhal, actuando bajo órdenes -, significa en el discurso israelí. Eso facilitaría las cosas para los israelíes a la hora de compartir el dolor palestino.

Los vientos democráticos que comienzan a soplar en el mundo árabe deberían servir de fundamento a aquella esperanza que ve en el desarrollo de un discurso crítico el siguiente paso, luego de la Plaza Tahrir: el comienzo de la liberación, no sólo de los regímenes autocráticos, sino también de la incapacidad de mirarse descarnadamente en el espejo.

Fuente: Haaretz - 13.5.11
Traducción: www.argentina.co.il