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Pesaj y el Ángel de la Muerte

Los últimos acontecimientos en Oriente Médio, en medio de la turbulencia y de la incertidumbre en cuanto a su futuro, dejan algunos puntos perfectamente claros. Sin sorpresa, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, la prensa y los organismos progres son extremadamente selectivos en sus acciones «humanistas y pacifistas».

El Consejo de Derechos Humanos no promueve ninguna investigación sobre atentados terroristas, asesinatos o masacres cometidas por regímenes musulmanes militares, teocráticos o aristocráticos. Los medios minimizan noticias, análisis y comentarios. Las ONGs «humanistas», en una posición bastante desconfortable, mantienen un silencio absoluto.

La excepción es Siria, cuyo gobierno criminal es defendido por Chávez y el ALBA, Rusia, China, Cuba, Corea del Norte y Hezbolá, quienes luego de 10.000 muertos en un año (!) afirman que no se puede derrocar así nomás a un gobierno «legítimo» elegido por el pueblo y que todo debe solucionarse por la vía diplomática. Allá ellos...

Hay tentativas desesperadas, bastante cómicas, por cierto, de atribuir a Israel alguna responsabilidad en las rebeliones de la población árabe-musulmana. Assad y Ahmadinejad, evidentemente, no pueden dejar pasar una oportunidad como esa. Pero, además de ellos, ciertos analistas dicen que Israel prefería las dictaduras amenazadas a los eventuales regímenes democráticos. O sea: afirman que Israel apoya a las dictaduras árabes-musulmanas que vienen combatiendo al Estado judío desde casi un siglo sin señales de agotamiento. ¿Genial, no?

Hamás fue instruido por Teherán para desviar la dirección de los reflectores que se habían vuelto hacia las rebeliones en el mundo árabe y el proyecto nuclear iraní, y volverlos a enfocar en el conflicto palestino-israelí. Nos lanzaron más de 300 misiles, sofisticados y de los otros, en un fin de semana, bombardeando intensamente ciudades y poblaciones israelíes, tratando de matar civiles. La reacción de la ONU fue, como siempre, nula. El Consejo de Derechos Humanos, lógicamente, no se manifestó. Eso sí, los gobiernos occidentales esperaron la reacción israelí para condenar la «escalada de violencia en la zona», repartiendo equitativamente la responsabilidad entre los que atacan civiles y los que se defienden de esas agresiones.

Obama volvió a declarar en medio de las masacres diarias en Síria, Yemen, Irak, Bahrein, etc., - esta vez sin tartamudear, y de cara a las elecciones -, que el problema central en Oriente Medio es la falta de un Estado palestino. Además, pidió que confiemos en él en lo que respecta a los ayatolas. Según el presidente, los iraníes tendrán que elegir entre enriquecer uranio o morirse de hambre. Después de comprobar cómo le fue a EE.UU en Irák y cómo le va en Afganistán, no conviene tomarlo demasiado en serio. Nunca está de más dormir con un ojo abierto.

Dos semanas atrás, «humanistas» de todo el mundo como Luis D'Elía se juntaron alrededor de nuestras fronteras para conmemorar en marchas pacíficas el «Día de la Tierra». Todos los títulos en las agencias de noticias y medios de comunicación en español giraban sobre «Ejército israelí repele vilolentamente manifestaciones palestinas». Lo gracioso era ver en las fotos que acompañaban las notas a las fuerzas de seguridad palestinas tratando de detener a palos a la multitud para que el asunto no pase a mayores. Así funcionan los medios fidedignos de España y América Latina que perdieron todo menos la vergüenza.

Los palestinos fueron al Consejo de Seguridad de la ONU a solicitar un Estado y fueron sancionados con tarjeta amarilla por provocadores.

A Bibi nunca le ha ido mejor en su papel de «primer ministro estadounidense»; las encuestas lo aman.

Llegando a la noche del Seder, todo se le puso en orden: Adelantó las primarias del Likud y ganó por muerte; Barak se quedó sin partido, igual que Mofaz y Livni. El laborismo de Shelly Yachimovich se «enamoró» de repente de los asentamientos en Cisjordania, y la izquierda festiva se esfumó. Los «indignados» siguen igual de indignados, sólo que en lugar de indignarse juntos, ahora lo hace cada uno por su lado.

Para colmo, tampoco hay novedades en el frente de la demonización contra Israel, de la distorción, de las calumnias, de la alteración de responsabilidades, de la minimización de las masacres cuando son perpetradas por dictaduras islámicas anti-occidentales y noticiadas «menos minimamente» cuando las llevan a cabo dictaduras islámicas pro-occidentales.

Después de todo, denunciar a dictaduras árabes-musulmanas por crímenes de lesa humanidad resulta petroléramente peligroso. Para los medios y los «humanistas», el único país del planeta que comete esa clase de barbaridades es Israel. Los hechos y las evidencias no deben perjudicar a «la visión que cada uno quiere tener de la realidad», de acuerlo, lógicamente, a sus intereses inmediatos.

Algún día todo esto será objeto de estudio, examinado, publicado y debidamente analizado por historiadores objetivos y honestos. Así como se hizo con el nazismo y el stalinismo muchos años después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se trató de entender la verdadera motivación y los mecanismos que accionaron la demonización de los judíos y las acusaciones que prepararon la creación de los campos de exterminio y los gulags. En un futuro, que esperemos no sea demasiado largo, serán buscadas las verdaderas razones de la actual demonización de Israel.

Mientras tanto, al Estado judío, y a los judíos en general, no les queda otra que aguantar; y a las personas con un mínimo de lucidez y honestidad, denunciar la nueva forma de mentir asumida por intelectuales, pseudo izquerdistas, organizaciones de «derechos humanos», grupos neo-nazis, estadistas occidentales e instituciones académicas de las democracias liberales, a pesar de que un francés se levante una mañana, tome café, arranque su moto, viaje hasta una escuela, agarre a una niña de siete años por los pelos y le pegue cuatro balazos en la cabeza para que todo el mundo aprenda de una buena vez que con los fundamentalistas islámicos, quien las hace las paga; y si es en petrodólares, mejor.

Al parecer, el Ángel de la Muerte, ese mismo que acabó con los primogénitos egipcios porque el Faraón era demasiado cabeza dura, tiene todavía mucho trabajo.

¡Jag Sameaj para todos! Y no aflojen que todavía falta lo peor...