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El boomerang nuclear iraní

Mahmud AhmadinejadLa tormenta pública y mediática generada en Israel a raíz del informe sobre el programa nuclear iraní es una exageración. Quienes deberían preocuparse son los miembros del régimen de Irán. Dicho programa se está convirtiendo en una maldición para él. Si la bomba se hace realidad, provocará su caída.

De hecho, la comunidad internacional se muestra lenta para imponer sanciones severas contra Teherán, ya que muchos de los países mantienen relaciones comerciales subrepticias e incluso abiertas con Irán; ese es el caso de Alemania y Francia, aliados de Israel. Sin embargo, no se puede decir que nada esté pasando.

La semana pasada, el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de EE.UU aprobó por unanimidad un proyecto de ley que establece una serie de sanciones a las empresas extranjeras que proveen a Irán de combustible u otros productos refinados del petróleo. Ya no se permitirá el ingreso de este tipo de empresas e individuos a EE.UU; no podrán hacer negocios allí, ni trabajar con sus bancos, y así sucesivamente. Sanciones similares se impondrán a aquellos que ayuden a Irán a desarrollar capacidad propia de refinación de petróleo.

El proyecto de ley especifica además que el presidente Obama debe aclarar, en el plazo de 30 días a partir de la entrada en vigor de dicho dictamen, si el banco central de Teherán apoya la adquisición de armas nucleares, el programa de misiles iraní, la compra de armas de última generación, o el terrorismo. Si la respuesta a cualquiera de tales cuestiones es positiva, EE.UU se verá obligado a boicotear cualquier banco extranjero que realice transacciones importantes con el banco central de Irán.

Por otra parte, se les prohibirá a los legisladores y diplomáticos estadounidenses mantener reuniones con políticos iraníes, a fin de evitar negociaciones directas con el régimen; además, el gobierno de EE.UU dejará de proporcionar piezas de repuesto para aviones civiles en Irán. El Congreso concede a Obama también el poder de incrementar la ayuda económica y política a la oposición iraní.

Se espera que el proyecto de ley bipartidista sea aprobado en el Congreso y en el Senado antes de Navidad. Sería un "buen regalo navideño" para Ahmadinejad, según las palabras de la congresista republicana Ileana Ros-Lehtinen, quien lidera la iniciativa junto a su colega demócrata Howard Berman.

Israel y sus aliados deben asegurarse de que Francia y Alemania acojan una legislación similar, provocando de ese modo el completo aislamiento del régimen iraní. Rusia y China se opondrán, pero la mayor parte del comercio de Teherán se realiza con la Unión Europea. El informe de la Agencia Internacional de Energía Atómica constituye una gran ayuda en esta batalla diplomática para sofocar económicamente al gobierno de Ahmadinejad.

Los gobernantes iraníes son conscientes de la grave disminución de su estatus global. Han visto lo que sucedió con Gaddafi y lo que ocurre con el régimen de su aliado, Assad, que poco a poco marcha hacia su desaparición; por eso comprenden.

Supongamos que Irán desarrolle una bomba atómica. En ese mismo momento, el mundo habrá de cercarlo decididamente, porque hasta este punto Teherán sigue afirmando que su búsqueda de energía nuclear sirve a fines "pacíficos". Entonces, los millones de iraníes que quieren librarse del régimen ayatolá se rebelarán. Tuvimos oportunidad de verlos ya en las fraudulentas elecciones presidenciales de 2009, y ciertamente no han desaparecido. ¿De qué manera ayudará una bomba nuclear, entonces? ¿Se decidirá el régimen a lanzarla sobre Teherán para acabar con los rebeldes?

Tal como están las cosas, Irán padece un progresivo debilitamiento en el plano de sus relaciones étnicas. Los kurdos están matando a los miembros de la Guardia Revolucionaria y unen sus fuerzas cada vez más con sus homólogos iraquíes, Siria y Turquía; los árabes sunítas de Irán (alrededor de un tercio de la población) sueñan con un estado sunita independiente, y el pueblo azerí sueña con unirse a Azerbaiyán. Una economía moribunda en Irán socavaría completamente las facciones nacionales abandonadas en el país, tal como ocurrió en Irak, Siria y Líbano.

Esta es la maldición impuesta sobre el régimen de Teherán: Mientras más avanza sobre su programa nuclear, más aislado queda, con el gobierno enfrentado a una enorme amenaza interna. En ese sentido, hay que reconocer que Ahmadinejad está haciendo un buen trabajo.

Fuente: Yediot Aharonot - 15.11.11
Traducción: www.argentina.co.il