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Porque la vida es poca y la muerte mucha

El ochenta por ciento de las tortugas de este país le deben su nombre.
El cien por ciento de los niños que fuimos, que somos, que seremos le debemos una sonrisa.
Es muy difícil, no se puede reír y llorar a la vez.

El mundo tiene muchas personas importantes. Y algunas: imprescindibles.
Entender una sociedad, escribirla en poesías, cantarlas y que se conviertan en himnos por muchas generaciones es trascendental.
Y así es como algunas personas nunca mueren.

Al este y al oeste, llueve, lloverá...

Como estaba tan resfriado, disparaba su arcabuz,
Y salían estornudos. Ah, ah, ah ah, ah atchús...

Y a pesar de que ya era abuela,
un día quiso ir a la escuela.

Fue tan bueno el Mono Liso
que de postre no la quiso.

Quiero tiempo pero tiempo no apurado;
tiempo de, jugar que es el mejor.
Por favor me lo da suelto y no enjaulado
adentro de un despertador.

Que los gatos no hacen miau y dicen yes
porque estudian mucho inglés.
Los pobres coladores tienen mucha sed
porque el agua se les escapa, cada dos por tres.

Nadie supo bien por qué
a París ella se fué,
un poquito caminando
y otro poquitito a pie.

Colita verde le brotó (a la reina batata, a la nena, no)
y esta canción se terminó.

Porque el idioma de infancia
es un secreto entre los dos...

Ánimo que aunque hayamos envejecido
siempre el dolor parece recién nacido.

Porque la vida es poca y la muerte mucha.

...sin embargo estoy aquí, resucitando.

Descanza en paz, María Elena Walsh