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¡Eureka! lo encontré...

¡Eureka! lo encontré fue, según dicen, le exclamación del matemático griego Arquímedes cuando descubrió, mientras se bañaba en un baño de inmersión, que el volumen de un cuerpo sumergido en el agua es igual al volumen del agua desplazada. Tuvo suerte, en un baño de ducha quizá no hubiese pasado a la posteridad con su famoso Principio.

Mi Principio, también se vale del mismo grito, pero se resuelve de otro modo: "La importancia de un papel requerido -factura; boleta, recibo- debe hallarse en el tacho de basura, aún no vaciado".

Que no se me malinterprete. Llevo una vida ordenada, arreglo lo que se rompe en mi casa, cumplo horarios, mi vida no es un caos. Pero a la hora de los papeles, ésta se multiplica por cinco.

Jamás podría vivir en los Estados Unidos del Brasil, donde solamente conozco al rey Pelé y por fotos. Él es negro y yo blanca leche. Y sabemos cómo la pasan los blancos leche: el sol les quema la dermis, la epidermis y la glotis los doce meses. Pero fundamentalmente no podría vivir por su bandera de "orden y progreso".

Mi Principio secundario, por eso lleva el número dos, ¡qué ordenada! es aquel que dice: "El orden de los papeles -archivados- altera el producto. "Cuando los organismos que admiten su nombre en siglas -DGI; AFIP; KGB- me intiman a presentar la tercera cuota que pagué - soy una ciudadana que paga todo - es claro que no la voy a encontrar tan fácilmente ya que en mi peculiar ordenamiento de las cosas, primero existe la tercera cuota, luego la primera y así. Y en distintas carpetas, obvio. Mi ordenamiento definitivamente no sigue el intervalo de la recta numérica, tal cual nos la enseñaron en el colegio. No soy necia, lo sé, pero no lo puedo evitar. Me cuesta caro: en muchas oportunidades pago dos y hasta tres veces la misma factura, por no haber revisado el tacho de la basura.

Lo curioso es que no tiro papeles, es por eso que sé que en alguna parte están. Alguna es un adjetivo tan vago, incierto que no siempre lo encuentro en la basura. ¿Y si por una vez lo guardé, como corresponde, archivado correctamente? ¿Eh? Esto es precisamente lo que torna difícil el asunto. A veces, archivo dónde corresponde. Porque si siempre fuera el tachito de los residuos, la regla estaría sentada, acostada o parada. Pero el azar la domina.

Conozco gente como yo: Mi amiga D, invariablemente, cuando le pregunto (por skype) cómo está, no me contesta, mal, regular, bien. No... -Haciendo papeles. Con lo cual se desprende que "hacer papeles" es una de las formas de ser o estar en su vida.

- ¿Qué, los fabricás?

- No, los busco. Estoy ocupadísima.

Odio llamar, como lo hacen los españoles, ordenador a la computadora. ¿Ordenador de qué? Para que sea un verdadero ordenador deberíamos saber en qué carpeta se guarda un documento. ¿Serán más ordenados todos los españoles que usan ordenadores?

Mi padre era ordenado: guardaba un sobre dentro de otros dos y éstos los guardaba bajo siete llaves: encontraba sólo seis llaves y luego directo al cerrajero.

Ser ordenado sirve para escribir: Si a uno se le ocurre por lo menos una idea, lo ideal sería anotarla en uno solo y mismo cuaderno, siempre. ¿Adivinen?; sí, anoto diferentes ideas en tres cuadernos: un cuaderno por cada idea. Tengo tres cuadernos.

Mi sueño sería ordenar los libros de mi biblioteca e insertar en cada uno un chip que me permitiera encontrarlos sin dificultad con sólo escribir su nombre en un ordenador, en este caso se justifica el mote de ordenador.

En tren de imaginar realidades, mi sueño sería que lo haga otra persona, no yo; un asistente.

Conozco también - pocas - personas ordenadas. Me pregunto ¿serán personas? ¿...O robots disfrazados de humanos?

En realidad a mí no me gustaría ser ordenada, sí encontrar lo que busco dentro de la primera hora, u hora y media. Lo mío no es el desorden sino un orden, ¿cómo llamarlo? oculto por la maleza y espesura de otros papeles.

Tengo un mal recuerdo de mi infancia que atravesó la adolescencia y aún me dura: Una vez vi caer, abrir y desparramarse un bibliorato. ¡Qué fea imagen! Desde ese día ya no creo más en ellos. Y no me hablan de escanear, no. He dejado de trabajar en una oficina y no quiero volver a ella, aunque sea en mi hogar dulce hogar. Acabo de regalarlo.

Lo mío no es "La Dolce Vita" en lo que a la búsqueda de papeles se refiere. Es más bien "Sin novedad en el frente" libro escrito por Erich Maria Remarque que también fue llevado a la pantalla. Mi padre, que tampoco encontraba papeles, siempre me hablaba de él. A Fellini lo descubrí solita.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 20.3.11

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