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Adiós a los ojos violetas

Ninguna actriz como Elizabeth Taylor ejemplifica mejor la época más glamurosa, y también más trágica, del viejo Hollywood.

La protagonista de títulos como Un gato sobre el tejado de zinc, De repente, El último verano, Gigante, Cleopatra, ¿Quién teme a Virginia Woolf? y La mujer maldita resume en su carrera artística, y en su ajetreada vida personal, ligada durante tanto tiempo a otro actor formidable, Richard Burton, el esplendor y el ocaso del cine hollywoodiense.

Sin ella no podría entenderse el funcionamiento del cine estadounidense durante los años 50 y 60, momentos de verdadera ebullición en el seno de Hollywood.

Fallecida a los 79 años de edad, Liz había nacido en la localidad británica de Hampstead Heath, cerca de Londres, en 1932. Sus padres, de origen estadounidense, se habían instalado en Inglaterra, donde el padre trabajaba como marchante de arte. En 1939 regresaron a Estados Unidos, a California, y la obsesión de su madre, actriz retirada, en que siguiera sus pasos la llevó desde muy joven a presentarse en cástings y concursos de lo más diverso.

Su carrera como actriz infantil y adolescente estuvo marcada por la presencia en varias películas de la serie Lassie, aunque sería National Velvet (1944), una comedia sobre el mundo de las carreras de caballos, el filme que la convertiría en una incipiente estrella. Sería al final de los 40 y principios de la década siguiente cuando empezaría a despuntar de verdad, con títulos como Mujercitas (1949) y el díptico de Vincente Minnelli El padre de la novia (1950) y El padre es abuelo (1951).

Richard Brooks fue de los primeros que supo potenciar sus mejores prestaciones dramáticas en La última vez que vi París (1954), según texto de Francis Scott Fitzgerald, y Un gato sobre el tejado de zinc (1958), adaptación de una pieza de Tennessee Williams.

Por aquel entonces estaba casada con su tercer marido, el productor Michael Todd, aunque la historia más conocida, tormentosa y vendible, y que dejó un claro sello en su evolución como actriz, es la que mantuvo con su quinto esposo, Richard Burton, con el que formó torrencial pareja en pantalla en la mayestática Cleopatra (1963), Castillos en la arena (1965) y ¿Quién teme a Virginia Woolf? (1966), entre otras. Por esta última y por Una mujer marcada (1960), Taylor ganó dos Oscar.

Trabajó a las órdenes de Brooks, Joseph L. Mankiewicz, George Stevens, John Huston, Franco Zeffirelli y Joseph Losey. Entre sus últimos trabajos, antes de retirarse, destaca El pájaro azul (1976), una extravagancia fantástica en la que compartió cartel con otro mito, Ava Gardner.

Los mitológicos ojos violetas se cerraron.