Cannot get Tel Aviv location id in module mod_sp_weather. Please also make sure that you have inserted city name.

Casablanca, el puerto que no fue

Luego de un año de ascensos y caídas y despojada de prejuicios, nuevamente me hice a la mar, que esta vez no estaba serena. Junto a mi compañero de viaje embarcamos en Barcelona a un monstruo navegante como el que describe Melville en Moby Dick. Monstruo que aunaba en dimensiones, tanto al pesquero Pequod sumado a la Ballena Blanca con un capitán que nada tenía del obsesivo Ahab.

El itinerario incluía como primer y segundo puerto de desembarco, Casablanca y Agir y otros cinco destinos. Para una abonada al cine clásico como yo, decir Casablanca significa nombrar bajo la forma de ausencia, a Humphrey Bogart y Los Hermanos Marx. Y con eso tengo bastante. Un viaje sin contratiempos no es un viaje; es un folleto de travesía impreso en múltiples colores. No enumeraré los mil y un incidentes que atravesamos porque de solo recordarlos me duelen las lumbares, sacras y coxígeas. Me referiré al primero.

Como otras casi 2.500 personas ingresamos a la boca - entrada - del monstruo navegante, no sin mostrar cada veinte pasos la debida documentación. Esto sucedió el último viernes 25 de febrero, antes de la tragedia japonesa. Si no has dejado de lado prejuicios "mejor vete a otro sitio" donde la consigna no sea comer y practicar una sociabilidad más que amable: exacerbada. No me quejo, soy capaz de realizarla, ya que la comida me gusta sólo para mirarla y eventualmente entrarle a las treinta y siete variedades de quesos en pequeñas dosis.

Entre excitada y melancólica - los puertos tienen un aire nostálgico para mí cuando se parte - tanto que preferiría jugar al póquer en el Casino del monstruo pero lo cierran, me dirigí hacia el camarote. Mi compañero me conminó a deshacer la maleta - bah, valija - y acomodar la ropa en los placares, por así llamarlos. Esto significa, ubicar la ropa en cuanto agujero disponible hubiera y tratar de recordar qué habíamos dispuesto en cada lugar. Después del cuarto día, si tiraba de algo negro de strech, podía corresponder a un soquete o a una ropa interior. En esa tarea nos encontrábamos cuando de algún lugar emergió una voz que hablaba inglés y se presentó como el capitán, que según supe después tiene la potestad de casar personas en la capilla del barco. Nunca olvidaré la cara de mi compañero cuando la voz anunció un "pequeño cambio en el itinerario". No iríamos ni a Casablanca ni a Agadir debido a las circunstancias por todos conocidas en esa parte del mundo llamada Libia. No en esos dos puertos de Marruecos.

Iríamos a Lanzarote. Lo único que recordaba era haber leído del escritor francés Houellebecq un libro que lleva ese título, que no me gustó y que Saramago eligió ese sitio para vivir sus últimos años. Hace unos días acaba de abrirse su casa como museo. No el día que anclaría el crucero, claro. El capitán pedía disculpas y esperaba que lo entendiéramos. No le fue fácil al hombre; este hombre no la pasó bien durante los días de navegación. A los dos únicos argentinos ya nos conocía por nombre y apellido. Cuando podía nos evitaba. Cuando no, me llamaba Felicia y ¡yo me llamo Felisa! Rápidamente se organizaron grupos que se habían conocido previamente en foros de Internet, así como gente que ya no comía y se reunía ad hoc, para pedir explicaciones sobre el cambio y aunque nadie lo expresara, algún tipo de resarcimiento económico. Pagamos dos puertos y nos daban uno.

Con el Capitán  

Yo pertenecía al grupo de activistas Internéticos, razón por la cual tuvimos el privilegio de tener una reunión con el Capitán y toda su troupe al día siguiente de embarcar, después del desayuno obvio, en un saloncito privado donde también había comida, por si alguien no se sentía bien luego de cinco minutos de no masticar. Nuestra líder espontánea femenina vivía en Belice, pero era oriunda de los Estados Unidos, donde según parece el pago anticipado no será negociado así como así. Mi compañero se reveló como el indiscutido líder masculino y junto con una pareja de filipinos formamos una especie de Soviet Supremo que no comía y se sentaba separado del resto.

El pobre Capitán aseguró tener noticias confidenciales, encriptadas del tipo wikileaks, de esas que se enteró el mundo entero gracias a Julián Assange. - ¡Vamos Capitán, usted sabía del cambio de trayecto antes de que subiéramos al barco y si nos lo hubieran comunicado con anticipación - dura horas embarcar - tal vez hacíamos otro juego! -, era el reproche educadísimo de nuestros líderes en un inglés shakespereano. El cansado Capitán dio por terminada la reunión cuando dijo: Miren, por esta vía no hay solución; pueden seguir el trámite con la compañía por la web.

Esa noche hubo langosta durante la cena y una invitación a elegir, a modo de regalo, una botella de entre una gran selección de vinos portugueses, franceses, españoles y chilenos. Elegimos un Rioja español, lacrado, sellado y hasta firmado por el rey de España. Igual yo tomo Coca Cola light. La botella duró casi todo el viaje. No soy tan buena como parezco en la foto. Me pegué a la BBC de Londres. Secretamente deseaba que algún incidente justificara el cambio de ruta.

Tres semanas más tarde hubo un turista muerto, cuando ya nos encontrábamos en el continente, más precisamente en Berlín. A fuer de ser sincera diré que no cambio el encuentro, a raíz de este incidente, con unos catalanes, casi digo españoles, ni por tres paradas en Casablanca. Lo que aprendí sobre el Barça, el Pep Guardiola y el semidiós Messi y lo que me reí bien valen un próximo viaje a Marruecos

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 27.3.11

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.