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Marruecos: Reabren sinagoga convertida en ring de boxeo

Sinagoga Slat al Fassiyin en Fez Una sinagoga marroquí del siglo XVII, abandonada y convertida en taller de alfombras y luego en ring de boxeo, fue restaurada y presentada al público gracias a una financiación de Alemania en una emotiva ceremonia en la vieja judería de Fez.

En lo que fue un acto de un canto a la tolerancia y la multiculturalidad que destacó la vida conjunta de judíos y musulmanes en Marruecos durante siglos, fue un islamista, el presidente del gobierno, Abdelilah Benkiran, quien inauguró la recién restaurada sinagoga de Slat al Fassiyin, junto al presidente del Parlamento alemán, Norbert Lambert.

A la ceremonia asistieron además los ministros marroquíes de Interior y de Cultura, el alcalde de la ciudad de Fez y lo más selecto de la ya exigua comunidad judía marroquí.

Hubo un tiempo, en la primera mitad del siglo XX, en el que vivían en Marruecos 400.000 judíos, 28.000 sólo en la ciudad de Fez, que contaba entonces con más de 50 sinagogas.

Hoy, los cálculos más generosos de la mayor comunidad judía en un país árabe cifran en 3.000 el total de residentes en Marruecos; casi todos ellos en Casablanca. De hecho, en Fez sólo quedan 50, «todos ellos viejos, pues nuestros hijos emigraron», reconoció Armand Guigui, líder de la comunidad fesí.

En las calles de la vieja judería, pegada al Palacio Real - un símbolo de la protección que los reyes marroquíes siempre dieron a los judíos -, ya no quedan viviendas judías; todo lo más, algunos negocios de joyeros regentados por ancianos.

En el fondo de una callejuela por la que hay que agachar la cabeza para acceder, se esconde la vieja sinagoga de Slat al Fassiyin, que se precia de ser «la más auténtica», porque era la que servía a los judíos de Fez «de pura cepa», con un ritual distinto del de sus homólogos bereberes o andalusíes expulsados de España.

El éxodo de los judíos de Marruecos se contabilizó por decenas de miles, tras la creación del Estado de Israel y la independencia del país magrebí; las numerosas sinagogas, como las escuelas o los centros sociales hebreos, fueron abandonadas y cayeron en el olvido.

«Lo cierto es que este país nos perdió sin quererlo, y nosotros nos marchamos sin desearlo», afirmó, conmovida, Perla Halfón, una anciana judía de Casablanca, emigrada a Francia.

La sinagoga de Slat al Fassiyin llegó a albergar un centro de boxeo: de sus vigas centenarias colgaban bolsas donde los jóvenes del barrio ejercitaban los puños, mientras los techos de madera y artesonado se caían a pedazos.

Fue el difunto Simón Levy, el inquieto lingüista, etnólogo, político comunista e investigador del patrimonio judío, el que removió cielo y tierra para salvar la sinagoga de Fez, como lo hizo también con otros templos hebreos y cementerios repartidos en todo Marruecos.

Un hijo de Levy, médico y residente en Berlín, tuvo la idea de solicitar la ayuda del ministerio alemán de Exteriores, que comprendió que el proyecto entraba en su filosofía de salvaguardar el patrimonio de la UNESCO y la protección del pluralismo, como dijo el embajador alemán en Rabat, Michael Witter.

Y aprovechando una visita a Marruecos del presidente del Parlamento alemán, se hizo pública la restauración de un templo construido en un estilo arquitectónico puramente marroquí, aunque las floridas lámparas y las Estrellas de David en los muros recuerdan que no es un templo musulmán.

Pero la bella sinagoga de Fez ya nunca más será un lugar de oración: al haberse marchado toda la comunidad de la judería, y disponer de otros dos oratorios más modernos, el viejo templo religioso sólo tendrá futuro como museo para turistas o centro cultural.

Los judíos hoy congregados en Fez reconocieron la protección que siempre les brindaron los reyes alawitas, proclamaron su apego a sus raíces marroquíes, loaron las virtudes de la tolerancia y el pluralismo, pero tras marcharse la sinagoga quedó vacía y perdida en un callejón donde la memoria judía es sólo eso: memoria.

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