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Un espíritu renovado para Israel

A diferencia de la monarquía egipcia insaciable de poder, hemos logrado crear un modelo de existencia de ser humano sensible a su entorno. El valor de los Diez Mandamientos se ha establecido para asegurar que los esclavos de ayer no se conviertan en los perversos amos de mañana.

En el sexto día de Siván, el año del Éxodo de Egipto, los antiguos esclavos se reunieron al pie de la montaña para recibir los Diez Mandamientos; Diez Mandamientos establecidos por Dios. Los Mandamientos son fascinantes, tanto por lo que dicen como por lo que evitan mencionar.

Los Mandamientos confieren santidad a celebraciones y a la historia - "... que os saqué de la tierra de Egipto" - y no a lugares, templos o personas. Además, prescriben una relación normativa con el prójimo, el entorno y el Creador, y nada dicen acerca de la relación con el gobierno, el soberano, o cualquier otra autoridad humana.

A diferencia de otros relatos bíblicos que están intencionalmente ubicados fuera de cualquier momento histórico específico, pues "no figura el 'antes' ni el 'después' en la Torá, los Diez Mandamientos se erigen con su tiempo y lugar preciso: exactamente cuarenta y nueve días después del Éxodo de Egipto, al pie del Monte Sinaí; muy poco después de salir y largo tiempo antes de llegar a la Tierra Prometida.

¿Por qué? Cualquier lector lo suficientemente perspicaz puede comprender que esas pocas semanas de hondo dramatismo que han transcurrido desde aquel momento fatal en que concluyen siglos de cautiverio eran apenas suficientes para invalidar las experiencias de la esclavitud o para compensarlas. Es evidente que muchas generaciones debían pasar antes de poder corregir los efectos de un trauma nacional de tal magnitud.

Resulta igualmente obvio que, sin haber pasado aún dos meses desde que la esclavitud de nuestros antepasados en Egipto concluyera en forma inesperada y milagrosa, no hubiera podido esperarse de ellos que comprendieran, asimilaran o aplicaran aquellos valores absolutos de libertad expresados en la declaración de independencia a la que juraron lealtad en el Monte Sinaí.

No obstante, aquel momento posee ya una gran importancia para el establecimiento de las bases de los valores que habrían de convertirse luego en los fundamentos mismos de la cultura judía a lo largo de los siglos. En ese momento, se forjó la alianza entre Dios, en el extremo dador, y la gente, en el extremo receptor; finalmente, se convirtió en un contrato básico de existencia social que garantiza el control de nuestros repentinos instintos animales, doblega el deseo, y somete eficazmente el poder y el uso de la fuerza.

En el moderno Israel, cuando hablamos acerca de las posibilidades de alcanzar una constitución consensuada, la discusión casi siempre se agota en un suspiro colectivo: "Oh, qué lástima; mala suerte". Es una lástima que Ben Gurión no haya sido capaz de redactar una constitución en 1948. Las cosas que en un primer momento resultan factibles en relación con el establecimiento de un estado terminan demostrando a menudo su imposibilidad en el complicado transcurso de la vida.

Dios y Moisés lo comprendieron muy bien; es por eso que Moisés se apresuró a articular la primera etapa de la constitución al presentarse el primer momento oportuno. Los principios que subyacen en los Diez Mandamientos, junto con la forma en que fueron entregados, hacen de ellos uno de los acontecimientos más trascendentes para el hombre moderno, y un buen punto de partida para la renovación del espíritu judío en nuestro tiempo.

Ellos - Dios a través de Moisés - estaban dirigidos en primera persona a cada uno de los testigos de aquel evento, y a través de ellos, a todos y cada uno de nosotros. Dios no eligió dirigirse al conjunto sino a la conciencia individual de cada uno.

"No matarás": ¡sí, tú! "Honra a tupadre y a tu madre": a tus propios padres, a tu familia. "Yo soy el Señor tu Dios": es entre nosotros dos; los dos solos, íntimamente, sin la corrupta mediación del estado y sus organizaciones. Por lo tanto, los Diez Mandamientos constituyen una ley destinada al individuo; centrada en los derechos y en la libertad del individuo.

En el contexto de la vida contemporánea se hace evidente que los Diez Mandamientos bien pueden servir de plataforma moral para el establecimiento de una nueva relación entre los individuos. ¿Qué es un pacto interindividual? Hay dos métodos básicos para el gobierno de la sociedad. Uno de ellos se realiza por meta-organización: estado, comunidad, o gueto donde la fuente de poder y autoridad se filtra hacia abajo, desde el conjunto de la organización hasta las personas.

Otro método consiste en un acuerdo social y constitucional sobre los derechos fundamentales de cada ser humano, los cuales nunca podrán ser comprometidos. Hombres y mujeres poseen libertades innatas de las que no puede privárselos bajo ninguna circunstancia. La organización social de los individuos consagra los derechos de la persona tal como lo habíamos soñado en Egipto, y tal como lo afirmamos durante nuestro compromiso en el Sinaí.

De aquí en más, la salida de Egipto ya no habrá de ser un mero levantamiento heroico y simbólico de los esclavos, sino un esfuerzo orientado hacia el establecimiento de un nuevo comienzo para la cultura humana y la convivencia. El totalitarismo y la tiranía del imperio egipcio no dejaban lugar para el sentido individual de libertad propia o personal. Por esa razón, el imperio violento y el depredador son idénticos: criaturas inhumanas e insaciables, de incontrolables deseos.

Fue contra esa totalidad animal que se desató la rebelión liderada por Moisés y los israelitas, con los Diez Mandamientos como su alternativa: de la esclavitud a la libertad. Pero no la liberación de los grilletes de un amo sólo para terminar convirtiéndose en un salvaje, impulsado por el apetito animal; por el contrario, los israelitas que firmaron ese acuerdo se comprometieron a ser hombres libres capaces de moderar sus propios caprichos por elección propia. No matar ni robar ni realizar otras cosas en perjuicio de la libertad de los demás.

A diferencia de aquella monarquía egipcia insaciable de poder, hemos logrado crear un modelo de existencia de ser humano atento y sensible a su entorno, con libertad para dominar sus instintos y no vivir a merced de los apetitos animales.

El valor de los Diez Mandamientos se ha establecido a fin de forjar un futuro mejor, y para asegurar que los esclavos de ayer no se conviertan en los perversos amos de mañana. No se trata solamente de un particular capítulo en la historia de una nación y de Egipto; constituye un llamado a la utopía por la cual toda realidad humana debe velar. Porque somos los nuevos ciudadanos de un imperio alternativo: el imperio de los valores de Israel, los cuales surgieron por primera vez allá en el desierto pero cuya plena manifestación aún sigue pendiente.

Fuente: Yediot Aharonot - 12.6.11
Traducción: www.argentina.co.il