La ofensiva lanzada por el Ejército sirio en el noroeste del país para recuperar las zonas bajo control de los rebeldes está provocando las jornadas más sangrientas desde el inicio de la revuelta contra el presidente Bashar al- Assad.

Al menos dos centenares de personas murieron en los dos últimos días en los combates entre las Fuerzas Armadas y los insurgentes del Ejército Sirio Libre y en la represión de las protestas en todo el país.

Más de 70 soldados rebeldes fueron abatidos por el Ejército en Yebel Zawi, en la provincia de Idlib, fronteriza con Turquía. Otros 48 murieron en el resto del país el lunes.

Ayer se produjeron de nuevo varias decenas de víctimas en Idlib y Homs. Al menos 50 personas murieron, incluidos 14 miembros de las fuerzas de seguridad de Al-Assad, que sufrieron una emboscada en Deraa. 24 civiles murieron en la provincia de Idlib y 9 en Homs, así como que un centenar de desertores resultaron muertos o heridos en choques con el Ejército en Idleb.

Intensos combates tuvieron lugar también en las localidades de Baliun y Mozara.

La Liga Árabe anunció el envío inmediato de una avanzadilla de observadores a fin de intentar controlar la escalada de violencia, para abrir el camino a una misión completa en las próximas semanas. "Estarán allí antes del fin de la semana que viene", declaró el secretario general del organismo, Nabil Al Arabi. "Es la primera misión de este tipo desde que se estableció la Liga en 1945", añadió.

Por su parte, Al-Assad firmó una ley que impone la pena de muerte para aquellos que "provean de armas" a los "terroristas" o ayuden a hacerlo. La medida está dirigida especialmente a los habitantes de las regiones fronterizas con Líbano y Jordania, que en muchos casos se dedican al contrabando de armas cortas de las que se nutre el Ejército Sirio Libre.