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Egipto: Al Sisi se impone en elecciones presidenciales

Abdel Fatah al-SisiEl ex líder del Ejército, Abdel Fatah al-Sisi, será el próximo presidente de Egipto. Su triunfo, cimentado por meses de culto a su figura y el apoyo de las Fuerzas Armadas, instituciones estatales y la élite económica, condujo a una victoria arrolladora en los comicios de ese país.

Al Sisi supera el 93% de los votos, según los recuentos oficiosos y provisionales de unas elecciones celebradas en un clima de feroz represión y ensombrecidas por una elevada abstención que el régimen trató de maquillar alargando un día la votación.

Su equipo de campaña aseguró que obtuvo 23,9 millones de votos frente a las 756.619 papeletas de su único rival, Hamdin Sabahi, rondando el 3%. El político sería la tercera opción por detrás del millón de votos nulos (3,7%). La participación se situaría en el 44,4%, a pesar de que la Comisión Electoral decidió ampliar un día las elecciones en un desesperado intento de garantizar un apoyo masivo al candidato favorito.

El dato queda muy lejos de la cifra registrada en la segunda vuelta de las presidenciales de 2012 en las que venció por estrecho margen el islamista Mohamed Mursi. Entonces el 52% del censo acudió a las urnas. El pasado viernes, en su última alocución antes del silencio electoral, Al Sisi llamó a una participación masiva para demostrar al mundo que «hay 40, 45 millones o incluso más votantes», unas cifras que representan el 80% del censo.

Su deseo no se cumplió a pesar del día extra de votación y de que el régimen luchó contra la abstención amenazando con imponer multas de 500 libras egipcias (unos 75 dólares); regalando billetes de autobús y tren para desplazarse a los colegios electorales, reclamando a la audiencia a través las televisiones privadas y llamando a la participación desde las mezquitas y a través de las principales instituciones religiosas del país.

La sorpresiva decisión de la comisión electoral de ampliar las votaciones suscitó críticas entre las misiones de observadores desplegadas en los comicios. En un comunicado, la ONG Democracia Internacional denunció que la prórroga «plantea dudas sobre la independencia de la comisión electoral, la imparcialidad gubernamental y la integridad de las elecciones».

La baja participación muestra las heridas de un país dividido y herido por una polarización política extrema. La alta abstención plantea dudas sobre la aceptación popular de Al Sisi, quien lideró el golpe de Estado que desalojó del poder a los Hermanos Musulmanes y el pasado marzo dejó el uniforme para aspirar a la presidencia con la promesa de restablecer la seguridad y la estabilidad tras tres años de agitación política.

Fuentes de la Comisión Electoral señalaron que el anuncio oficial de los resultados definitivos podría producirse el próximo domingo o lunes.

Varios cientos de partidarios de Al Sisi festejaron la victoria con cánticos patrióticos, banderas egipcias y fuegos artificiales en la Plaza Tahrir, en El Cairo, epicentro de las revueltas que forzaron la caída de Hosni Mubarak en 2011 y que vocearon el sueño de un país democrático tras seis décadas de régimen castrense.

Al Sisi tiene un misión casi imposible: revivir una economía apuntalada por la lluvia de petrodólares del Golfo Pérsico; acabar con la aguda crisis energética; reducir los abismos sociales y aplicar cortes en un sistema de subsidios de alimentos y energía que engulle más de una cuarta parte del presupuesto estatal.

Las segundas elecciones presidenciales en dos años se celebraron en un clima de represión contra los islamistas y la disidencia secular, que se cobró 3.000 vidas y encarceló a más de 41.000 personas desde julio.

Al Sisi afirmó que mantendrá la estrategia de mano dura y que intentará erradicar a los Hermanos Musulmanes durante su presidencia. En sus alocuciones trató insistentemente de rebajar las expectativas y exigir sacrificios.

En un encuentro con editores de prensa, tildó de «espejismo» ambicionar un estatus similar al de «las democracias occidentales que son estables durante decenas de años. Llegar a una democracia plena nos llevará 20 o 25 años», auguró y pidió paciencia a sus compatriotas «hasta que el temporal empiece a escampar en un plazo de dos años».

Tampoco evitó reconocer que no modificará la ley antiprotestas promulgada el pasado noviembre y empleada para enviar a la cárcel a miles de personas en los últimos 10 meses.

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