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Misoginia militante

Damasco: Marzo de 2014Mientras en Occidente la revolución feminista avanza lenta pero segura y cada día hay más jefas de Estado mujeres, la situación de la mujer en el mundo árabe e islámico es cada vez peor. En Líbano e Irak, por ejemplo, el Día Internacional de la Mujer, la semana pasada, fue una airada jornada de protesta contra la creciente contrarrevolución antifeminista en una parte del mundo dominada cada vez más por el oscurantismo religioso.
          
En Líbano, considerado uno de los países más liberales del mundo árabe, el tema de la violencia doméstica está alcanzando proporciones alarmantes. No existen estadísticas oficiales pero mujeres activistas estiman que una mujer por mes muere por dicha causa. Diputados liberales han presentado un proyecto de ley condenatorio, pero el poderoso poder religioso logra frustrar su aprobación. En las circunstancias actuales, no sólo no existen leyes condenatorias a la violencia doméstica, sino que además los violadores pueden «arreglar» su situación casándose con sus victimas.
         
En Irak la situación legal es aún peor. Las mujeres salieron a las calles en Bagdad para protestar contra la reciente decisión del Gobierno de aprobar una legislación que instituye la ley de la Sharía basada en la jurisprudencia chiíta.
         
La nueva ley anulará todas las medidas de protección a la mujer en caso de divorcio. Por ejemplo, la custodia de cualquier niño mayor de dos años será otorgada siempre al padre. Además, la nueva legislación permitirá la violación (!) en el seno del matrimonio y autorizará que se casen niñas desde los 9 años de edad.

En las pancartas llevadas por las mujeres en Bagdad podía leerse entre otras cosas: «En este Día de la Mujer, las mujeres de Irak están de duelo». Para la activista Hanaa Eduar «esta legislación es un crimen contra la humanidad y quitará a las niñas el derecho a vivir una infancia normal.
        
Pero donde la situación de la mujer alcanza dimensiones verdaderamente trágicas es en la demencialmente cruel guerra civil siria. La dimensión del horror la dio una prestigiosa periodista francesa, Annick Cojean, en un sobrecogedor informe en «Le Monde» titulado «La violación, arma de destrucción masiva en Siria».

Cojean, que tiene el codiciado status de «Grand reporter», una categoría privilegiada en la prensa francesa, es entre otras cosas autora de un libro publicado en 2012 en el que denunció la perversidad sexual del ex dictador libio Muammar Gaddafi.
        
Según Cojean, varias organizaciones internacionales, como Amnesty International, el Comité Internacional de Rescate, la Federación Internacional de Ligas de Defensa de los Derechos del Hombre y Human Rights Watch, denunciaron las violaciones cometidas por el régimen de Bashar al-Assad. Sin embargo, todas las organizaciones han tenido dificultad en obtener testimonios directos, debido al terror de las mujeres violadas a perder la vida por «crímenes de honor» perpetrados por sus propias familias.
        
Con ello, la periodista francesa obtuvo algunos testimonios directos que hielan la sangre. Cuenta el caso de una joven de Hama, actualmente refugiada en Estados Unidos, que se encontraba en su casa con sus tres hermanos cuando irrumpieron en ella soldados y exigieron a los tres jóvenes que violen a su hermana. El primero se negó y le cortaron la cabeza, el segundo también y corrió la misma suerte. El tercero aceptó y lo mataron sobre ella después de haberla violado antes los propios soldados. O el caso de una joven, en las afueras de Homs, que fue violada y torturada con otras veinte mujeres ante una cámara filmadora. La película fue enviada a su tío, un conocido miembro de la oposición.

En Homs, una mujer logró organizar en una semana, con gran secreto, 50 operaciones de himenoplastia para muchachas violadas entre 13 y 16 años. «Es la única forma de salvarles la vida» según ella. Hay muchos divorcios de maridos que no aceptan a sus mujeres «impuras».

«El mundo se preocupa por las armas químicas, pero para nosotras, las mujeres sirias, la violación es peor que la muerte», dijo llorando una estudiante de Derecho que no ha podido confiar su drama a nadie. Sobre todo no a su marido.