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Rabín, 18 años después: Recuerdos y advertencias

Itzjak RabínIsrael conmemoró el pasado miércoles el día recordatorio oficial en memoria del primer ministro asesinado hace 18 años, Itzjak Rabín. La fecha, que debe ser triste para todos los demócratas y no solamente para quienes lamentan que se haya descarrilado en su momento, a raíz del magnicidio, el tren que intentaba conducir Rabín. Debe ser un día negro en el calendario para quien tiene claro que la única forma de cambiar gobierno en democracia es mediante las urnas.

Y en esta fecha notamos dos tendencias diferentes, o quizás podríamos llamarles de dos fenómenos paralelos, que no siempre van de la mano.

Por un lado, surge esa frase un tanto simplista y demasiado generalizadora, que advierte que «no se aprendió nada». El planteo, tan absoluto, resulta problemático. Pero tiene cierto fundamento en el hecho que hoy, 18 años después, si bien el debate político más activo no es tan álgido como entonces - simplemente porque las negociaciones de paz son lentas y por ahora parecen no arrojar ningún resultado revolucionario -, la intolerancia en ciertos sectores de la sociedad israelí no ha desaparecido.

La legítima discusión sobre cómo actuar ante el tema palestino e inclusive cómo reaccionar a atentados diversos, se ve empañada por fenómenos como el «Tag mejir» (Etiqueta de precio), jóvenes ultraderechistas radicales, que dañan propiedades palestinas, talan olivares y dejan escritos sus grafittis provocadores e insultantes para buscar cizaña y problemas. Aquéllos que son capaces de actuar de esa forma para tomar venganza sabiendo que a quienes dañan no es a los terroristas - con lo cual tampoco aportan a impedir nuevos atentados, sino todo lo contrario - fácilmente pueden ser capaces de dar otro paso hacia el asesinato.

Por otro lado, aunque hoy en día las negociaciones de paz no irradian energía ninguna, poco se sabe de ellas y tampoco inspiran demasiada expectativa, difícilmente pueda uno concebir al gobierno descartando un acuerdo con los palestinos para impedir retiradas, si es que el documento al que se pueda llegar inspira confianza. Claro que el gran problema, por ahora, es esa falta de credibilidad, en gran medida, entre ambas partes. Pero si se logra avanzar y elaborar un acuerdo que satisfaga parte de las reivindicaciones de los dos lados (una satisfacción absoluta es imposible), creemos que el primer ministro Binyamín Netanyahu, si es quien sigue al frente en esos momentos, le dará su visto bueno. Netanyahu, consideramos, ha comprendido a fondo que la separación es la única salida y que un Estado binacional es una tragedia para Israel.

«Itzjak Rabín fue asesinado, pero la necesidad de adoptar decisiones históricas subsiste», dijo el presidente del Estado, Shimón Peres, otrora socio de Rabín, recalcando que solamente el principio de dos Estados para dos pueblos mantendrá el carácter moral de Israel y su futuro como Estado judío y democrático. «Quien imagina que el statu-quo entre nosotros y los palestinos continuará, será víctima de su fantasía. Itzjak Rabín lo sabía», afirmó.

Y lo principal es recalcar que el asesinato jamás es la solución.

«En el mundo de hoy, asesinos solitarios actúan destrozando sistemas completos. Pequeñas organizaciones intentan sorprender a países enteros. El asesinato de Itzjak Rabín fue la cima de esas acciones», agregó Peres. «Si no arrancamos ese fenómeno desde su raíz, podrán crecer plantas venenosas en el futuro. No hay ningún judío autorizado a borrar uno de los Diez Mandamientos, el «No Matarás». No hay nadie autorizado a perdonarlo».

Netanyahu lo apoyó plenamente y este es el secreto de la lucha contra el extremismo, la postura mancomunada en su contra.

«No hubo, ni habrá, indulto para el asesino», aseguró el primer ministro. «El asesinato de Rabín es un delito sin igual y nunca tendrá perdón».

Eso no significa, claro está, que el camino esté allanado hacia el éxito seguro.

«El presidente Peres aseveró, con razón, que la paz se hace con los enemigos pero con enemigos que quieren la paz. Enemigos que no quieren paz y pretenden borrarnos del mapa, no son destinatarios de la paz», aclaró Netanyahu». Rabín trabajó para conseguir una hoja de olivo pero, frente a sus ojos, aparecía también la espada. Creía en la visión de Isaías pero dijo que era preferible que mantengamos empuñada la espada debido a que sólo por su intermedio aseguraremos la existencia del Estado de Israel».

De fondo, no hay duda, continúan las discrepancias acerca de hasta dónde y cuánto creer al interlocutor, cuan osado se puede ser en las negociaciones de paz.

La visión de Peres y la cautela de Netanyahu deben combinarse a la perfección. Sin olvidar el norte y sin olvidar nunca la nube que se cernió sobre Israel aquella fatídica noche cuando un terrorista asesinó a Itzjak Rabín. Como decía un poster recordatorio años atrás: tres balas, un muerto, seis millones de heridos.

Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay