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1 + 1 = -1

Binyamín Netanyahu y Barack ObamaCuando Obama pase por Israel, Bibi habrá recibido a un presidente de EE.UU que, según Sarkozy y los medios, lo trató de cobarde y mentiroso. Pero a estos dos dirigentes, que se llevan como perro y gato, no les queda más remedio que ponerse de acuerdo, aunque sea sólo para hacer frente común en la controversia con Irán.   

En vísperas de la visita, cada uno aseguró que las relaciones personales complicadas entre el inquilino de la Casa Blanca y el primer ministro hebreo no impiden una colaboración que nunca fue tan sólida. «Me reuní con Bibi más que con ningún otro dirigente», dijo Obama.

«Tenemos una buena relación profesional: él es muy directo conmigo en cuanto a sus opiniones sobre varios asuntos, y yo soy muy directo en cuanto a mis opiniones. Pero logramos acordar cosas juntos», aseguró Obama en una entrevista al Canal 2 israelí.  

«Hubo momentos en los que Bibi y yo tuvimos divergencias, pero la relación entre los dos países y los dos pueblos es tan fuerte que las diferencias políticas - que no son personales - siempre acaban superándose», insistió.  

Del lado israelí se escuchó el mismo discurso. 

«Los jefes de Estado son gente pragmática», señaló recientemente el presidente israelí, Shimón Peres. «A pesar del enorme 'ego' que cargan, las diferencias del pasado no cuentan», agregó, asegurando que, por ejemplo, la financiación estadounidense del sistema antimisiles «Cúpula de Hierro» es apenas «la parte visible del iceberg» y que Bibi «es un político que entiende eso perfectamente».
 
Pero a pesar de toda esa retórica diplomática, ambos mandatarios mantienen desde hace cuatro años posiciones diferentes en extremo hacia el programa nuclear iraní. La de Bibi es muy ofensiva, mientras Obama insiste en el enfoque diplomático.
  
En marzo de 2010, Obama prefirió cenar con su familia y no con Bibi después de una conversación acalorada en la Casa Blanca, cuando éste útimo se negó a prolongar la moratoria en la construcción de asentamientos judíos en Cisjordania.   

En mayo de 2011, Bibi le dio a su anfitrión una «lección completa de Historia de Oriente Medio» en el mismísimo Despacho Oval, rechazando en vivo y en directo delante de las cámaras - y de un Obama rojo de ira -  su propuesta de crear un Estado palestino en las fronteras previas a la Guerra de los Seis Días de 1967.

Otro asunto que tampoco pasó desapercibido fue el apoyo directo de Bibi al candidato republicano Mitt Romney, hasta el punto que algunos en Israel piensan que eso para Obama fue la gota que rebasó el vaso y pretenda vengarse.  

Más recientemente, según declaraciones recogidas por un editorialista de «Newsweek», Obama criticó la «cobardía» de Bibi ante la presión de los habitantes de los asentamientos, que ahora tendrán un peso importante en su gobierno.  

Frente a la dificultad de solucionar a la brevedad el conflicto israelí-palestino, el asunto en el que podrían entenderse mejor podría ser el programa nuclear iraní.  

Obama se esforzó en tranquilizar a Bibi en su entrevista a la televisión israelí, asegurando que un arma atómica iraní sería «una línea roja» para Washington, retomando la expresión adoptada por Netanyahu en su dibujito ante la ONU, y reiterando que «todas las opciones están sobre la mesa».  

«Está claro que pese a las presiones internacionales, las sanciones y la diplomacia, los iraníes tienen prisa por dotarse de materiales necesarios para fabricar armamentos nucleares», explicó el general israelí Aviv Kojavi, jefe de Informaciones del Ejército hebreo, en su reciente intervención en la Conferencia Anual de Herzlía. «Habrá que detenerlos», agregó. 

El problema es que en relaciones internacionales, no siempre 1 + 1 es igual a 2. Al contrario, a veces suele suceder que el resultado final es -1.

En ese caso, nadie gana y todos tienen lo que perder.