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Jerusalén, monos y cerdos

Mahmud Abbás y Mohamed MursiEn un discurso televisado, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbás, invocó esta semana los nombres de los «mártires» en el panteón de la historia de su pueblo. Entre los mencionados figuraban terroristas convictos, cuyas manos están manchadas con sangre de víctimas inocentes, incluidos niños y ancianos. Pero lo más inquietante de todo fue su referencia a Haj Amín al Husseini.

Al Husseini fue el mufti de Jerusalén durante la Segunda Guerra Mundial, tristemente famoso por su colaboración con Adolf Hitler. La historia tiene documentadas las reuniones que celebraron, las fotos para las cuales posaron y los planes que elaboraron. Al Husseini incluso ayudó a reclutar musulmanes para las Waffen-SS nazis.

Desde luego, si el objetivo de Abbás era agrandar la brecha que le separa de Israel, no podía haber mencionado a un personaje más despreciable que Al Husseini. Además, en el mismo discurso, Abu Mazen volvió a hablar del «derecho al retorno» de los palestinos. Ésta es una condición no negociable, como comprende cualquier analista con un poco de sentido común sobre el conflicto.

El retorno supone la llegada de millones de refugiados palestinos a Israel y el fin del Estado judío. Y, por cierto, la definición de «refugiados» en ese caso es diferente a la de todas las demás poblaciones de refugiados del mundo. El término abarca no sólo a los de la guerra de 1948 - desencadenada por la invasión de países árabes a Israel - sino también a todos sus descendientes.

Por si fuera poco, el ministro de Asuntos Religiosos de la Autoridad Palestina, Mahmud al-Habash, repitió, también esta semana, otra afirmación habitual de los palestinos: «El pueblo judío no tiene ningún vínculo histórico con Jerusalén». Ni más ni menos.

Yasser Arafat había dicho esas mismas palabras para consternación del presidente norteamericano Bill Clinton, durante las negociaciones de Camp David en 2000-2001 con Ehud Barak. Los palestinos podrían haber obtenido entonces un acuerdo para implantar la solución de dos Estados, pero, como relató después el entonces mandatario estadounidense, Arafat no estaba dispuesto a firmar.

Jerusalén y el pueblo judío tienen una íntima relación - metafísica, espiritual y geográfica - desde hace literalmente miles de años. Negar ese vínculo es ignorar la historia, impide la confianza y constituye un insulto a la inteligencia.

La paz en un conflicto se construye cuando las partes están decididas a llegar a un acuerdo. Cuatro gobiernos israelíes consecutivos ofrecieron su apoyo público a la solución de dos Estados. La Autoridad Palestina, a diferencia de la organización terrorista Hamás, debería ser la parte interlocutora en ese proceso.

¿Pero cómo puede llegar a serlo si sus dirigentes alaban el legado de los colaboradores de los nazis, insisten en soluciones que destruirían a Israel y afirman que el pueblo judío no tiene ninguna relación con Jerusalén?

También es de tener en cuenta unos comentarios que hizo el actual presidente de Egipto, Mohamed Mursi en 2010, pero que hasta ahora no se conocían. En una entrevista televisada, el líder de los Hermanos Musulmanes clamó contra Israel, el sionismo y los judíos.

Según lo publicado en «The New York Times» hace dos semanas, Mursi declaró: «No debemos nunca olvidarnos de alimentar el odio de nuestros hijos y nuestros nietos hacia los sionistas y los judíos. Los niños egipcios deben nutrirse de odio; el odio debe continuar. Esas sanguijuelas que atacan a los palestinos, esos instigadores de guerras, descendientes de monos y cerdos, avivan las llamas de las luchas civiles en todos los sitios en los que han vivido durante toda su historia. Son hostiles por naturaleza». Así de suave el señor.

No es la primera vez que un dirigente árabe lanza un repugnante comentario antisemita, aunque los medios de comunicación occidentales prestan menos atención de la que deberían a este odio sin matices. Pero el hecho de que proceda de un personaje que hoy dirige el país más poblado del mundo árabe, con la responsabilidad de mantener el tratado de paz de 1979 entre Egipto e Israel, le otorga un peso especial.

Desde que se publicaron estas perlitas, varios portavoces egipcios aseguraron que las citas fueron sacadas de contexto, pero no es verdad. Si se ve la entrevista en su totalidad, su sentido no cambia para nada.

Algunos expertos en semántica tratan de explicarnos que el método árabe en la retórica suele aplicar la exageración y que, por lo tanto, no hay que tomar demasiado en serio el significado literal de las palabras pronunciadas. Pero que le vamos a hacer si lo que dijo Mursi es lo que los Hermanos Musulmanes vienen predicando desde hace décadas.

La paz entre Israel y el mundo árabe es un objetivo fundamental, pero exige un clima que permita construir la confianza mutua. El lenguaje inflamatorio e insultante y las convicciones fanáticas llevan al proceso en dirección contraria.