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Contra la convivencia

Tras casi dos semanas de creciente tensión, motivada por una sucesión de crímenes que dejaron un total de siete víctimas mortales, tres de ellas niños, Francia vivió con inquietud, expectación y cierto alivio el fin de Mohamed Merah, un terrorista vinculado a Al Qaeda, sospechoso de tales asesinatos.

Durante años, Francia esquivó la amenaza de la organización que dirigía Osama bin Laben y la de toda la amplia gama del terrorismo islámico, pese a estar entre sus objetivos declarados.

Esta vez, acaso porque las células islamistas radicales no lograron organizarse y operar con facilidad en el país galo, el terror llegó de la mano de un asesino solitario dispuesto a ejecutar atentados y a morir por la causa.

Este fue el caso de Merah, responsable de los asesinatos de tres militares franceses, dos de ellos de origen árabe, y de tres niños y un maestro en una escuela judía de Toulouse.

Este nuevo método operativo del islamismo radical - ya anunciado semanas atrás en Inida, Georgia y Tailandia - invita a varias interpretaciones. Por una parte, admite una lectura optimista, puesto que revela la dificultad de los terroristas para sortear la vigilancia de los organismos de seguridad y coordinar ataques masivos; pero, por otra, incrementa la incertidumbre, ya que los golpes de terroristas solitarios son más difíciles de descubrir y neutralizar.

Los ataques registrados en Francia fueron dirigidos contra la convivencia. Antes de que se conociera la pista de Merah, y dado que todas las víctimas pertenecían a minorías étnicas o religiosas, así estuvieron conceptuados. Y ahora, cuando asomó tras ellos el aliento de Al Qaeda, deben seguir siendo considerados como tales.

Se trata de crímenes perpetrados por monstruos fanáticos que, en su desvarío, creen que perseguir a niños indefensos para dispararles en la cabeza puede tener alguna justificación ideológica o religiosa.

El presidente Sarkozy manifestó con toda solemnidad que «el terrorismo no logrará quebrantar Francia». El mandatario señaló además, que había mantenido reuniones con representantes de las comunidades judía y musulmana para fortalecer «el sentimiento comunitario de nuestra nación».

Ese fue su discurso más pertinente. Y ese hubiera sido también el más oportuno durante la campaña electoral en curso, en la que con demasiada frecuencia algunos candidatos - el propio Sarkozy entre ellos - dedican guiños inadecuados y muy peligrosos hacia ciertos sectores del electorado proclives a la exclusión de determinados colectivos.