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Ilusiones

Barack Obama y Binyamín Netanyahu«Negociaciones con Irán basadas en ilusiones acabarán chocando con la realidad de Oriente Medio», dijo esta semana Binyamín Netanyahu refiríendose claramente a Barack Obama y al debate sobre su posible discurso en el Congreso.

Cuando hablamos de ilusiones nos referimos, al parecer, a imágenes sugeridas por los sentidos que carecen de verdadera realidad o a esperanzas infundamentadas.

Infundamentadas o no, el escritor argentino Ernesto Sábato escribió una vez: «Creo que la verdad es perfecta para las matemáticas, la química y la filosofía, pero no para la vida. En la vida, las ilusiones, la imaginación, las aspiraciones, los intereses, las ambiciones y las esperanzas cuentan mucho más».

Arthur Miller, a su vez, aseguraba que «una era finaliza cuando las ilusiones se agotan».

Bibi, por su parte, se olvida que la ilusión que renace a menudo en el alma humana está muy cerca de ser una realidad. Nuestro primer ministro es un ser tan racional que no le vendría mal adoptar a veces las ilusiones de los ilusos.

Netanyahu tampoco toma en cuenta que si no fuera por muchos ilusos - no adictos a su ideología, precisamente - no viviríamos hoy en un Estado judío libre e independiente ni tendríamos la fuerza social, económica y militar de la cual disponemos.

Obama, por lo visto, tiene trucos en el bolsillo y naipes bajo la manga, pero resulta ser todo lo contrario de un prestidigitador como Bibi. Éste último, no para de vendernos ilusiones y pánico con apariencias de verdad, mientras que el líder norteamericano trata de plantearnos evidencias con aire de ilusiones.

Sea como fuere, desilusiones ya tenemos de sobra y somos bastante veteranos en batallas de todo tipo como para olvidarnos que la ilusión es la hermana menor del desengaño, pero que es válida cuando la realidad la toma de la mano.

Fue Albert Einsten quien afirmó que «la diferencia entre el pasado, el presente y el futuro es sólo una ilusión persistente».

Bibi tiene su propia verdad, y puede ser legítima, pero no alcanza para pagar con ella en el mercado de las ilusiones liderado por Barack Obama; especialmente cuando se trata de proyectos como misiles Jetz o Cúpula de Hierro y otros artefactos sofisticados sin los cuales no es seguro que saldríamos a una guerra cada año y medio de su mandato. Para pensar.
 
«El fracaso no es ninguna virtud», dijo una vez Obama en una asamblea de AIPAC en un discurso netamente sionista. Convendría que Netanyahu adopte dicha frase para empezar a escribir el himno de los ilusos.