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En nombre de Alá

David Fremd Acostumbrados a ver atentados terroristas donde mueren decenas y hasta cientos de personas, parece que lo sucedido en Paysandú, Uruguay, es simplemente un asesinato de menor escala protagonizado por un demente. La teoría es que el asesino es un loco suelto.

Si fuera por la cordura seguramente no habría actos terroristas porque para ponerse un cinturón de explosivos e inmolarse matando, hay que estar muy enfermo. Es el mismo fanatismo ciego y descabellado que impulsa a otro puñal en mano a cubrir de dolor y sangre a una familia judía en Uruguay o en cualquier otro lado.

El asesinato del comerciante judío David Fremd fue un acto terrorista y antisemita. No hay que tener medias tintas para repudiarlo por lo que fue. Sin embargo, cierta sensibilidad selectiva se comprueba cuando se llenan los medios y las redes de manifestaciones de censura ante cualquier discriminación.

Sin embargo para algunos censurar públicamente este extremo de discriminación parece que ardiera; basta ver las redes sociales para constatar cómo el antijudaísmo es mucho más profundo que lo que reconocemos.

Enseguida la comparación: eso es porque es judío, si fuera musulmán seguro no censuraban, si fuera… si fuera... El tema no es si fuera, es lo que es. Violencia y discriminación de género, racial, religiosa, todas, son la misma lacra que nos envenena.

En Argentina nadie pensaba que fundamentalistas volarían la Embajada de Israel. Y menos pensaban que tiempo después matarían a más de 80 civiles inocentes en la AMIA. El terrorista de Paysandú decidió, en esta oportunidad, atacar allí en nombre de Alá. Todas las víctimas están unidas por el mismo odio.

Y estos odios siempre existieron, y nadie está libre de que asesinen. Un terrorista alcanza para matar a uno o a decenas, basta que lo quiera. Por eso esto no se mide por cantidad de muertos sino por lo que busca: apavorar a aquel que piensa o reza diferente.

Desgraciadamente llegó también a Uruguay y no es sólo un loco suelto.