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Domar a la diáspora insurrecta

Naftali Bennett y Binyamín NetanyahuEl Gobierno de Netanyahu ya no se conforma con su denodada caza de brujas contra organizaciones israelíes de defensa de derechos humanos que con valentía sacan a luz conductas perversas de la sociedad israelí. En estos días el Ejecutivo hebreo abre un nuevo frente. El peligroso enemigo dentro del judaísmo cruzó las fronteras y hoy se refugió en las diásporas. Hay que demolerlo.

La firma del acuerdo entre Irán y las potencias mundiales, lideradas por la iniciativa de Obama, se constituyó en el catalizador que agudizó las discrepancias entre gran parte de las comunidades judías de la diáspora y las organizaciones judías que se adjudican su representación.  

Como lo explica Peter Beinart, la «plutocracia» de esas capas  dirigentes judías se conjugó con el afianzamiento del Likud en el poder en Israel para generar una relación simbiótica muy especial entre ambos liderazgos. Las consecuencias fueron inmediatas: las organizaciones judías se desvincularon de las posiciones mayoritarias de sus comunidades.

«El acuerdo con Irán, tanto si lo apoyan o no, expuso ante todos el profundo abismo que separa al judaísmo estadounidense frente a las organizaciones que pretenden representarlo. Un sondeo de «The Jewish Journal» sostiene que el 49% de judíos norteamericanos apoya el acuerdo con Irán y sólo el 31% de ellos se opone. Según una consulta de J-Street, el 60% del judaísmo del país del norte está de acuerdo con el proyecto de Obama» [1]. Diplomáticos israelíes confirman estas contradicciones. «El cónsul israelí en Filadelfia informó a su cancillería que la comunidad judía está dividida y no se alista como frente unido detrás de las posiciones de Jerusalén. La situación es preocupante» [2].

Haciendo caso omiso de la opinión de gran parte de la comunidad judía local, azuzados por Bibi y de la mano con la oposición republicana, AIPAC y otras instituciones de primera línea se lanzaron esta semana a un ataque frontal en contra de Obama y de congresales demócratas estadounidenses.

La desobediencia de las comunidades judías de la diáspora a los mandatos de Jerusalén, en ojos del Gobierno hebreo, se cataloga como rebeldía inadmisible. Al mejor estilo israelí se hace urgente domar a estos insurrectos. La misión le fue encomendada a Naftali Bennett, el flamante ministro de Educación y de las Diásporas.

Con ese objetivo, y en una maniobra relámpago no del todo de acuerdo con normas legales de contratación estatal, Bennett firmó un contrato con una empresa privada que opera bajo la llamativa razón social «La iniciativa para el futuro del pueblo judío».

El objetivo declarado del accionar futuro de esta empresa privada en el marco de las comunidades judías del mundo incluye tres aspectos fundamentales:

1. Detener el continuo desgaste de la identidad judía en las diferentes diásporas del mundo.

2. Combatir el deterioro de las bases judías de la célula familiar.

3. Frenar en lo posible la tendencia al auge de la crítica hacia Israel.

Quienes vivieron la década del '60 del siglo pasado en Argentina, probablemente encuentren que estos objetivos tienen un tufo muy parecido a esa aberrante consigna «Dios, Patria, Hogar» de la tristemente conocida Guardia Restauradora Nacionalista.

Teniendo en cuenta el origen y la ideología de su padrino, nadie se debe sorprender que el equipo fundador y administrador de esta empresa incluya una destacada representación de la creme de la creme del movimiento ultranacionalista de colonización judía de Cisjordania con el consecuente e inevitable resultado de discriminación y destierro de palestinos [3].

Cuando el presupuesto nacional israelí sufre enormes tijeretazos en una amplia gama de servicios sociales, esta empresa navegará en un océano de dólares. El Gobierno le cede gentilmente 50 millones de dólares y se proyecta recibir donaciones por otros 100 millones [4]. Una ganga para los barones de la plutocracia judía tan interesados en controlar a estos grupos de connacionales desacatados.  

Es probable que ahora sí los judíos de la diáspora tengan la oportunidad de poder sentir en carne propia el accionar a pleno de la aplanadora ideológica de Jerusalén con el inevitable resultado de la degeneración de los valores históricos del judaísmo, tal como nos lo trasmitieron nuestros abuelos.

 Todos aquellos judíos que quieren «señalar contradicciones éticas, preguntarse por el dolor ajeno, ir tras la justicia, todo como parte del abecedario que aprendieron desde muy chicos y que se esfuerzan por no olvidar» [5], deben tener claro que tarde o temprano serán alcanzados por el plan de Bennett con el largo brazo del nuevo judaísmo extremista y dogmático de Israel.

Ojalá me equivoque...

[1] «Las organizaciones judías de EE.UU se desvincularon de su comunidad»; Peter Beinart; Haaretz; 1.8.15.

[2] «Cónsul israelí advierte»; Haaretz; 30.7.15.

[3] «Fundadores de la empresa para operar en la diáspora: activistas de derecha y de colonias de Cisjordania»; Haaretz; 14.8.15.

[4] «Bennett se apoderó de millones para su accionar en la diáspora»; Haaretz; 8.8.15.

[5] «Lo que nunca debe caer en el olvido»; Hinde Pomeraniec; La Nación; 17.8.15.