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Políticos israelíes: Futuro incierto

Deri, Lizman, Bibi, Kahlón y BennettYa está. La voragine se acabó. Desde esta semana ya hay gobierno, le guste a quien le guste. Y a quien no, que siga trabajando para ser alternativa dentro de cuatro años - o tal vez menos - en el complejo sistema político israelí.

Si bien en las pasadas elecciones el Likud y el Grupo Sionista (Laborismo + Hatnuá) volvieron a ser los dueños de la primera y segunda mayoría, la atomización de los partidos y el alto piso electoral actual llevaron a un Parlamento más dividido que en otros tiempos.

Hoy buena parte de los israelíes están representados en la Cámara, pero también se ve que los partidos más chicos tienen apenas cinco o seis escaños, mientras que en el pasado existían bloques unipersonales.
 
Netanyahu ya conformó gobierno. Junto a él se encuentran los partidos ultraortodoxos Shas (sefardí) y Iahadut Hatorá (ashkenazí), el centro-derecha Kulanu, de Moshé Kahlón, y su famoso «primer llamado» Naftali Bennett, líder de Habait Haiehudí.
 
Bibi logró conformar lo que pasará a la historia como «Gobierno 61».
 
Arié Deri, líder de Shas, dijo que no le satisface la idea de gobernar sólo con el apoyo de con 61 bancas, pero que a veces es mejor un gobierno pequeño y homogéneo que otro grande que no lo sea tanto. Igualmente, afirmó que instará a Netanyahu a que incorpore a Buyi Herzog como canciller, el puesto que dejó vacante Avigdor Liberman.
 
Ahora bien, ¿cómo podrá gobernar esta coalición?
 
El elector ortodoxo sionista se vio obligado a votar con el cerebro y no con el corazón. Asumió que Bennett iba a recibir un lugar de privilegio en el próximo gobierno y eligió a Netanyahu. Bibi debe estar defraudándolo en gran medida con su apoyo a los partidos ultraortodoxos tradicionales y la postergación de Habait Haiehudí.

Asimismo, el mismo «mago» no está del todo conforme. Ayelet Shaked no es la ministra de Justicia que él hubiera preferido, y no por nada se está guardando para si el Ministerio de Exteriores. Es un puesto con el que puede tentar tanto a Buyi Herzog como a Yair Lapid. Pero el ex titular de Finanzas y los ultraortodoxos se encuentran en veredas tan opuestas que ni el mismo Bibi podria acercarlos.
 
Liberman hizo una apuesta peligrosa. Jugó su futuro al fracaso de Netanyahu. Ir a la oposición puede parecerle una gran ventaja ya que no formaría parte de un futuro fracaso ante los votantes de derecha; o también una gran desventaja en caso de éxitos. La investigaciones por corrupción y la pérdida del manejo de los fondos que tenía estando en el gobierno tal vez sean el golpe de knock out para el ex jefe de la diplomacia hebrea.
 
Los partidos ultraortodoxos tienen un alto porcentaje de voto cautivo. Shas sabe que perdió votos en manos de su ex miembro Eli Yishai, fundador de Yajad, pero son votos que fácilmente puede recuperar si logra recomponer la fractura. Asimismo, Iahadut Hatorá tiene un pequeño núcleo duro de votantes y en los últimos 20 años siempre sostuvo porcentajes similares.
 
Por otro lado, en el ala más centrista del nuevo gabinete, Moshé Kahlón, la sorpresa de las elecciones, ya anunció que asume su cargo de ministro de Finanzas «con las manos atadas».

Muchos ciudadanos que eligieron a Kahlón fueron ex votantes de Lapid, a quien le quitaron su apoyo por no haber estado a la altura de las expectativas. Kahlón puede ver su futuro en el presente de Lapid, pero con números mucho más pequeños, si no logra satisfacer al exigente conglomerado de clase media. No obstante, si logra una buena gestión, puede capturar votos de Bibi y hasta negociar su regreso al Likud.
 
Quienes más tienen para ganar durante la vigésima legislatura, aunque parezca increíble, son los opositores Herzog, Livni y Aymán Odeh.
 
Si el Grupo Sionista no sucumbe a la invitación de Netanyahu para formar parte del gobierno y logra consolidarse como una real alternativa y no una mera oposición, puede aspirar a un futuro más alentador. Lapid y Kahlón podrían cómodamente formar parte de un gobierno de centro orientado a resolver los conflictos económicos del país y, al mismo tiempo, presentarse en el exterior como una administración moderada y responsable con muchas más posibilidades de llegar a negociar con los palestinos.

Sin embargo, no pocos analistas sostienen que Buyi debe formar parte del ejecutivo de Bibi. Él mismo lo debe estar pensando.

El votante israelí está acostumbrado a opositores que se vuelven oficialistas y viceversa, pero tal vez la gran apuesta de Herzog sea mostrarse diferente a todos los que lo antecedieron.
 
Por otro lado, Aymán Odeh comanda una unión sumamente heterogénea desde lo ideológico, pero étnicamente homogénea. Casi 450.000 votantes árabe israelíes lo eligieron.

La Lista Conjunta Árabe, que lidera Odeh, tiene el desafío de mantenerse unida lo más posible - lo que no será fácil, dado que en su seno confluyen nacionalistas seculares, socialistas y fanáticos religiosos - para concentrar el voto de la mayor cantidad de esta población en las próximas elecciones.
 
La política, a veces, también es la dinámica de lo impensado.