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El Mesías llegó y se llama Moshé

Moshé KahlónEl nuevo ministro israelí de Finanzas se llama Moshé Kahlón, líder del recién creado partido Kulanu. A pesar de no haber sido nombrado oficialmente, prácticamente no hay chances de que no sea él quien ocupe ese cargo.

La seguridad de esa previsión, para un puesto que debería ser más que disputado por varios candidatos, muestra una interesante característica del proceso político que marcó el pasado escrutinio en Israel.

Kahlón consiguió algo increíble durante su campaña: se postuló para un cargo específico en el Gobierno antes de conocer los resultados de las elecciones. Esta fue, sin duda, una movida política magistral del candidato.

Kahlón tenía motivos más que suficientes para confiar en que su estrategia de exigir el puesto, antes de la formación del Ejecutivo, daría resultado.

Primero, porque su imagen como ministro de Finanzas agradaba a todos los sectores de la sociedad, ya que su mayor éxito político benefició a toda la población del país sin diferencia de clase, religión o etnia.

En 2011, como titular de Comunicaciones en el Ejecutivo de Binyamín Netanyahu, Kahlón rompió el oligopolio formado por las tres principales empresas de teléfonos celulares, que controlaban el 95% del mercado. Los precios bajaron drásticamente.

Para tener una idea de la magnitud de su acción, a finales de 2010, Cellcom, la principal compañía telefónica del país, vendía su plan de llamadas y mensajes de texto ilimitados por 149 shekels, sin servicio de internet, por el cual exigía un pago adicional. Hoy, la misma empresa otorga el mismo plan, con 6 giga-bytes de internet, por apenas 69 shekels. Otras empresas ofrecen el mismo servicio por 49 shekels. Una verdadera revolución.

Segundo, porque aunque la alianza del Grupo Sionista postuló al argentino Manuel Trajtenberg para el cargo de ministro da Finanzas, en caso de ganar los comicios, Kahlón sabía perfectamente que sería muy improbable que ese bloque de centro-izquierda pudiera formar un Gobierno sin la participación de su partido. Fue por eso que dejó claro el precio de su apoyo.

La derecha ya contaba de antemano con el refuerzo de Kahlón. Después de todo, su facción puede ser definida en el mapa politico israelí como centro-derecha. El anuncio, dos semanas antes de los comicios, de que Netanyahu nombraría a Kahlón para ser su ministro de Finanzas, en caso de ser electo, no hizo más que confirmar ese pronóstico.

Lo único que le faltaba a Kahlón era garantizar un número «considerable» de escaños suficiente para convertirlo en relevante en la formación de la nueva coalición gubernamental. Sus 10 bancas obtenidas hicieron el resto.

Como resultado de todo ese processo, pocas veces un ministro entró a un gobierno con tanto respaldo político como en el caso de Kahlón. Su responsabilidad es enorme, y ella viene acompañada de una gran esperanza de reformas estructurales en la economía del Estado hebreo.

Sus dos principales desafíos son más que claros: reducir el precio de la vivienda y combatir el altísimo costo de vida.

Todo indica que una vez instalado, Kahlón declarará una guerra sin cuartel a los oligopolios. Apenas para ilustrar la situación, conviene dar algunos ejemplos de mercados oligopolistas en Israel.

Los dos mayores bancos, Hapoalim y Leumí, controlan el 60% del mercado. En el ramo de compañías de seguros, sólo tres tienen un «market share» de más de 70% en los principales rubros: salud, vida y cajas de jubilaciones y pensiones. En la industria alimenticia, cinco empresas controlan el 44% del mercado israelí.

Si cuenta con suficiente fuerza política para abrir estos mercados, Kahlón dará un gran paso para reducir los costos de vida de la ciudadanía. Vale la pena agregar que el experimentado político exige, además del cargo de ministro de Finanzas, otras importantes funciones gubernamentales, como la jefatura de la Comisión de Finanzas en el Parlamento y la dirección de Administración de Tierras de Israel. O sea que quiere estar seguro de que miembros de su partido estarán presentes en áreas fundamentales para la implementación de sus reformas.

Su antecesor, Yair Lapíd, también apenas había fundado un nuevo partido en las anteriores elecciones, enfocándose al mismo público y haciendo promesas similares. Lapid ocupó el mismo cargo en el último Gobierno, pero no tuvo éxito ni contó con el apoyo de Netanyahu.

La diferencia en este caso es que Kahlón conoce bien a Bibi y al ambiente político israelí, tiene experiencia como ministro, además de excelentes relaciones con todos los líderes de los demás partidos.

En mi artículo «¿Es Israel un país desarrollado?» expuse los desafíos que el Estado judío tiene por delante para superar la desigualdad social, combatir la pobreza y reducir el alto costo de vida. Apunté a la necesidad de la llegada de un «Mesías» capaz de llevar a cabo reformas estructurales que solucionen estos problemas.

De hecho, esas reformas demandarán un alto costo político y tendrán la oposición de un fuerte lobby por parte de grupos poderosos e influyentes de la sociedad israelí.

La amplia aceptación de todos los partidos, el apoyo popular y su éxito en la lucha contra el oligopolio de los celulares le otorgaron a Kahlón un status muy diferente al de sus antecesores.

El Mesías llegó. Sólo falta saber si el pueblo - principalmente las élites - está preparado para los cambios básicos que pretende realizar.