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Más judío, menos democrático

Israel999888Cuando hace alrededor de un año el entonces primer ministro turco, ahora presidente, Recep Tayipp Erdogan, aprobó permitir el velo islámico en el Parlamento, Europa y en general el mundo occidental dirigieron miradas de recelo hacia Turquía.

Las medidas islamizadoras de Erdogan liquidaron el laicismo en el país y generaron desconfianza en buena parte de sus vecinos europeos.

Ahora es el Gobierno de Netanyahu el que da el primer paso para liquidar el laicismo en Israel, elemento fundacional de la nación, para convertir el país en un Estado oficialmente judío.

La proposición de ley deberá ser aprobada en el Parlamento, pero ya levantó suficientes ampollas como para igualar la alarma que generó en su día Turquía.

Los moderados, tanto en la coalición de Gobierno como en la oposición, criticaron la propuesta de Bibi, advirtiendo que representa un ataque a la democracia y una amenaza a las minorías del país.

La razón de este nuevo paso del Ejecutivo israelí sólo puede buscarse en el nacionalismo cada vez más exacerbado de buena parte del Gabinete de Netanyahu, de la mano de los partidos de ultraderecha con los que gobierna, Israel Beiteinu y Habait haiehudí.

Fuera de la burbuja en la que vive Israel salta de inmediato a la vista que esta medida entraña muchísimos más problemas que beneficios para todo el mundo, empezando porque supone añadir madera al terrible fuego del conflicto con los palestinos.

Sin embargo, la noticia nos deja otro análisis. Más preocupante, si cabe. Y es que, de concretarse este cambio en la definición del Estado israelí, resulta inevitable dirigir la mirada hacia Irán.

Lejos de limar asperezas en el odio mútuo entre Jerusalén y Teherán - que empezó cuando la revolución de los ayatolás en 1979 implantó el islamismo de forma oficial en la nación -, definir como oficialmente judío al Estado hebreo no hará más que avivar la ya de por si elevada tensión entre ambas naciones. Una tensión que la presidencia de Hassan Rohani no logró rebajar, tras el elevado tono alcanzado durante el mandato de Mahmud Ahmadinejad.

La preocupación, sin embargo, debería llegar hasta Estados Unidos. Es posible que en Washington el Gobierno de Obama ya esté mascullando entre dientes, maldiciendo la nueva huída hacia adelante de Bibi, como de costumbre.

Pero Netanyahu sabe perfectamente que, al final, da igual lo que él y los suyos hagan: el apoyo a la causa israelí en Estados Unidos es total e incondicional. Como mucho, puede que veamos a John Kerry de nuevo dándose un paseo por Jerusalén para tratar de limar asperezas con una impecable sonrisa y sin demasiado qué aportar.

Y aquí paz y después gloria mientras la sangre en la región sigue corriendo injustificadamente una y otra vez.