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Quien calla, otorga

Yehuda ShaulEn estos días se cumplieron 10 años de Shovrim Shtivá (Rompiendo el Silencio, en hebreo), una de las ONGs de Israel más valientes y comprometidas, que consagra la mayor parte de su trabajo a recoger el testimonio de militares y ex militares que optan por denunciar la ocupación, algunas veces arriesgando su presente y su futuro en el entorno marcadamente militarista de una sociedad obsesionada con la seguridad, en la que el Ejército es el referente cardinal.

Desde niños a los israelíes se nos bombardea con dos cuestiones que a lo largo de nuestra vida constituirán el ADN de los judíos de este país: el temor a que Israel sea atacado por nuestros vecinos, incluso con armas nucleares, y el pánico a que se repita el Holocausto.

La educación se mantiene en la escuela, la universidad, el Ejército y posteriormente, durante toda nuestra vida, a través de los medios audiovisuales y escritos.

No es de extrañar que un sondeo reciente entre israelíes de todas las edades realizado por el Instituto Dahaf de la Dra Mina Tzemaj revelara que los jóvenes son más intolerantes que los sobrevivientes de la Shoá, tanto en lo tocante a los palestinos como en lo relacionado al propio Holocausto. Es una consecuencia lógica de la educación que se nos transmite desde nuestra más tierna infancia y cada vez va a más.

«Mi experiencia en el Ejército, cuando estuve destinado en Hebrón, me marcó. Supe que tenía que hacer algo, que no podía quedarme con los brazos cruzados. Empecé a hablar con mis compañeros y fuimos dando cuerpo a la idea de Shovrim Shtivá. Enseguida vimos que en Israel había mucha gente que no sabía lo que estaba ocurriendo realmente en Cisjordania y Gaza, gente que no iba más allá de los eslóganes enlatados que repetían la derecha y la izquierda», recuerda Yehuda Shaul, fundador y director de la ONG.

Shaul anduvo reuniéndose con unos y otros hasta que contactó con un reconocido fotógrafo, Miki Katzman, que le sugirió lanzar al nuevo grupo mediante una exposición en Tel Aviv que recogiera fotografías realizadas por los propios soldados destinados en los territorios ocupados. La idea se puso en práctica y la exposición fue un acontecimiento con amplia repercusión.

«Hebrón está aquí y todos permanecemos callados, me dije», señala Shaul (32), sargento y judío con kipá negra característica de los ortodoxos. Tras servir en infantería entre 2001 y 2004, fue en el último año del Ejército cuando el proyecto empezó a consolidarse. Katzman lo contactó con el director de cine Avi Múgrabi, quien le entregó una cámara de video con la que Shaul comenzó a grabar situaciones cotidianas derivadas de la ocupación.

En marzo de 2004 Shaul se liberó y la exposición de Tel Aviv se inauguró en junio. Lo más interesante fue que muchos soldados la visitaron, se identificaron con lo expuesto y voluntariamente se pusieron en contacto con Shovrim Shtivá para entregarle sus testimonios.

Desde entonces la ONG recogió las experiencias de 950 mujeres y hombres que participaron en la ocupación. «La sensación que tenía cada uno de los soldados que contribuyó con su testimonio es que estábamos traicionando nuestros valores, pero al mismo tiempo pensábamos que el conjunto de la sociedad israelí también los traicionaba. Pocos meses después publicamos un libro en el que se pasó de lo individual a lo colectivo y sistemático».

Shaul cree que en 2004, en plena segunda Intifada, y con la muerte de Yasser Arafat, se dieron las circunstancias propicias para que Shovrim Shtivá tuviera un gran impacto social. «Creo que los israelíes de hoy son menos sensibles a la ocupación y que la ocupación casi no se discute en la vida política. En las últimas elecciones, por ejemplo, el partido laborista no mencionó la ocupación en su plataforma».

En sus 10 años de existencia, Shovrim Shtivá creció hasta convertirse en una ONG mediana, que cuenta con 7 empleados a tiempo completo, 4 a tiempo parcial, 25 voluntarios que colaboran regularmente y 20 ocasionales. Su presupuesto anual es de alrededor de 900.000 dólares. 15% proviene de donantes privados israelíes y extranjeros, 55% de gobiernos europeos, 10% de fundaciones judías, y el resto de otras fundaciones y de iglesias cristianas.

«No me considero un pacifista, sino un activista contra la ocupación. Y creo que veré su final, aunque ahora parezca inalcanzable, porque no durará eternamente. Pero al mismo tiempo pienso que Netanyahu nunca firmará la paz puesto que jamás aceptará un Estado palestino independiente», recalca Shaul, que se desplaza en Jerusalén en una moto, y en Cisjordania es uno de los israelíes más queridos por los palestinos y más odiado por los colonos.

En los pasados diez años realizó cientos de viajes por Cisjordania, siendo Hebrón la zona que mejor conoce, una ciudad donde realizó el servicio militar y donde tuvo la inspiración para fundar Shovrim Shtivá.

La dedicación que requiere su trabajo la lleva con alegría y buen humor, aunque buena parte de sus conciudadanos lo consideran un traidor que socava los cimientos de Israel.

No obstante, Shaul está decidido a continuar luchando para acabar con la ocupación. «Es antes que nada por nosotros mismos. Debemos recuperar la cordura», dice.