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Las tres revoluciones de Egipto

Si usted está buscando algún aspecto rescatable en lo que está ocurriendo en Egipto hoy día, sugiero que ascienda a 10.000 metros y mire hacia abajo. A la distancia, los sucesos en Egipto a lo largo de los últimos dos años y medio casi no tienen sentido. En realidad, Egipto ha tenido tres revoluciones desde comienzos de 2011, y cuando las sumamos todas, se puede discernir un mensaje sobre lo que una mayoría de los egipcios está buscando.

La primera revolución fue cuando el pueblo y el Ejército egipcios derrocaron al presidente Hosni Mubarak e instalaron al ex ministro de la defensa, el mariscal de campo Mohamed Hussein Tantawi, ya entrado en años, como el jefe de Estado de facto. Tantawi y sus colegas terminaron siendo totalmente incompetentes para dirigir a la nación y fueron reemplazados, a través de una elección revolucionaria, por el partido de los Hermanos Musulmanes, encabezado por el presidente Mohamed Mursi. Rápidamente, el nuevo mandatario intentó consolidar el poder anulando a las fuerzas armadas e instalando a simpatizantes de la Hermandad en importantes posiciones. Su estilo autocrático y excluyente, así como su fallido liderazgo económico, aterró al centro egipcio, que se unió el mes pasado a una nueva generación de oficiales militares para una tercera revolución enfocada a la expulsión de Mursi y los Hermanos Musulmanes.

Para expresarlo en términos más simples: la primera revolución de Egipto consistió en deshacerse de la mano muerta, la segunda en deshacerse de las cabezas muertas y la tercera en escapar del punto muerto sin salida.

La primera revolución ocurrió porque un gran número de jóvenes egipcios, en su mayoría no islamistas, se fue hartando de la sofocante mano muerta de la era de Mubarak; una mano tan muerta que demasiados egipcios jóvenes sentían que estaban viviendo en un sistema manipulado, donde no tenían oportunidad alguna de hacer realidad su potencial pleno, bajo un líder carente de visión. Después de aproximadamente 30 años del dominio de Mubarak y aproximadamente 30.000 millones de dólares en ayuda estadounidense, casi un tercio de los egipcios aún no sabía leer o escribir.

Sin embargo, los generales que reemplazaron a Mubarak fueron cabezas muertas que no estuvieron a la altura de gobernar; tan muertos que muchos egipcios liberales estaban listos para votar por Mursi, de los Hermanos Musulmanes, por encima de un ex general de la era de Mubarak en las elecciones del 12 de junio.

Sin embargo, Mursi demostró que le interesaba más consolidar el control de su organización islamista sobre el Gobierno que gobernarse a sí mismo, y condujo a Egipto hasta un punto muerto y sin salida a grado tal que los egipcios salieron a las calles el 30 de junio y prácticamente le suplicaron a las fuerzas armadas que lo expulsaran.

Si sumamos todo, hay un mensaje de la mayoría egipcia: No más manos muertas; queremos un Gobierno que aspire a convertir de nuevo a Egipto en la vanguardia del mundo árabe. No más cabezas muertas; queremos un Gobierno que sea dirigido por personas competentes que puedan restablecer el orden y los empleos. Y no más puntos muertos; queremos un Gobierno que sea incluyente y respete el hecho que dos tercios de los egipcios no son islamistas y, aunque muchos son musulmanes devotos, no quieren vivir en nada cercano a una teocracia.

Es difícil exagerar el grado hasta el cual se había deteriorado la economía así como la ley y el orden bajo el mandato de Mursi. Había tantos guías de turistas sin trabajo que se advertía a los turistas que evitaran las pirámides porque desesperados guías de camellos y vendedores de postales se arremolinaban a su alrededor cual enjambre. Una encuesta de esta semana por parte del Centro Egipcio de Investigación sobre Opinión Pública arrojó que 71% de los egipcios no simpatizaba con protestas a favor de Mursi.

Sí, habría sido mucho mejor si Mursi hubiera sido expulsado del cargo mediante una votación. Sin embargo, lo que está hecho está hecho. Necesitamos aprovecharlo de la mejor forma. Lo correcto para el presidente Barack Obama ahora es que estuviera no sólo haciendo caso omiso a los llamados dirigidos a eliminar la ayuda económica a Egipto, con base en el argumento que la última revolución equivalió a un golpe militar. Nosotros deberíamos estar intentando convencer a todos en el mundo de que ayuden a este nuevo Gobierno egipcio a que tenga éxito.

Entonces, no causa sorpresa que la gente tema que los militares de Egipto pudieran permanecer en el poder indefinidamente. Es un peligro, pero eso me preocupa menos. Se le ha conferido poder al pueblo egipcio. La mayoría de los egipcios ha puesto - tres veces ahora desde 2011 - un alto al movimiento de su Gobierno por mal camino.

Me preocupa algo más: que los egipcios definan la senda correcta y convencer a la mayoría de seguirla. Eso es totalmente otro tipo de desafío, y no estoy seguro de que Egipto pueda llegar alguna vez a ese nivel de consenso.

Sin embargo, este Gobierno ofrece la mejor esperanza para eso. Tiene a buenas personas en posiciones de importancia, como finanzas y asuntos exteriores. Correctamente, se concentra en una constitución justa y una reforma económica que sea sostenible.

Su tarea será mucho más fácil si los Hermanos Musulmanes pueden ser reintegrados a la política, y si su guerra con los militares es detenida. Sin embargo, la Hermandad también necesita aceptar que se equivocó - en grande - y que debe ganarse de nuevo la confianza de la gente.

Este no es momento para que Estados Unidos esté castigando a los egipcios o exigiendo elecciones rápidas. Nuestra tarea consiste en ayudarle al nuevo Gobierno a que aproveche al máximo el número de buenas decisiones económicas que tome, al tiempo que se le presione de manera constante para que se vuelva más incluyente y que sea posible la formación de múltiples partidos políticos.

Si ocurre eso, Egipto tendrá unos cimientos apropiados para celebrar elecciones democráticas de nuevo. Si eso no ocurre, ninguna cantidad de elecciones lo salvará.

Fuente: The New York Times
Traducción: www.israelenlinea.com