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El siglo del barrio árabe

Supongo que ahora es oficial: el término «Primavera Árabe» tiene que ser retirado. No hay nada en marcha que sea similar a la primavera. De igual forma, el más amplio, pero aún vagamente esperanzador, «Despertar Árabe» ya no parece válido, dado todo lo que se ha despertado .

Así que el estratega Anthony Cordesman probablemente está en lo correcto cuando argumenta que es mejor que ahora hablemos de la «Década Árabe» o del «Siglo del Barrio Árabe»; un largo periodo de inestabilidad entre estados y entre regiones, en el cual una lucha tanto por el futuro del islam como por el futuro de las naciones árabes individualmente se funden en un «choque dentro de una civilización».

Cuando surgió la Primavera Árabe por vez primera, la analogía fácil era la caída del Muro de Berlín. Todo parece indicar que la analogía correcta es un suceso diferente de importancia central en Europa - la Guerra de los 30 Años en el siglo XVII -, una horrenda mezcla de conflicto religioso y político que, con el tiempo, produjo un nuevo orden de estado.

Algunos dirán: «Se los dije. Ustedes nunca debieron haber abrigado esperanzas por esta Primavera Árabe». Tonterías. Las corruptas autocracias que nos dieron los 50 años anteriores de «estabilidad» sencillamente eran desastres en cámara lenta.

Lean el Informe de Naciones Unidas sobre Desarrollo Humano Árabe de 2002 acerca de lo que le hicieron déficits de libertad, de poder para las mujeres y de conocimiento a pueblos árabes a lo largo de los últimos 50 años. Egipto, Túnez, Libia, Yemen y Siria no se están viniendo abajo actualmente porque sus líderes fueron derrocados. Sus líderes fueron derrocados porque durante demasiados años les fallaron a demasiada de su gente. La mitad de las mujeres en Egipto aún no sabe leer. Ese es el precio de la estabilidad de los últimos 50 años.

Aunado a esto, «nosotros» no desatamos la Primavera Árabe, y «nosotros» no podríamos haberla detenido. Estas insurrecciones empezaron con búsquedas de dignidad temerarias y auténticas, por parte de jóvenes árabes, en pos de las herramientas y libertad para volver realidad su potencial pleno en un mundo donde ellos podían ver cómo estaban viviendo todos los demás.

Sin embargo, no acababan de quitarles las tapas a sus sociedades, buscando gobiernos con los pies bien plantados en la ciudadanía real, cuando descubrieron que estaban compitiendo con otras aspiraciones que habían sido expuestas; aspiraciones de ser más islamista, más sectario o de restablecer el statu quo anterior.

De cualquier forma, me sorprenden dos cosas. La primera es cuán incompetente han sido los Hermanos Musulmanes En Egipto, la Hermandad ha presidido una espiral de muerte económica y un Poder Judicial envuelto en idioteces como la investigación del comediante Bassem Youssef, el Jon Stewart de Egipto, por presuntamente haber insultado al presidente Mohamed Mursi. Cada vez que los Hermanos Musulmanes tuvieron la opción de actuar de una manera incluyente o de tomar más poder, tomaron más poder, privándose ahora de la amplia base que hace falta para efectuar reformas si bien dolorosas, necesarias.

¿La segunda sorpresa? Cuán débil ha sido la oposición democrática. La tragedia del centro-izquierda árabe es una historia complicada, nota Marc Lynch, experto de Oriente Medio por la Universidad George Washington y autor de «La insurrección árabe: Las revoluciones inconclusas del nuevo Oriente Medio». Muchas de las élites políticas más seculares y pro-Occidente de Egipto que pudieron encabezar nuevos partidos de centro-izquierda, dijo, habían sido «cooptados por el viejo regimen» para sus propios partidos semioficiales y, por lo tanto, «quedaron desacreditados ampliamente ante los ojos de la opinión pública». Eso dejó a jóvenes que nunca habían organizado un partido, o un diverso grupo de expatriados, exoficiales del régimen, nasseritas e islamitas liberales, cuya única idea compartida era que el viejo régimen debía irse.

Desde que tomaron el poder en Egipto, «los Hermanos Musulmanes han presidido sobre fracaso económico y colapso politico», dijo Lynch. «Ellos han perdido el centro, ellos se están peleando con salafistas y ahora ya quedaron con su núcleo fundamental de apoyo, de 25%. No hay forma de que ellos ganaran en unas elecciones justas, razón por la cual la oposición debería estar participando - no boicoteando - las siguientes elecciones parlamentarias». La vieja línea de que tienes que esperar con respecto a elecciones hasta que se pueda erigir una sociedad civil de tendencia moderada, es un fracaso demostrado. «No se puede enseñar a alguien a que sea un gran jugador de baloncesto mostrándole videos», señaló. «Tiene que jugar; y la oposición no se volverá efectiva hasta que compita y pierda y gane de nuevo».

Ya desaparecieron las viejas fuentes de estabilidad que mantuvieron unida a esta región. Ninguna potencia exterior con puño de hierro quiere ocupar ya estos países, porque todo lo que ganan actualmente es una factura. Ningún dictador con puño de hierro puede controlar ya a estos países, porque su gente ha perdido su miedo. Los primeros gobiernos electos - encabezados por los Hermanos Musulmanes - tienen ideas equivocadas. Más islam no es la respuesta. Más del Informe de Desarrollo Humano Árabe es la respuesta. Sin embargo, los jóvenes de la oposición democrática aún no tienen líderes que impulsen a su gente en torno a esa visión.

Dado todo lo anterior, la opción menos mala para Estados Unidos está en hacer uso de su influencia económica para insistir en reglas constitucionales que sean democráticas, elecciones con regularidad y apertura política, así como que haga todo lo que esté en su poder por motivar a líderes moderados de la oposición a que se postulen en busca de cargos públicos.

Nosotros deberíamos apoyar a cualquiera que quiera poner en marcha el Informe de Desarrollo Humano Árabe y oponernos a cualquiera que no. Esta es la única forma de que estas sociedades puedan dar a luz su única esperanza: una nueva generación de líderes aceptables que puedan asegurar que este «Siglo del Barrio Árabe» termine mejor de lo que empezó.

Fuente: The New York Times
Traducción: www.israelenlinea.com