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Gaza e Israel: dos caras de una tragedia

Franja de GazaGaza: «Esto es un infierno, no se puede seguir así»

A Suheir la conocimos hace años, en la Franja de Gaza, al entrevistar a su esposo, un reconocido analista palestino. En su casa - donde comí el maqlube más delicioso que haya probado - conocí a sus dos hermosos hijos.

Esta semana, cada vez que recibimos la información sobre algún ataque de la Fuerza Aérea israelí en Dir el-Balah, esa hermosa zona en la parte central de Gaza en la que viven, se nos paralizaba el corazón. Por fortuna, Suheir parecía vivir con el celular en la mano y contestaba para decirnos que estaba bien, «aunque esta vez fue cerca».

«Esto es un infierno... no se puede seguir así», comentaba, señalando que toda la familia permanecía en la casa constantemente, sin salir por nada. Debieron ser estos los únicos días en los que se alegraban - ella y su esposo - de tener a su hijo mayor fuera, estudiando en París.

«Yo no sé qué quiere Israel de nosotros; qué pretende lograr», preguntaba Suheir. Le comentábamos sobre los cohetes disparados por Hamás, de la escalada. «Pero Hamás sostiene que estaban negociando una tregua... y ahí viene Israel a matar a Ahmed Jabari... ¿A qué se va a llegar?».

Suheir nunca fue miembro de Hamás. Se considera musulmana moderada, deseosa de que se logre una solución pacífica al conflicto con los vecinos. Pero está convencida de que los ataques de Israel crean más odio y no ayudan a que en algún día se llegue a negociar.

También en medio de la guerra de esta semana en Gaza ha estado un apreciado colega palestino: Zakaria Talmas. A cada una de nuestras llamadas, tras reconocer nuestra voz, decía de inmediato: «no te preocupes, estoy bien». Desde el otro lado sentíamos de inmediato el tono de «estamos bien, pero...». Él, que trabaja en el terreno con medios europeos, se mete a diario en los escenarios de la noticia y conoce de cerca el significado de la guerra.

«Tengo que tratar de no pensar en mi riesgo personal, por que si no, no hago nada», comenta Zakaria al preguntársele si sintió miedo. Y recordando claramente que él y su esposa no tienen hijos, la imaginábamos a ella sola, preocupada. Pero Zakaria aclara que «ella trabaja ahora en una clínica, así que salía todo el tiempo, no podía permitirse el lujo de quedarse en casa, porque la necesitaban».

«Esto tiene que terminar en algún momento, por el bien de los dos pueblos», decía Zakaria siempre que en el correr de los años le preguntábamos, en situaciones similares, cómo se siente y cómo ve el futuro. Esta vez, suspiró profundo. «Así no se puede seguir, eso está claro. La pregunta es si hay alguien que lo pueda solucionar».

Israel: «Vivimos de milagros hasta que la suerte falla»

El martes de la semana pasada, tras el impacto de un cohete Kassam entre dos casas particulares en un barrio de la ciudad de Sderot, en el sur de Israel, que ya fue en enero del 2001 el primer blanco de los proyectiles disparados desde la Franja de Gaza, mucha gente respiró aliviada. «Por poco le pegan directo a una casa con gente adentro», comentaba un vecino. «Y si no alcanzan al refugio, no salen con vida», aclaraba otro.

En medio de la corrida, mientras el alcalde David Buskila se cercioraba de que había solo daños materiales y no heridos ni muertos - comentando a esta cronista que «vivimos de milagro en milagro, hasta que la suerte falla» -, un hombre observa con rostro amargo la escena.

Es Yossi Timsit, en cuya casa ya habíamos estado años atrás, cuando fue blanco directo de un cohete palestino. Su esposa había resultado seriamente herida aquella vez: «Ya van cuatro», dice Yossi. «Sí, cuatro, aunque no lo crea. Cuatro veces que los palestinos le pegan a mi casa: en 2003, 2005, 2007 y hace dos meses. Y yo sigo acá».

Yossi esperaba que los comentarios que circulaban por radio y TV sobre un inminente alto el fuego - que al final se concretaron - no fueran ciertos. «Hay que golpear a Hamás hasta que se ponga de rodillas pidiendo que paremos. ¿Para qué hacer treguas con ellos si siempre las vuelven a violar?», se preguntaba. «¿Cuánto más podemos soportar?».

A pocos metros captamos el rostro de Dorón, una jovencita de 15 años que movía su mirada entre el cielo y la calle, como asegurándose de que no le caiga una sorpresa de arriba, aunque no suene la alarma. Ella y sus padres salieron a la entrada de la casa al oír el impacto. «Salgo cuando oigo la explosión, porque ya entiendo que no fue sobre mi cabeza. Algo que nunca sé de antemano», dice con sonrisa nerviosa.

La madre, Ilana, señala a su hija: «Tiene 15 años. Esto empezó cuando ella tenía tres. ¿Es normal vivir así? Nuestra gente ha estado en Sderot estos días y sabe qué mal está allí la gente, por más fuerza que traten de irradiar», comentó.

«Ahora hay tregua, pero ya tenemos bien claro cuántos pedidos de ayuda volveremos a recibir a partir del domingo, al comenzar la semana. Puede ser de gente con palpitaciones, ataques de pánico, temblores», dice el sicólogo Zví Fajerman, director General de un centro de servicios psicológicos en el Consejo Regional Shaar Hanegev, junto a la frontera con Gaza.

Fuente: El Tiempo