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Entre el orgullo y el interés nacional

Los sucesos en la embajada de Israel en El Cairo, atacada por una multitud enardecida, podrán haber sido presentados como "expresión de ira popular", pero son en realidad expresión de un fenómeno nada nuevo en Egipto, que ahora, con el cambio de gobierno, estalla abiertamente.

"Karam". El orgullo, el respeto, la dignidad, es un tema importante en el mundo árabe. Es una cuestión cultural por la que en ciertos sectores, se considera justificado hasta matar. Una ofensa en público resulta especialmente inaceptable, pero también lo es a puertas cerradas.

Cuando hace algunas semanas, autoridades israelíes declararon a los medios de comunicación que el gobierno central en Egipto no controlaba debidamente la situación en la península del Sinaí y que por ende había allí un serio deterioro de la seguridad, Egipto se ofendió. Ministros y comentaristas recordaron a los israelíes que "declaraciones irresponsables no pueden ser aceptadas por El Cairo".

El pequeño detalle que olvidaron es que quienes se manifestaron en esos términos lo hicieron porque de territorio egipcio, precisamente en el Sinaí, había cruzado a Israel una célula terrorista que abrió fuego hacia autobuses y coches particulares, matando a seis civiles y dos efectivos de seguridad israelíes. Fue un atentado, una agresión sin provocación alguna del lado israelí.

El ataque tuvo otra consecuencia trágica: la muerte de cinco soldados egipcios de la unidad apostada en ese punto de la frontera, por lo cual las autoridades egipcias condenaron de inmediato a Israel, aunque la investigación no determinó en forma terminante que habían muerto a causa de balas israelíes. También podrían haber sido alcanzados por balas de los propios terroristas.

Israel expresó pesar de inmediato, aclaró que bajo ningún concepto quería que mueran egipcios y que el lamentable desenlace fue producto de la situación creada por los terroristas en el lugar. Es que, cabe recordar, los terroristas llegaron del territorio egipcio, algunos de ellos - según testigos presenciales - vestían inclusive uniformes egipcios y se abrió fuego desde muy cerca de la posición fronteriza egipcia.

Pero esos detalles parecían irrelevantes para quienes juzgaron categóricamente a Israel.

Los sucesos de este viernes por la noche en la embajada de Israel en El Cairo, atacada por una multitud enardecida, podrán haber sido presentados como "expresión de ira popular" por la muerte de esos soldados, pero son en realidad expresión de un fenómeno nada nuevo en Egipto, que ahora, con el cambio de gobierno, estalla abiertamente.

Y se nos ocurre que resulta relevante preguntarnos qué habrían sentido ciudadanos de Egipto - por ejemplo - si alguien hubiese atacado una embajada suya en cualquier parte del mundo, como una multitud enardecida atacó este viernes por la noche la embajada de Israel en El Cairo. Vándalos extremistas lograron destruir la muralla que rodeaba la embajada (construida recientemente por las autoridades egipcias), treparon hasta el piso en el que estaba colgada la bandera israelí recientemente restituida al lugar tras un ataque anterior, la volvieron a quitar y la quemaron ante los gritos entusiastas de la masa de gente en el lugar. Un grupo logró irrumpir a uno de los pisos de la embajada y se vio a gente tirando papeles por la ventana que, según se informó, eran documentos en hebreo. La multitud, abajo, festejaba.

Por algún extraño fenómeno, pocos en la zona consideran justificado que también Israel tenga su "karam" ("kavod", en hebreo), que también Israel espere ser respetado.

Mirábamos la filmación de los hechos realizada por la agencia noticiosa Reuters (y colocada en el sitio informativo israelí Y-net, ynet.co.il) y nos resultaba fácil llegar rápidamente a la conclusión que el orgullo israelí estaba siendo pisoteado.

Nos atrevemos a imaginar qué piensa el israelí promedio que ve esas imágenes. Y también el propio primer ministro Binyamín Netanyahu. Pero en lugar de hablar con las vísceras, el jefe de gobierno israelí, tras calificar de "sumamente grave" el incidente en la embajada, optó por agradecer a las autoridades egipcias por la "determinación" con la que actuaron, rescatando del edificio sitiado a seis diplomáticos israelíes que se hallaban en su interior. Un avión de la Fuerza Aérea israelí los trajo a ellos, a todo el resto de los diplomáticos israelíes en Egipto y sus familias - menos uno, que quedó allí hasta nuevo aviso - de regreso a Israel.

Difícil equilibrio el que trata de mantener Israel entre su dignidad y su interés estratégico.

Desde la firma del acuerdo de paz entre Israel y Egipto, el 26 de marzo de 1979, Israel ha tenido que tragar mucha saliva en el marco de las relaciones bilaterales con Egipto.

Muy poco después de la euforia de los primeros tiempos, quedó claro que la paz con Egipto sería fría. Las autoridades impedían un flujo libre de turistas egipcios a Israel. A menudo, quienes visitaban el país a pesar de todo eran interrogados y acosados, las diatribas anti-israelíes en los medios prosiguieron, el dedo acusador a Israel en toda ocasión de tensión siempre estaba listo y salvo algunos justos valientes, la opinión pública egipcia se mantuvo hostil. Inclusive quienes entraban a la embajada israelí o en la residencia del Embajador, recibían luego "visitas" de los servicios secretos egipcios, tal cual relata Michelle Mazel en su libro "La esposa del Embajador", resumiendo sus años en Egipto acompañando a su esposo Tzvi Mazel, que fue de los primeros diplomáticos israelíes en El Cairo y se desempeñó finalmente también como embajador.

Sólo de su libro podríamos sacar decenas y decenas de ejemplos lamentables de las mentiras inventadas sobre Israel en Egipto, hasta el extremo de lo que escribieron algunos diarios un día después de una celebración en la embajada israelí en El Cairo por el Día de la Independencia de Israel, alegando que "una mujer vestida en forma provocativa e irrespetuosa recibía a los invitados egipcios". Olvidaron decir que quien estaba en la puerta era una niña vestida normalmente y repartiendo muñecos de recuerdo a a los huéspedes", escribió Michelle.

Periodistas no dudaban en escribir mentiras sobre Israel, en inventar difamaciones a todo nivel, en boicotear a algunos de sus colegas que "osaban" pedir también la opinión de algún vocero israelí en momentos de conflicto en la zona. Hace varios meses se estuvo a punto de expulsar del sindicato de periodistas a una destacada cronista egipcia, porque se había reunido con el Embajador de Israel. Diversos gremios rechazaron todo contacto y se colocaron siempre del lado opuesto en forma tajante a la paz con Israel.

Quien fuera hasta hace unos pocos meses el presidente de Egipto, Hosni Mubarak, aunque optó por continuar las relaciones de paz y con ello fue considerado un elemento estabilizador en la zona, no perdía oportunidad para criticar con tono, a menudo, de enemigo, permitía la transmisión de series claramente antisemitas en la televisión oficial egipcia y jamás aceptó viajar a Israel. Hubo una sola excepción: el funeral del asesinado primer ministro Itzjak Rabin.

A pesar de ello, diferentes figuras israelíes "peregrinaban" a El Cairo a reunirse con Mubarak, lo tenían al tanto de las cosas, consultaban con él, coordinaban con su gobierno. Lo hicieron figuras de izquierda y de derecha, gobiernos conservadores y de centro izquierda. A nadie se le pasaba por la mente lo contrario. Egipto tiene su "karam" y es importante preservarlo ya que de fondo, lo principal, es la paz.

Para Israel, la firma del acuerdo de paz con Egipto fue un logro estratégico de primer nivel. Cuando se terminaron las fiestas y quedó claro que no era ésta una historia de amor, los israelíes se mantuvieron seguros en su convicción: mejor una paz fría que una guerra caliente.

Y tenían razón.

Y seguramente, en varias circunstancias, contuvieron el aliento y se dijeron: hay que seguir, el acuerdo es lo más importante.

Y seguramente seguirán también ahora, después del pisoteo de su dignidad, este viernes, en su embajada en El Cairo.

El problema central es que la culpa de todo ésto no la tienen sólo las masas enardecidas que arrancan postes de su propia calle para romper con ellos la muralla alrededor de la embajada. La culpa la tienen todos aquellos responsables del envenenamiento del mundo árabe, durante décadas, con el odio anti-israelí en los medios, en el discurso público. Ante todo, los gobiernos. Esos gobiernos que callaban toda oposición y que permitían y continúan permitiendo cualquier cosa siempre y cuando el atacado sea Israel.

Ahora, en Egipto, quizás alguien esté comprendiendo que la situación se escapa de las manos.

Los incidentes violentos frente a la embajada israelí en El Cairo comenzaron, de hecho, con una serie de protestas en la plaza Tahrir contra las autoridades egipcias bajo el nuevo lema "Corrigiendo la senda de la revolución" por comprender ahora la gente que la democracia no ha llegado y que la situación actual no es de reforma ni libertad.

Pero como en tantas otras oportunidades, atacar a Israel siempre parece, en el mundo árabe, ser una buena salida.

El gran problema es que en estas situaciones, cuando la calle toma el control, no siempre ello es reflejo de sentimientos que conducirán a algo bueno. La calle puede luchar por democracia, pero también puede actuar como una masa amorfa que embiste sin pensar lógicamente.

Y el gran peligro es que en la situación actual, cuando las autoridades de El Cairo - sin traer verdadera democracia - quieren dar la impresión de que escuchan al pueblo, se vean finalmente en una situación en la que no puedan evitar el fin del acuerdo de paz con Israel.

Sería una pérdida estratégica para ambos países. Falta que lo entiendan también en El Cairo.