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Comparación sugestiva

Homs - Siria 2012¿Cómo reaccionaría el mundo y particularmente el mundo árabe si las matanzas sistemáticas de manifestantes árabes se produjeran no en Siria sino un poco más al Sur, en Israel?

La pregunta no tiene nada de sorprendente y la respuesta es obvia. Pilar Rahola la formuló en uno de sus artículos y en distintas variaciones ha sido planteada por periodistas judíos en varios países.

Pero lo curioso es que el interrogante aparece ni más ni menos que en el diario panárabe «Asharq Alawsat» que se edita en Londres en inglés y en árabe y está financiado por capitales sauditas. El autor del artículo, Tariq Alhomayed, editor en jefe del diario, a quien la redacción presenta como el editor más joven que nunca ha tenido un diario árabe, es explícito desde el mismo título: «Comparemos a Assad con Israel».

Alhomayed define la situación en Siria como un caso de «fluidez política» y explica de qué se trata: «Esto es algo que vimos el día en que Saddam Hussein ocupó Kuwait, en el día en que agentes de Hezbolá intencionalmente comprometieron a Líbano en una guerra injustificada, el día en que Hezbolá ocupó Beirut y cuando inventó el concepto del tercio parlamentario con derecho a bloquear a las mayorías. Es el derecho de las élites auto-proclamadas. Esto es algo que vimos también cuando Hamás tuvo la originalidad de perpetrar un golpe de estado bajo la ocupación. Sin duda, este es un caso árabe por excelencia, un caso carente de lógica y de arreglo».

Luego de criticar lo que llama «democracia deformada», Alhomayed sugiere dejar de lado el análisis de las «locas dictaduras árabes» y comparar sus actos con los que Israel perpetró «contra nosotros» en los últimos cinco años, particularmente las guerras de Líbano y de Gaza.

«El mundo entero corrió a detener las agresiones de Israel en Líbano en 2006, una guerra que duró aproximadamente dos meses y costó la vida de 1200 libaneses. Lo mismo puede decirse de la guerra de Gaza, que produjo un número similar de víctimas. En ambas, la opinión pública en el mundo árabe se movilizó rápidamente mientras listas falsas de «Amigos de Israel» eran elaboradas y difundidas por el gobierno de Assad. De hecho, muchos políticos árabes trataron de explotar esa tragedia, en primer lugar el régimen sirio. Sin embargo, nadie preguntó ni pregunta ahora ¿Porqué ocurrieron? ¿A qué intereses sirviero? ¿Quién fue el responsable?»

«Hoy, en el caso de Assad, hemos visto a las fuerzas sirias en nuestras pantallas de televisión matando brutalmente a su propio pueblo, no dos meses, sino todo un año. Los muertos ya suman más de 8000 y las tropas del tirano de Damasco han destruido mezquitas, torturado y asesinado a niños, así como a mujeres y ancianos, simplemente para que Assad pueda mantenerse en el poder. Sin embargo, la reacción de algunos políticos, órganos periodísticos y figuras públicas parece sugerir que si los asesinos fueran árabes la situación sería tolerable, pero en cambio si fuesen israelíes entonces sí deberíamos reaccionar enérgicamente».

«Es triste y vergonzoso cuando alguien como Hassan Nasrallah tiene la insolencia de defender al régimen sirio. La comparación de Siria con Israel pone en evidencia el alcance de la falsedad en nuestra región. Sin duda, la caída del tirano, servirá entre otras cosas para hacer desaparecer la hipocresía en la zona, cuyo símbolo más notorio es el régimen de Assad».

Muy elocuente sin duda. Pero claro está, el editor del diario árabe editado en Londres, escribe en un momento en el que Siria es un paria en el mundo árabe, por lo que le es permitido incluso decir de manera discreta que Israel en comparación no es tan malo.

Por otra parte, no estoy seguro de que el artículo en la publicación en inglés es reproducido fielmente en la edición en árabe. Aseguran los críticos de Alhomayed que él es muy liberal en sus críticas a países árabes y permite un amplio margen de libertad a sus colaboradores. Otra cosa es cuando se producen noticias molestas sobre Arabia Saudita, que son omitidas o minimizadas y nunca son merecedoras de comentarios.

Pero como lo indica  sabiamente la última frase de la inolvidable película «Una Eva y dos adanes»: «Nadie es perfecto».

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