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Herzl y la revolución egipcia

Binyamín Zeev HerzlMientras el mundo celebra el primer aniversario de la caída del régimen del ex presidente egipcio, Hosni Mubarak, resulta interesante recordar que Binyamín Zeev Herzl, en su actividad política desarrollada hace un siglo atrás, era sensible a lo que acontecía en las sociedades árabes.

Después de haber perdido la esperanza de obtener el visto bueno del Imperio Otomano para permitir el establecimiento de los judíos en Palestina, hubo al parecer, durante un breve período, una alternativa para que éstos se establecieran en El-Arish, al norte del Sinaí o «la Palestina egipcia», como la llamaba Herzl.

El estatus internacional de Egipto en aquel entonces era único: A pesar de que se trataba de un régimen egipcio a cargo de un jedive (virrey) de la dinastía de Mohamed Ali, el control efectivo estaba en manos británicas.

Se envió una delegación sionista para estudiar la posibilidad de establecer asentamientos agrícolas judíos en la zona de El-Arish, con la visita a Egipto del propio Herzl en 1903. Allí pudo reunirse con el gobernador británico y con el canciller egipcio Boutros Ghali (abuelo del ex secretario general de la ONU, Boutros Boutros Ghali), quien siete años más tarde, cuando se convirtió en primer ministro, fuera asesinado por un nacionalista egipcio.

Al final, nada resultó de aquella iniciativa, ya que el desarrollo agrícola en el norte del Sinaí era imposible por la falta de agua y porque tanto los británicos como los egipcios rechazaron la idea.

Al igual que cualquier persona que se encuentra de visita en Egipto, Herzl viajó a ver las pirámides. En su diario no dejó ningún registro acerca de su impresión al momento de encontrarse frente a ellas, pero en cambio se ocupó de dejar constancia de su conmoción al ver la miseria en la que vivían los «felahim» egipcios - los campesinos agricultores -, a quienes encontró en el camino a Giza.

De acuerdo con una forma de condescendencia típica de los europeos liberales de su tiempo, se prometió: «cuando tenga poder suficiente para hacerlo, me ocuparé de los felahim». Estaba claro que él no se refería a los agricultores egipcios, sino a los de Palestina.

Pero la más interesante de sus impresiones acerca de Egipto figura en el informe que escribió sobre una conferencia pronunciada por un experto británico relativa a los problemas de irrigación en la Mesopotamia. Herzl no fue particularmente cautivado por aquella exposición, pero quedó muy asombrado por el público, «en particular, el gran número de jóvenes egipcios, de aspecto inteligente, que llenaban la sala».

Comprendiendo aquella dinámica que Gran Bretaña se ocupaba de obstaculizar de cara a ciertos procesos que se desarrollaban ya en Egipto, Herzl hizo comentarios que recuerdan las afirmaciones de Karl Marx sobre la naturaleza dialéctica del régimen británico en la India: «Estos son los futuros amos; es sorprendente que los ingleses no tomen consciencia de ello», escribió Herzl. «Ellos piensan que habrán de tratar con felahim por siempre».

«Actualmente, basta con una fuerza militar de 18.000 soldados para un país de este tamaño, pero ¿por cuánto tiempo más?», continúa Herzl. «El papel de los británicos es grandioso; operan una purificación sobre Oriente Medio, trayendo luz y aire fresco a los rincones más contaminados; erradicando las antiguas tiranías, y debilitando las distorsiones del régimen».

«Sin embargo, con su libertad y progreso les enseñan a los felahim lo que es la rebelión. Los métodos coloniales ingleses terminarán destrozando el imperio colonial de Inglaterra o habrán de sentar las bases para el dominio mundial de Gran Bretaña. Me gustaría volver aquí en 50 años para ver qué sucederá».

Un pronóstico para nada equivocado, viniendo de un periodista europeo que con su instinto político e histórico fue capaz de comprender algo que muy pocos miembros de su generación pudieron percibir: que el imperialismo europeo terminaría forjando con sus propias manos la infraestructura ideológica y social que habría de provocar su propia destrucción.

Casi 50 años después de que Herzl escribiera sus afirmaciones, el 23 de julio de 1952, la Revolución de los Oficiales Libres, encabezada por Muhammad Naguib y Gamal Abdul Nasser, se deshacía de los últimos vestigios del colonialismo británico en Egipto.

Y 35 años más tarde, los hijos y nietos de esos «felahim» que vio Herzl salen a las calles a reclamar sus derechos individuales, derrocan a un gobierno despótico y votan en elecciones libres.

Fuente: Haaretz - 3.2.12
Traducción: www.israelenlinea.com

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