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Durmiendo sobre cedros y laureles



Con el recrudecimiento de las hostilidades en Líbano y en el sur de Israel, a lo largo de la semana pasada, es necesario que el gobierno de Netanyahu reconsidere sus conjeturas acerca de Tzáhal y su poder de disuasión.



Los incidentes fronterizos de esta semana - en el norte, y en menor grado, en Eliat y toda el área cercana a Gaza - pusieron en duda las suposiciones con las que ha operado Israel durante los últimos cuatro años, desde la finalización de la Segunda Guerra del Líbano.

El número relativamente bajo de víctimas, unido a los informes de inteligencia indicando que el ejército libanés fue responsable del reciente cañoneo, permiten a Israel continuar afirmando que lo sucedido no hace necesaria una importante revisión de sus políticas.

Aún antes de los últimos incidentes, la tendencia predominante, este verano - de mantener una relativa calma a pesar de las tensiones en ascenso - se conserva intacta. Pero estos incidentes, en particular, la acción de los francotiradores libaneses que acabó con la vida de un oficial de reservistas,  cerca del kibutz  Misgav Am, plantean la cuestión acerca de si nuestras concluciones acerca de la pasada Guerra en Líbano y sus ramificaciones son aún aplicables en Agosto de 2010.

Tzáhal, obrando de acuerdo a un común sentido de defensa, utilizó tal poder de fuego durante los dos últimos años, en el Líbano en 2006 y en Gaza en 2008, que los árabes se atemorizaron, y en consecuencia, tanto el Hezbolá como Hamás se muestran cautelosos ante la probabilidad de otro combate. Cuando el Jefe del Comando Norte, el Gadi Eizenkot, dio más precisiones sobre esta idea (de una manera mucho más sofisticada) durante una lectura en la Universidad de Tel Aviv, meses atrás, fue abordado, al finalizar su exposición, por el ex Ministro de Defensa Moshé Arens: "Tienes razón", le dijo Arens, "pero olvidaste mencionar el otro término de la ecuación: Hezbolá también está usando mecanismos de disuasión, contra nosotros".

Desde el asunto de la flotilla en Gaza, en mayo pasado, ha habido un mal presentimiento en toda la región. Agitadores de todo tipo encontraron la forma de redirigir las hostilidades a través de canales impensados. No es necesario que el enfrentamiento tenga lugar únicamente en el campo de batalla o bajo las condiciones impuestas por Israel.

Efectivamente, los enemigos del país tienen toda una serie de razones para comenzar una confrontación: para prevenir sanciones más duras en contra de Irán; para escapar de las inminentes imputaciones por parte de la Corte Internacional de Justicia en contra de los miembros más importantes de Hezbolá por el asesinato del ex Primer Ministro libanés Rafik Hariri; o bien, como reacción al aislamiento de Hamás en Gaza por parte de Egipto.

La semana pasada ya se produjeron enfrentamientos a pequeña escala. Hamás ha abierto un nuevo frente contra Israel disparando misiles desde Sinaí a Eliat. Mientras tanto, los francotiradores del ejército libanés emboscaron a reservistas de Tzáhal mientras hacían tareas de desmonte a lo largo de la frontera, bajo el falso pretexto de que la soberanía libanesa había sido violada.

El reporte de hace dos días atrás acerca de un intento de asesinato del presidente iraní Mahmud Ahmadinejad parece dudoso. Es verdad, Irán se encuentra bajo presión a causa de las sanciones y las claras advertencias de EE.UU sobre el uso de fuerza militar en su contra, pero no está del todo contra la pared y aún tiene algún espacio para maniobrar.

Pero aún así, uno no puede estar seguro acerca de la conducta racional de todos los protagonistas en la región. Fue el líder del Hezbolá, Hassan Nasrallah, quien admitió, en un raro momento de inocencia, hacia el final de la última guerra, que de haber sabido que existía la probabilidad, incluso en un 1 por ciento, de que Israel respondería con tanta fuerza frente al secuestro de dos soldados reservistas, él no hubiese aprobado la operación en el Líbano.

En foros privados del ejército, Eizenkot suele hacer la siguiente consideración: la Segunda Guerra del Líbano fue una falla táctica que derivó en un éxito de estrategia, mientras que la Operación "Plomo Fundido" fue un éxito táctico que terminó en un fracaso táctico. Eizenkot hace referencia a las implicaciones que surgen del Informe Goldstone: el uso extensivo de fuerza entre la población civil de Gaza provocó una áspera crítica internacional, lo que puede significar atar de manos al ejército en un futuro conflicto.

Entre tanto, sobre el terreno, el poder disuasivo de Israel parece estar erosionándose. Una parte importante de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, que dio fin a la Segunda Guerra del Líbano, nunca fue implementada: prevención del tráfico de armas destinadas al Hezbolá a través de la frontera siria. El pasado incidente muestra también la debilidad en las directivas de otras resoluciones. La eficacia de la resolución descansa en la cooperación entre el ejército libanés y la Fuerzas de las Naciones Unidas para el Líbano, las cuales se desplegaron en el sur a fin de bloquear allí la presencia del Hezbolá.

De igual manera, la foto de la semana fue tomada por Agence France-Presse y publicada hace unos días en la portada de Haaretz: soldados libaneses abren fuego contra soldados de Tzáhal mientras militares de UNIFIL, de boinas azules, miran sin hacer nada.  Esta fue precisamente una de las quejas de Israel ante la ONU, años atrás, especialmente después de que miembros de UNIFIL fueran pasivos testigos del secuestro de tres soldados en Har Dov, en octubre de 2000.

Desde la guerra de 2006, se viene diciendo a la población de Israel que el ejército está en alerta máxima a lo largo de la frontera norte, determinado a defender la soberanía sobre cada milímetro de su tierra y evitar su abandono a manos de las operaciones del Hezbolá. Pero la semana pasada, la acción de los francotiradores contra el comandante de batallón, que resultó muerto, y contra el comandante de la compañía, que terminó herido, se produjo fuera de una de las posiciones protegida por el ejército israelí. A primera vista, no parece que las fuerzas estuvieran dispuestas tácticamente de modo que anticiparan un posible ataque de francotiradores. Si esto fue una emboscada deliberadamente planeada por parte de los libaneses ¿por qué el ejército no contaba con informaciones previas sobre ella?

Después del incidente, altos miembros de Tzáhal declararon con total confianza que hubo una iniciativa "local" por parte de algunos oficiales del ejército libanés y que el Hezbolá no estuvo involucrado. Uno podría presumir que esta afirmación se basa en sólidos trabajos de inteligencia. Sin embargo, ¿puede realmente ser cierto que Hezbolá reclutara a un oficial del Ejercito chiíta libanés, mientras los miembros activos de la organización desconocieran esto? Sólo unas semana atrás, cuando el asunto del asesinato de Hariri resonó una vez más, Tzáhal consideró la posibilidad de que Hezbolá intentara desencadenar una súbita conflagración en la frontera.

No se puede ignorar tampoco que el hecho de hacer culpable (y no solamente responsable) al ejército libanés resulta, en cierto modo, conveniente para Israel. De ese modo, quizás sean suficientes la reacción y el rechazo, mesurados y controlados, ante una eventual escalada más amplia, por parte de Tzáhal. En cualquier caso, el primer ministro Binyamín Netanyahu no se muestra ansioso por repetir las complicaciones de su predecesor Ehud Olmert.

Las palabras y el ataque

La exoneración general por parte de la inteligencia de Tzáhal ignora el hecho de que la mitad de los soldados del Ejército Libanés son chiítas, tal como un tercio de sus oficiales superiores. En mayo de 2008, un violento conflicto se produjo entre Hezbolá y la facción anti-siria en el Líbano. El Hezbolá comenzó los actos de violencia con dos justificaciones: la decisión del gobierno de Siniora de rechazar los requerimientos de la organización a fin de crear una red independiente de comunicación a lo largo de todo el país, y la de dar de baja a Wafiq Shqeir, Comandante del Ejército Libanés, a cargo de la seguridad del Aeropuerto de Beirut, a quien se considera cercano al Hezbolá.

"Shqeir quedará como principal a cargo del sistema de defensa en el aeropuerto. El destino de cualquier otro oficial que intente obtener tal posición está predeterminado, sin importar la secta a la que pertenezca", anunció Nasrallah. Y el gobierno del Líbano lo aceptó.

Hace unos días, Nasrallah intentó hablar acerca de la unión del Líbano, arma de "resistencia" y firme determinación del Hezbolá en su lucha contra Israel. La mañana siguiente se produjeron los hechos que terminaron por afianzar sus dichos. En las horas posteriores a los disparos de los francotiradores, las estaciones de televisión de Líbano transmitieron canciones que tenían como tema la unidad nacional y "el ejército de la nación". 

Incluso la estación de Al-Mustaqbal, propiedad de la familia Hariri, tomó parte en ese despliegue de patriotismo. La Corte Internacional de Justicia fue olvidada, y en su lugar, horas de tiempo televisivo fueron sacrificadas en honor al heroísmo de las tropas libanesas.

La estación del Hezbolá, Al Manar, informó que los soldados libaneses habían recibido órdenes precisas de prevenir cualquier violación de la soberanía libanesa - lo cual significaba abrir fuego ante cualquier otro intento de podar árboles en la frontera. El diario A-Nahar, vinculado con la facción anti-siria, publicó una caricatura donde puede verse una mano, adornada con una bandera de Israel, que intenta cortar el Cedro del Líbano, y una segunda mano, con tijeras, amputando la mano israelí.

En su cuarto discurso en dos días, Nasrallah aclaró de inmediato quién es el verdadero aliado de Líbano, asegurando que su organización defenderá al Ejército libanés de cualquier futura agresión por parte de Israel. Al término de su discurso, prometió otra locución para el 9 de agosto.

Veremos de que se trata.

Fuente: Haaretz - 6.8.10
Traducción: Argentina.co.il